MAGÍ CAMPS

El judeoespañol, la variante dialectal de los sefardíes, entra en la RAE (Real Academia Española) con ocho académicos correspondientes

SILVIA SCHNESSEL PARA AGENCIA DE NOTICIAS ENLACE JUDÍO MÉXICO – Si usted se encuentra por esos mundos de Dios con alguien que se le dirige en español diferenciando las bes de las uves, pronunciando eses sonoras o aspirando algunas haches, no piense que es un personaje que haya viajado en el túnel del tiempo desde el siglo XV. Seguramente, usted ha tenido la suerte de hallar a una de las miles de personas desperdigadas por el mundo que hablan judeoespañol, también conocido como sefardí o ladino. El diccionario lo define así: “Variedad del español que hablan los sefardíes, principalmente en Israel, Asia Menor, el norte de África y los Balcanes, caracterizada por conservar muchos rasgos del castellano anterior al siglo XVI”.

Su conversador no viene del pasado ni regresa al futuro, sencillamente conserva la lengua de sus ancestros tal como la hablaban en la Península antes de que los Reyes Católicos los expulsaran en 1492. Los sefardíes no pudieron acar­rear sus bienes inmuebles, pero sí se llevaron las llaves de sus casas y la lengua, ese dialecto del español estancado en el tiempo que algunas familias aún conservan. Este noviembre ocho de ellos han vuelto: son los académicos correspondientes que la Real Academia Española ha nombrado para que esta variante tenga presencia en la docta casa.

Los dialectos pueden ser territoriales, históricos y sociales, pero en el caso del juedoespañol nos hallamos ante un caso singular: un dialecto histórico –el castellano del siglo XV– hablado en el siglo XXI en diversos lugares del planeta. En declaraciones a La Vanguardia, Darío Villanueva, director de la RAE, lo explica así: “El judeoespañol es el castellano del siglo XV, con la base fonética y gramatical del sistema alfonsí (que toma como referencia a Alfonso X el Sabio), que en los siglos siguientes evoluciona. Había diferencia de pronunciación entre la be y la uve, había ese sorda y sonora, ­hache aspirada… En cambio, el judeoespañol conserva estas especificidades. Escuchar a sus hablantes hoy resulta emocionante porque es como hacer un viaje al pasado”.

“Con la diáspora –continúa Villanueva–, el castellano se nutre de las distintas lenguas con las que entra en contacto (turco, árabe, lenguas eslavas, alemán…), y los nombres y los apellidos también se adaptan a esas nuevas realidades. El apellido del escritor Elias Caneti seguramente proviene de un Cañete pasado por Italia, italianizado”. En cuanto al léxico, en cambio, el diccionario no recoge palabras propias “porque no las hay, sólo varía la pronunciación”, especifica el director de la RAE.

Además de las características fonéticas referidas, el dialectólogo Francisco Moreno Fernández explica en su estudio La lengua española en su geografía que no existe el sonido de la zeta y sí, en cambio, la efe latina inicial, y también “mantiene la oposición entre las antiguas consonantes palatales medievales” (que se corresponderían al sonido en catalán de la inicial de Joan y de Xavier).

Las comunidades sefardíes son numerosas y están repartidas por todo el mundo. Moreno Fernández apunta que en Estados Unidos hay núcleos en ciudades como Atlanta, Seattle y Nueva York, que forman una comunidad de unos 40.000 miembros. De estos, en 1975 había unos 15.000 hablantes de judeoespañol. Pero han pasado cuarenta años y el dialectólogo considera que “si, como afirman los especialistas, la lengua se ha ido perdiendo ya en la segunda generación, es difícil que los hablantes sean más de unos centenares, pues se ha ido produciendo una sustitución lingüística en beneficio del inglés”.

La Wikipedia considera que hay unos 96.000 hablantes en total, según datos del 2010, repartidos entre dos decenas de países –encabezados por Israel, Turquía y Estados Unidos–, y en muchos otros de manera residual. El director de la RAE destaca su presencia en la cuenca mediterránea, con colonias en Grecia, Turquía y el norte de África, especialmente Marruecos. En Latinoamérica se diluyó en el español actual, aclara Villanueva, y con la creación del Estado de Israel en 1948, “los sefardíes allí establecidos han adoptado el hebreo como lengua de integración y pasa por un abandono de la lengua que traían consigo (sefardí, yiddish, ruso…)”. Quedan pocos hablantes de judeoespañol, pero son un testimonio impagable al que la RAE no quiere ni debe renunciar.

Ocho especialistas de sefardí en la RAE

Darío Villanueva considera que ha llegado el momento de incorporar académicos correspondientes a la RAE. En total, ocho, que “representan las figuras más destacadas en el estudio y el conocimiento” del judeoespañol. Seis residen en Israel: Aldina Quintana, David Monson Bunis, Eleazar Gutwirth, Moisés Orfali, Ora R. Schwarzwald y Jacob Luis Bentolila. Laura Minervini vive en Italia y Beatrice Schmid, en Suiza. “Queremos ganar tiempo perdido. Es una cuestión de justicia y desagravio histórico”. Ante el decrecimiento del número de hablantes, el académico puntualiza: “No interesa tanto la cuestión numérica, sino el valor histórico y cultural”. “La RAE no pretende que el judeoespañol renazca en las comunidades sefardíes”, aclara, pero es cierto que “como el Congreso ha aprobado una ley de reconocimiento de nacionalidad, las comunidades están recuperando el aprendizaje del español. Ya pasa en Turquía, para pedir la nacionalidad española y, así, la europea”.

Fuente: La Vanguardia – Traducción: Silvia Schnessel – Reproducción autorizada con la mención: ©EnlaceJudíoMéxico