IRVING GATELL PARA AGENCIA DE NOTICIAS ENLACE JUDÍO MÉXICO – El Medio Oriente siempre ha sido una zona conflictiva. Desde las épocas de la Guerra Fría, fue un entorno en donde frecuentemente chocaron los intereses de Europa y Estados Unidos por un lado, y los de la ex-Unión Soviética, por el otro. Aunque las dos grandes potencias limaron muchas de sus asperezas a partir del desmoronamiento del sistema soviético, en la zona se conformaron nuevos choques y pugnas que hacen que, ya bien entrado el siglo XXI, no haya para cuándo se pacifique el lugar.

Hace cinco años, la llamada “primavera árabe” trajo una serie de movimientos que, aunque no prometían pacificar a nadie, por lo menos parecían una puerta hacia la democratización de sociedades más parecidas a lo feudal que a lo moderno. Pero los cálculos optimistas fallaron, y el peor problema que surgió de esa primavera falaz fue la guerra civil en Siria, todavía activa, y que ya se ha cobrado cerca de 400 mil víctimas mortales, además de provocar la expulsión de millones de refugiados.

Lo que nadie se imaginó en un principio fue el cambio tan radical que habría de darse a nivel geopolítico en la zona, y por ello vale la pena hacer un recuento periódico de cómo se van moviendo las piezas de este complejo ajedrez en el que participan demasiados oponentes.

¿Quién ha ganado y quién ha perdido en este conflicto?

1. Europa

Europa sigue sin saber de qué se trata el asunto. Desde un inicio, su postura, actitud y estrategia ha sido de una pasmosa ingenuidad que se ha traducido en una pérdida de control de su propia seguridad interna.

Evidentemente, los europeos nunca calcularon que esto se convertiría en una crisis humanitaria que les lanzaría a millones de refugiados, y menos aún que sería un detonante para la radicalización de los jóvenes musulmanes que no se han asimilado a la cultura occidental.

Europa falló patéticamente al defender la falaz bandera del “multiculturalismo”, y en vez de obligar a los refugiados a vivir de acuerdo a las leyes locales, les permitió construir ghettos que pronto se convirtieron en un criadero de fundamentalistas fanáticos. El resultado es una inmensa juventud musulmana europea iletrada y radical, que se ha convertido en el sustrato de donde han salido los terroristas que han perpetrado varios ataques, los últimos en París y en Bruselas.

La participación de Europa en el conflicto local de Medio Oriente ha sido igual de confusa. Aunque varios países han colaborado con bombardeos a las posiciones del Estado Islámico, los resultados reales de ello han sido irrelevantes. Si el Estado Islámico ha retrocedido no es gracias a Europa, sino a los kurdos, a los rusos y a las tropas de Assad apoyadas por Irán y Rusia.

En el caso concreto del conflicto palestino-israelí, los movimientos de Europa no han sido mejores. La última ocurrencia de Francia fue convocar a una conferencia sobre el proceso de paz entre Israel y Palestina, con la singularidad de que Israel y Palestina no están invitados. Es un grotesco acto de colonialismo (afortunadamente, disfuncional e impotente), basado en la premisa –más bien, tara ideológica– de que Europa le tiene que solucionar la vida a todo el mundo.

Europa va perdiendo, y por mucho. No sólo redujo su influencia en Medio Oriente a un asunto meramente testimonial, sino que perdió el control de su seguridad interna. Su población ahora vive con el miedo de cuándo será el próximo ataque, y no parece haber poder humano que solucione eso.

2. Irán

Muchos se han quedado con la impresión de que Irán logró un gran éxito al negociar un tramposo acuerdo con los Estados Unidos, del que prácticamente salieron sin compromisos relevantes, pero recuperando alrededor de 100 mil millónes de dólares.

Pero no es tan sencillo. La situación de Irán es una de las más comprometidas y difíciles.

En primer lugar, antes del inicio de la guerra civil en Siria, Irán ya había invertido una gran cantidad de dinero y esfuerzos en construir una pinza que pudiera rodear a Israel y a Arabia Saudita, sus grandes enemigos locales (Israle, por puro prejuicio judeófobo; Arabia Saudita, como parte de la lucha por la supremacía del Islam). La pinza tenía bien consolidado su brazo en el norte desde Irán, una buena zona del Irak posterior a la caída de Hussein, Siria completa y un blandengue Líbano controlado por Hizballá; por el sur, la pinza ya tenía casi asegurado el control de Somalia y sólo hacía falta imponerse en el Yemen.

La guerra civil en Siria vino a desbalancearlo todo. Irán no sólo tuvo que invertir millones de dólares, sino que además tuvo que recurrir a Hizballá y exponerlo a una guerra muy distinta a la que originalmente se planeó: en vez de pelear contra Israel, la milicia terrorista chiíta tuvo que entrar en conflicto con otros musulmanes.

Irán no es autosuficiente en cuestiones bélicas. Depende mucho de las armas y, sobre todo, de la tecnología de Rusia. Inevitablemente, la situación endeudó a la nación persa mucho más de lo que ya estaba endeudada. La victoria diplomática sobre Barak Obama que permitió que los Ayatolas recuperaran decenas de miles de dólares apenas si va a servir para saldar el endeudamiento con Rusia, y acaso para seguir invirtiendo en una guerra que ya no van a ganar.

¿Qué es lo que quería Irán respecto a la guerra civil en Siria? Conservar su corredor controlado desde su propio territorio hasta Líbano. Pero mucho de ese control ya se vino abajo. El régimen de Assad ha perdido más de dos terceras partes del territorio sirio, y eso reventó el proyecto iraní.

En el sur no le fue mejor: hasta el momento, Israel tiene un control absoluto de lo que sucede en Somalia y destruye a placer todos los cargamentos de armas que intentan infiltrarse por allí. No hay quien detenga a la aviación hebrea cuando se trata de aplicar operativos defensivos en esas costas de África. Y en Yemen, la intervención militar de Arabia Saudita para reventar a la milicia chiíta de los Huthies le puso fin al sueño iraní de controlar el sur de la península.

La pinza con la que tanto soñaron los Ayatolas se ha ido a hacer gárgaras, y además eso se ha traducido en una pérdida económica terrible para Irán.

Irán ya no lucha por ganar; lucha para ver cuánto de su antiguo poder logra mantener con vida.

3. Hizballá

Dependinte de Irán, es obvio que ha corrido con una suerte muy similar. En términos operativos, ha perdido más que sus patrocinadores iraníes.

Hizballá fue creado para destruir a Israel. Ese fue, desde un inicio, su objetivo “sagrado”. Gracias a la promoción que se hizo al respecto, pese a ser una guerrilla chiíta cuyo entorno eran los frecuentes conflictos chiítas y sunitas, Hizballá logró hacerse de un buen prestigio aún en el mundo sunita, debido a que existía para lograr un objetivo común a todos los musulmanes (destruir a Israel).

Pero la guerra civil en Siria vino a desbalancear esa situación. Irán se vio obligado a involucrar a Hizballá en los esfuerzos para mantener con vida política a Bashar el Assad, y la brutalidad con la que Hizballá participó en la represión, persecución, ataque e incluso masacres contra sunitas, dinamitó por completo el prestigio que tanto trabajo le había costado construir a Hassan Nasralah y su gente. Hoy por hoy, Hizballá es uno de los grupos más odiados por los musulmanes sunitas.

Además, Hizballá tuvo que invertir a su gente, y no se tiene idea de cuántos milicianos han muerto en combate en Siria.

De paso, eso los expuso a los ataques de Israel, que advirtió que en el marco del conflicto no iba a permitir que Hizballá recibiera armamento sofisticado sirio, iraní o ruso. En varias ocasiones, la aviación israelí ha destruido campamentos, depósitos y embarques de armas avanzadas, e incluso se ha dado el lujo de eliminar a casi toda la élite militar del grupo terrorista libanés.

¿La reacción de Hizballá? Nula. La mayoría de las veces incluso ha negado que los ataques hayan venido de Israel.

Inaudito.

Lo único que se ha hecho evidente es que Hizballá no se va a arriesgar a un conflicto abierto con Israel. Está demasiado comprometido con la guerra en Siria, además de que ha perdido mucho de su arsenal, de su capital económico y de sus recursos humanos.

4. El Estado Islámico

En términos territoriales, el Estado Islámico va perdiendo. Después de lograr su mayor expansión hace dos años, controlando amplios territorios que antes eran de Siria e Irak, se ha contraído a menos de la mitad. En los ataques aéreos en su contra, además, han sido destruidos muchos de sus depósitos de dinero, lo que ha acentuado la crisis económica del califato terrorista.

Pero su otra lucha no parece sufrir la misma suerte. Su infiltración en Europa es amplia, y sigue siendo un poderoso atractivo para jóvenes musulmanes (y no musulmanes) desubicados y sin preparación escolar.

Y lo saben. Aunque estén perdiendo territorio y gente en la guerra literal, seguirán usando eso como propaganda para victimizarse y presentarse como los que luchan contra el “gran Satán” occidental, y eso les ayudará a mantener vivas muchas células potencialmente peligrosas en todo el mundo, principalmente en Europa.

Es, naturalmente, una postura absurdo. En términos muy simples es una suerte de guerra suicida, pero el detalle es que este tipo de extremismo islámico le tiene un gran apreció al “martirio” que implica suicidarse por una causa “santa”. Así que, aunque se podría decir que están perdiendo la guerra, ellos no lo ven como derrota.

Y eso los hace más peligrosos.

5. Estados Unidos

Probablemente nadie haya perdido más en todo este asunto que los Estados Unidos. Barak Obama ha demostrado una absoluta ineptitud para abordar el problema del Medio Oriente, y ha apostado por una estrategia muy riesgosa que sólo ha hecho de la zona un lugar más peligroso.

Obama se dio cuenta –aunque demasiado tarde– de que la guerra civil en Siria y el surgimiento del Estado Islámico eran factores severos de desastibilización. A juzgar por sus acciones durante los últimos cinco años, todo indica que la estrategia fue pertrechar bien a los principales grupos en conflicto, como si al verse bien armados y bien dispuestos a matarse el uno al otro, cambiaran de opinión y optaran por buscar algún equilibrio (naturalmente, controlado desde la Casa Blanca).

Por “los principales grupos en conflicto” nos referimos a Irán y al Estado Islámico, en tanto representaciones del Islam chiíta y sunita, respectivamente.

Semejante estrategia pasó, obligadamente, por el intento de sacrificar a los aliados históricos de Estados Unidos en la zona: Israel, Arabia Saudita, Egipto y Jordania. Desde el inicio del conflicto y, especialmente, desde la irrupción del Estado Islámico, la política sistemática estadounidense ha sido un abierto y descarado intento de sabotaje contra Israel y sus vecinos sunitas (los ya mencionados).

Era un proyecto sin futuro, porque es obvio que ninguno de esos países iba a ceder a las sugerencias de la administración Obama. Pero el error fue más lejos: las negociaciones se dejaron en manos de alguien todavía más torpe e incompetente que Obama, que es John Kerry.

El resultado es el único que se podía esperar: Israel, Egipto, Arabia Saudita y Jordania se han distanciado por completo de los Estados Unidos, y la gran potencia americana ha quedado completamente aislada en este conflicto. Prácticamente, la opinión o las sugerencias de Obama no le interesan a nadie en Medio Oriente, e incluso Netanyahu se pudo dar el lujo de decir que a Kerry había que dejarlo opinar lo que quisiera, porque de todos modos ya sólo le falta un año para largarse.

Estados Unidos ha perdido toda su influencia en una zona estratégica. Es, fuera de toda duda, su mayor derrota desde el final de la Guerra Fría. Sus antiguos aliados ahora ven con profundo recelo todo lo que viene de la presidencia, y optan por refugiarse en las cámaras, donde Israel –por lo menos– conserva muchos aliados.

Lo peor del caso es que el asunto no tiene cómo mejorar. Los tres pre-candidatos en contienda no son garantía de nada. Sanders es un declarado anti-israelí; sólo empeoraría las cosas. Hillary no es mejor; sus e-mails demuestran que tiene un severo problema de antipatía hacia el Estado Judío; y aunque Donald Trump ha asumido las posturas pro-israelíes típicas de la política norteamericana de otras épocas, no es precisamente el ser humano más sensato que haya en el planeta. Tal vez ni siquiera en la cuadra donde vive.

Así que lo más seguro es que Estados Unidos siga en picada en su presencia política en Medio Oriente. Los iraníes, literalmente, les vieron la cara. Los saudíes, egipcios, jordanos e israelíes, tomaron distancia.

Estados Unidos, simplemente, lo ha perdido todo.

6. Rusia

Es la situación contraria. Si alguien ha sacado todo el provecho del mundo en esta situación, es Rusia.

Vladimir Putin no es, por cierto, un ángel de D-os. Pero es un político impresionantemente sensato. Es decir: sabe hasta dónde puede estirar la cuerda, porque entiende a la perfección qué cosas son posibles y qué cosas no lo son. Lo vimos en Georgia y en Ucrania, lugares donde abusó y se impuso por la fuerza. Cuando la presión internacional se volvió un verdadero riesgo para la maltrecha economía rusa, Putin cedió. Daba igual. Ya había ganado bastante.

Sin lugar a dudas, aplicó la misma estrategia en Medio Oriente porque pudo ver que Europa y Estados Unidos estaban cometiendo los mismos errores. Luego entonces, el resultado tenía que ser el mismo. Y no falló.

Desde el inicio del conflicto en Siria, Putin advirtió que hubiera sido un error dejar caer a Assad, porque el control del país lo hubiera tomado el Estado Islámico. Y tenía razón. Bajo esa premisa fue que puso su ayuda a disposición de Irán y de Assad. Sin embargo, es evidente que había otros intereses en juego.

La economía rusa ha sufrido terriblemente en los últimos tres años con la caída de los precios del petróleo, así que Putin necesitaba una buena fuente de ingresos. Y la guerra en Siria es eso: un gran negocio, porque es obvio que Rusia no va a regalar su ayuda, ni hace lo que hace sólo por caridad. Cada gramo de apoyo recibido por Irán y por Assad tendrá que ser pagado con dinero.

Hasta cierto punto, me atrevo a pensar que el gran interesado en que Estados Unidos y Europa levantaran las sanciones contra Irán, no era Irán, sino Rusia. ¿Por qué? Porque un Irán con dinero liberado es un Irán que puede pagar sus deudas con Rusia, y que incluso puede seguir endeudándose más.

Por eso, a Putin es al que más le conviene que la guerra en Siria continúe (por supuesto, no importa la cantidad de muertos que haya). Mientras siga el conflicto, sigue el negocio. En ese aspecto –el económico– todo lo que está perdiendo Irán lo está ganando Rusia.

Había un riesgo de por medio: Israel. Apoyar a Irán y a Assad podía poner a Rusia en abierto conflicto con el Estado Judío, y muchos se anticiparon a soñar con que la intervención militar rusa significaría el alto, o incluso hasta la catástrofe, para Israel.

Pero no fue así. En términos generales, Rusia e Israel se han coordinado bastante bien para no interferir uno con la guerra del otro, y eso tiene una buena razón de ser. Pero la explicaremos más abajo, porque primero hay que ver la situación de Israel y los países árabes sunitas moderados.

De todos modos y en resumen, probablemente Rusia haya sido el gran ganador de este conflicto.

Continuará el viernes…