RAQUEL SAED-ZAIDMAN PARA ENLACE JUDÍO MÉXICO

Con discursos descalificativos no se conseguirán soluciones, solo habrá más divisiones y los debates para que no sucedan hechos como la tragedia de Orlando, seguirán quedando pendientes y sin resolver, dejando a la sociedad vulnerable.

En los días pasados fuimos testigos de una masacre que sucedió en Orlando. En realidad, fuimos espectadores de un horror que, como humanos, es difícil de elaborar. Las vidas de muchas personas quedaron sometidas a la decisión de un sujeto que, por intolerancia hacia un grupo social, decidió que era el momento de disponer de ellas. Se trata de un individuo de nacionalidad estadounidense, pero de padres afganos, lo cual lleva el tema a una discusión política, especialmente en este momento en que aparecen controversias en los discursos electorales de Estados Unidos.

La diferencia entre los discursos sobre el acontecimiento, que emitieron los dos presuntos candidatos a la presidencia, da una muestra de sus habilidades políticas. Por su parte, Hillary Clinton fue la primera en expresar su apoyo para los sobrevivientes, los familiares de las víctimas y la comunidad, con palabras de compasión y solidaridad, es decir, con un discurso político. Por el otro lado, Trump emitió declaraciones muy parecidas a los discursos que han caracterizado su campaña, con inflamaciones racistas que solamente buscan generar controversia.

En realidad, Trump está utilizando la matanza en forma oportunista, tanto para atacar a su contendiente Clinton, como al presidente Obama, así como a la comunidad musulmana de Estados Unidos. Y todo esto lo hace sin remordimientos, aprovechando el espacio que le dan los medios, así como a través de twitter. Inclusive llegó a decir “felicítenme, se los dije”, citando las declaraciones que ya había hecho antes, reduciendo su lenguaje para afirmar que todos los musulmanes, incluyendo a los que forman parte de la sociedad norteamericana, son terroristas.

También insinuó que el presidente Obama pudiera estar involucrado en el ataque terrorista de Orlando, diciendo: “no sabemos qué hay ahí, tenemos que ver su origen”. Esta declaración es tan grave, que los propios republicanos la han condenado. Este individuo, que quiere llegar al puesto de poder más importante del mundo, se ha convertido en un peligro, ya que maneja un nivel sumamente bajo en su discurso, que además está plagado de mentiras y teorías de conspiración, sin considerar por un momento a la política, solamente a la promoción de su persona.

La intolerancia que manifestó el sujeto que entró al bar a matar a unas cien personas por su orientación sexual, no es tan diferente de la que manifiesta Trump con su discurso descalificatorio. De hecho, está construido para inflamar los sentimientos de sus seguidores, muchos de los cuales albergan prejuicios contra minorías. Manifiesta su intolerancia de manera abierta, sin consideraciones sociales o políticas, aprovechando hasta el dolor más grande que puede estar viviendo una comunidad para seguir rebajando la política e incendiando los ánimos de las intolerancias para que funcionen a su favor.

Por otro lado, los medios le han proporcionado un micrófono abierto a Trump y están al pendiente de todo lo que dice para reproducirlo a la sociedad, sin considerar las repercusiones. La responsabilidad de los medios es fundamental, ya que le dan espacios a sus declaraciones, sean del tono que sean, tal vez por no perder la nota, no bajar el rating, o crear más controversia que vende más.

Cualquiera que sea el caso, su discurso intolerante tiene resonancia en la sociedad, especialmente en sus seguidores, los que se han apropiado de lo que dice y que se han vuelto los ejecutores de sus declaraciones. Eso es lo que sucede con los demagogos, elaboran un discurso de falsedad para llamar la atención y luego se lo apropian sus seguidores para llevarlo a cabo, además con una licencia implícita.

Mientras todo esto sucede en estos tiempos electorales, los debates siguen pendientes en la sociedad estadounidense. Algunos de ellos, muy puntuales, están representados en los hechos de Orlando y es el momento crucial y también la oportunidad para abordarlos. Los dos más importantes son el control de armas y el de la intolerancia social.

En cuanto al control de armas, el tema ha sido pospuesto durante tanto tiempo que solamente en lo que va de su gobierno, Obama ha tenido que salir a emitir dieciséis discursos de duelo por víctimas de matanzas colectivas. No se ha podido debatir porque las iniciativas de ley no pasan a la mesa de votación en el Congreso de mayoría republicana. Esto a su vez se debe a la influencia del NRA (National Rifle Association), que es el lobby más poderoso en Washington y por la ideología conservadora que permea a una parte de la sociedad, sobre la segunda enmienda constitucional:

Con respecto a la discusión sobre la intolerancia social, la mesa de discusión pública no se ha prestado para ello. Todavía una parte de la población estadounidense alberga prejuicios ancestrales contra grupos minoritarios que no son como ellos, ya sean judíos, mexicanos, afroamericanos, musulmanes, homosexuales, etc. También todavía vemos la exclusión y discriminación contra las mujeres en diversos ámbitos. Este debate también ha quedado pendiente, a pesar de que lo “políticamente correcto” ha sido parte de la sociedad en las últimas décadas. En realidad, esta expresión se trata de un pacto de respeto y convivencia social que no permite denigrar públicamente estereotipos de grupos minoritarios.

No obstante, las declaraciones contundentes de Trump contra lo “políticamente correcto” han tenido graves repercusiones, impulsando a sus seguidores a expresarse de la manera más insultante contra sus semejantes sin considerar las consecuencias.

Hemos observado momentos en que un seguidor le dice a un periodista “vete a Auschwitz”, hemos visto las agresiones físicas contra individuos negros, mexicanos o musulmanes por parte de los seguidores de Trump. También nos enteramos de los acosos verbales y a través de redes sociales dirigidos a periodistas judíos por haber expuesto en medios elementos que no muestran favorablemente al candidato, llamándoles “jabones”.

Donald Trump, como demagogo que es, no asienta su discurso en verdades, sino en declaraciones construidas al aire que lo puedan beneficiar, pero que se siembran en las mentes de sus seguidores como si fueran realidades. Los discursos incendiarios de este personaje han despertado ánimos que habían estado dormidos por décadas y que, con la licencia que él les otorga, ahora se manifiestan de manera violenta. Este es un debate primordial que sin embargo está pendiente y es indispensable para avanzar como sociedad y poder vivir en paz.

Las discusiones de estos debates son fundamentales y no se pueden dejar al aire una vez más. La oportunidad se presenta hoy, en la coyuntura de la tragedia: es el momento de tomarla. Las declaraciones deben ser de diálogo y de negociación, no de descalificación o para despertar los prejuicios. La tragedia no debe ser utilizada para inflamar más a la sociedad.

Cuando en el Congreso se llamó a observar un “minuto de silencio” por las víctimas de la masacre, algunos congresistas se salieron por no estar de acuerdo en tratar de resolver estas discusiones con actos simbólicos, sino que proponían que había que discutir los temas fundamentales que le dan estabilidad y seguridad a la sociedad. Para la población estadounidense debe ser más importante tomar conciencia de estos debates pendientes para el beneficio de todos, no solamente de un grupo que tiene a un representante vociferante con un micrófono abierto.

En una sociedad madura, todos tienen la obligación de sentarse a discutir conscientemente éstos y otros debates pendientes. Con discursos descalificativos no se conseguirán soluciones, solo habrá más divisiones y los debates para que no sucedan hechos como la tragedia de Orlando, seguirán quedando pendientes y sin resolver, dejando a la sociedad vulnerable.