DOV FRIEDMANN

¿Que Israel es una increíble mezcla cultural, qué duda cabe? Israel, un país joven para una muy antigua nación. Su sociedad, después de cerca de setenta años de haber vuelto a ser independiente, aún está en formación. Esta suerte de mezcla cultural se la vive en el día a día; basta pasear por las calles de casi cualquier punto del país para percatarse de ésto, una increíble convivencia de olores, sabores, coloridos, acentos, idiomas, etc. etc., lo van mostrando a cada vuelta de la esquina.

El carácter bullicioso y extrovertido de los “marrocanos”, judíos de ascendencia marroquí, con los cada vez menos tímidos falashim, o judíos de origen etíope. El carácter reservado de los yekim o judíos askenazíes, de origen europeo, con los colores aceitunados y hermosos taltalim (rulitos) de las chicas de origen teimani, o yemenitas. Esto junto a un gran grupo que constituye aproximadamente un 20% de la población israelí, que son los árabes locales, cuya influencia en el diario vivir resulta indesmentible, y de los cuales se podría escribir bastante más.

Otro grupo humano más nuevo y muy numeroso los constituyen los rusos, con más de un millón de personas, lo que para un país de siete millones de habitantes, es un porcentaje nada despreciable. Ellos forman un grupo relativamente cerrado, mantienen su idioma y muchas de sus costumbres traídas desde tierras lejanas, que muchas veces nada tienen que ver con el judaísmo.

La verdad sea dicha, es que para muchos de los olim rusos que se acogieron a la ley del retorno, en realidad les sirvió para encontrar una manera de salir de Rusia, así como de muchos de los antiguos territorios que formaban la Unión Soviética: Bielorrusia, Ucrania, Urbekistan, Kazajistán, etc. Para acogerse a esta ley, bastaba con demostrar que uno de los abuelos era judío, y de esta manera, muchos que ya habían olvidado por completo esta relación familiar con sus raíces judías, de pronto se encontraron viajando a establecerse en Israel. Muchos de ellos tienen tatuajes con motivos religiosos cristianos, celebran navidad con el clásico arbolito, los que son vendidos en cada temporada en negocios para rusos que existen en las grandes, y también en las no tan grandes, ciudades israelíes.

Hace algunos años se dio el caso de un muchacho que habiendo sido incorporado a las filas del Tzahal, ejército de Israel, en una de las duchas comunes, uno de los compañeros se percató de una cruz gamada que este tenía tatuada en su espalda. En el pasado, no mucho tiempo atrás, antes de acordarse o saber acerca de su sangre judía, había sido parte de un grupo neo nazi en Ucrania.

Entiendo que se tomaron las medidas del caso. Esas son las paradojas de la vida en Israel. Por otro lado es una realidad indiscutible el gran aporte de la aliá rusa, especialmente la que vino en tiempos de la antigua Unión Soviética. En ella llegaron intelectuales, artistas de gran valía, profesionales en múltiples disciplinas, políticos de la talla de Nathan Charansky, ex ministro de alia y klita y actual javer knesset (diputado), o el propio actual Ministro de Defensa, el señor Lieberman. Claro que no podemos dejar de lado la otra cara de la moneda; también llegaron quienes formaron verdaderas mafias al estilo ruso, especialistas en trata de blancas o negociar con drogas, casinos de juegos ilegales en Israel, etc. que cambiaron el rostro a los grupos delictivos locales. Como sea el caso, es innegable que los rusos se hacen sentir.

En mi ciudad, Eilat, el idioma ruso sin dudas es el segundo idioma más oído en la calle después del hebreo. Para una ciudad como esta, que vive casi exclusivamente del turismo, en hoteles y negocios de servicios, los rusos forman una parte muy importante de la fuerza laboral. Existen grandes supermercados con productos delicatessen no kasher, traídas justamente desde Rusia, con empleados que casi no hablan hebreo, con letreros y precios que si no hablas ruso estás obligado a preguntar. Casi te sientes transportado por unos instantes a ese viejo y frio y lejano mundo.

Y así es que vivimos nuestra vida diaria en este muy entretenido país, en el que pasan muchas cosas sorprendentes, y al que no cuesta aprender a querer y a valorar por muchísimas y variadas razones.