Era la esgrimista más destacada del país, pero su padre era judío y tuvo que exiliarse en los Estados Unidos. Pensó que jamás regresaría a Alemania, hasta que fue utilizada para evitar el boicot a los Juegos de Berlín 1936.
AGENCIA DE NOTICIAS ENLACE JUDÍO MÉXICO – En 1930, Helene Mayer tenía 20 años. Ya era una de las deportistas más destacadas de Alemania. Su palmarés era impresionante: seis campeonatos nacionales de florete -el primero siendo una niña de 13 años-, un título en Italia, campeona europea y mundial. En los Juegos Olímpicos de Amsterdam de 1928 había ganado la medalla de oro con tan sólo 18 años. Una prodigio de la esgrima. Su imagen –alta, rubia y elegante– estaba en todas partes, incluso en tiendas de recuerdos en forma de pequeñas estatuas.

Pero su mundo se derrumbó a partir de 1931, año en que murió su padre, Ludwig Mayer, un médico de origen judío. Sufrió un ataque al corazón. Al año siguiente, durante losJuegos Olímpicos de Los Ángeles 1932, se enteró del fallecimiento de su novio en una misión militar. La campeona olímpica defensora acabó en el quinto puesto.

Helene decidió quedarse en California como estudiante de intercambio y no logró presenciar el abrupto cambió en la política alemana. Adolf Hitler ascendía en un país disminuido. Por su ascendencia judía, Helene pasó de la idolatría deportiva al exilio. Perdió su membresía en el Club de Esgrima de Offenback y gran parte de sus derechos como ciudadana.