IRVING GATELL PARA AGENCIA DE NOTICIAS ENLACE JUDÍO MÉXICO – El pueblo judío ha estado disperso en todo el mundo a lo largo de los últimos dos milenios. Eso ha enriquecido profundamente nuestra cultura, y el espacio en donde confluyen todas las expresiones posibles es Israel.

Pero dichas expresiones no están presentes allí como en un museo, intactas. Son vitales, dinámicas, y por ello están todo el tiempo fusionándose y retroalimentándose. La cultura israelí es un reflejo de la pluralidad cultural judía, pero ya es una cultura por sí misma.

Cada grupo que llegó a Israel trajo su propia música. De todos, el que trajo la mayor cantidad de música fue –fuera de toda duda– el de habla Yiddish. Era de esperarse: los judíos de Europa del Este fueron los que más se multiplicaron en el exilio. Por lo tanto, salvo algunas excepciones como México, mi país, en todo el mundo suelen ser el contingente judío mayoritario.

Comparar la música Yiddish o Klezmer con la música israelí es un ejercicio intersante. Nos dice mucho sobre cómo ha cambiado la psicología del judío en el último siglo.

Esto se debe a que el gran esplendor de la cultura Yiddish llegó a su fin con la barbarie del Holocausto. Después de eso, el Yiddish ha seguido vivo y activo en muchos lugares, pero su sede principal ya no es Europa, su cuna original. Se trata, por lo tanto, de una segunda fase en la cultura Yiddish, que inevitablemente ha quedado en un segundo plano porque desde 1948 la cultura judía protagónica es la israelí.

Por decirlo de algún modo, la música Yiddish es un dulce canto invernal; la israelí, un potente himno de Primavera.

El dolor y la melancolía siempre presentes en la música de los judíos de Europa del Este fueron, involuntariamente, los preludios de la tragedia que arrasó no sólo con la cultura judía en esa zona, sino también con la propia cultura europea.

Pero todo eso cambia en Israel, un lugar donde en 1948 no había tiempo para la melancolía o la tristeza. Había que enfrentar a dos enemigos implacables: el desierto y los árabes hostiles. Había, por lo tanto, que tener en una mano la pala y el azadón y en la otra el fusil. El judío israelí –incluso el ashkenazí– tuvo que dejar atrás ese folclor y sentimiento propio de la cultura Yiddish por puro instinto de conservación. Con ello, desarrolló una nueva manera de expresar el alma judía.

Muchos se han quejado de que el judío israelí perdió el candor y dulzura del judío europeo, y se volvió rudo y áspero. Es un criterio inexacto: la dulzura del judío Yiddish –y de cualquier otro tipo de judío– sigue presente en el judío israelí, aunque ciertamente el nuevo forro es el de una persona práctica, ruda, directa y que no da concesiones (sobre todo a la hora de hablar). Por ello se les compara con el Tzavar, un tipo de tuna: la cáscara es dura, gruesa, áspera; pero el interior es dulce, delicioso. En el otro extremo, los judíos de Europa del Este también tenían su parte dura que no daba concesiones. Por ello fueron capaces de sobrevivir durante un milenio completo en las condiciones más desventajosas posibles.

Eso es lo que determinó el carácter de la música Klezmer. Dicen los que saben del tema que el sello del Klezmer es llorar mientras uno toca las melodías más alegres, y reír mientras uno toca las melodías más tristes.

En Israel esa paradoja ha evolucionado: ahora la música más pacífica y hermosa es cantada por guerreros indestructibles, y los cantos de guerra son entonados por un pueblo que ama y anhela la paz.

El cambio es evidente. De las frías regiones del norte boscoso y de espesas nieves, se llegó a la cegadora luz del desierto y al calor del Medio Oriente.

Nótese ese cambio al comparar las letras de estas canciones:

Oyfn Pripetchik (M. Warshawsky):

En una estufa arde un fuego
Y el cuarto es cálido
Y el Rabino le enseña a los niños pequeños
El Alef Bet

Miren, niños, y recuerden, queridos,
Lo que aprenden aquí:
Komets y Alef: (se pronuncia) O.

Aprendan, niños, con gran entusiasmo
Y los instruiré
El que aprenda la pronunciación rápido
Le daré una bandera
Aprendan niños, no tengan miedo
Todo inicio es difícil
Afortunado es aquel que aprende la Torá
¿Qué más necesita una persona?
Cuando crezcan y sean mayores
Entenderán por sí mismos
Cuantas lágrimas hay en estas letras
Y cuánto lamento
Cuando ustedes soporten el exilio
Y estén exhaustos
Que puedan encontrar fuerza en estas letras
¡Mírenlas!

Compárese con esta otra:

Eretz, eretz, eretz (S. Paikov)

Una tierra, una tierra, una tierra
Una tierra de cielo azul y sin nubes
Y un sol para ella
Como leche y miel

Una tierra en donde nacimos
Una tierra en donde viviremos
Y seguiremos viviendo aquí
Sin importar lo que suceda

Una tierra que amamos
Como a una madre y un padre
Una tierra del pueblo
Una tierra eterna

Una tierra, una tierra, una tierra
El mar golpeando contra la orilla
Flores y niños innumerables
En el norte el Mar del Galil
En el sur, arenas
Y el Este y Oeste
Besando las fronteras

Una tierra, una tierra, una tierra
Tierra de la Torá
Tú eres la fuente de luz
Y el lenguaje de la fe
Una tierra, una tierra, una tierra
Amada tierra
Que Tú prometiste
Y que no es un cuento de hadas

Reitero: un dulce canto invernal que se ha convertido en un potente himno de Primavera.

Nótese cómo cada canción se expresa de la Torá: en la primera se le menciona como la fuente de la fuerza para enfrentar el exilio; en la segunda, como la luz de una tierra que ya no es un cuento de hadas.

La psicología del judío cambió completamente después de 1948.

Su música también.

Por supuesto, somos amantes de la Historia (es probable, incluso, que nosotros hayamos inventado el amor por la Historia) y por eso nunca vamos a dejar todas esas canciones que son una parte de nuestra alma, sean en Yiddish, Ladino, Árabe, Jaquetilla.

Pero Israel es ahora el centro de nuestras emociones, y nuestro canto es un homenaje a una realidad luminosa, construida con la infinita paciencia del pueblo judío.