YOSSI MELMAN

El asedio financiero contra el movimiento chií libanés crea ondas de choque secundarias mucho más allá de Estados Unidos.

RIAD SALAMEH, el presidente del Banque du Liban, es probablemente la persona más valiente en Líbano. Su religión es maronita, pero en su determinación de repeler a Hezbolá, ha demostrado un deseo de muerte más propio de un atacante suicida chií. Los banqueros estadounidenses y europeos que se han reunido con él en su capacidad como el presidente del banco central de Líbano admiten que de haber estado en su lugar, no habrían dormido de noche.

El sector bancario libanés ha estado en el centro de una crisis que está escalando desde que Estados Unidos aprobó una ley requiriendo que los bancos tomen medidas para atacar las finanzas del grupo armado político chií Hezbola.

Hace dos meses explotó una bomba fuera de la sede del Banco BLOM en el centro de Beirut, causando daño pero no heridos.

Liderado por Salameh, el banco central de Líbano ha empujado a sus acreedores comerciales a prestar atención a la ley de Estados Unidos, y el Banco BLOM ha cerrado cuentas pertenecientes a los sospechados de lazos con Hezbola. Aunque nadie se adjudicó la responsabilidad por el ataque, funcionarios de seguridad y banqueros libaneses creen ampliamente que Hezbola plantó la bomba como una señal a Salameh y al sistema bancario del país.

En abril del 2016, el gobierno estadounidense del Presidente Barack Obama profundizó su control financiero sobre los tratos financieros de Hezbola implementando además “La Ley de Prevención de Financiación Internacional a Hezbola del 2015.” Los resultados son evidentes.

“Después de muchos años de sanciones tomando como blanco a Hezbola, hoy el grupo está en su peor forma financiera en décadas”, dijo Adam Szubin, el subsecretario en ejercicio del Departamento del Tesoro para terrorismo e información financiera, en una audiencia ante el Congreso en mayo pasado sobre el acuerdo nuclear con Irán y sus ramificaciones.

Szubin fue nombrado por el gobierno de Obama para ser su “zar” en los esfuerzos por imponer e implementar sanciones financieras y otras sobre estados tales como Rusia después de su invasión y anexión de Crimea, Irán debido a su programa nuclear, y grupos terroristas en todo el mundo, incluido Hezbola.

En su testimonio, Szubin prometió a los legisladores estadounidenses: “Puedo asegurarles que junto a nuestros socios internacionales, estamos trabajando duro para sacarlos del negocio.”

La mayoría de los bancos libaneses son propiedad o están manejados por cristianos – maronitas u ortodoxos – que no son particularmente fanáticos de Hezbola, por decirlo suavemente.

Los bancos son uno de los principales sectores económicos de Líbano y ciertamente una fuente apreciada de ingresos, sirviendo no sólo a los ciudadanos libaneses sino prácticamente al Medio Oriente entero, incluidas las naciones más ricas de Arabia Saudita y los emiratos del Golfo. De hecho, hace algunas décadas, Líbano era conocido como la “Suiza del Medio Oriente.”

Según la ley estadounidense, Washington tomará como blanco a los que “a sabiendas faciliten una importante transacción o transacciones para” Hezbolá o cualquier individuo, empresa o institución vinculados con el grupo.

Los que están siendo sancionados incluyen al líder de Hezbola, Hassan Nasrallah, y a su más alto comandante Mustafa Badreddine ‒ quien resultó muerto misteriosamente a mediados de mayo en una explosión en Siria ‒ tanto como algunos empresarios libaneses. La lista también incluye a la televisión Al-Manar y la Radio Al-Nour del grupo.

Nasrallah y su segundo, Naim Qassem, afirman que las sanciones no afectan a Hezbola porque su negocio y operaciones son específicos y están fuera del sistema bancario. Pero las comunidades de inteligencia israelí y estadounidense saben la verdad.

Las sanciones sí dañan a Hezbola, dañan sus capacidades terroristas y otras y le hacen más difícil operar.

Las comunidades de inteligencia de las dos naciones trabajan muy estrechamente para vigilar, seguir e interceptar los rastros financieros de Hezbola.

Sorprendentemente, sin embargo, Israel, que ha sufrido durante décadas por el terrorismo y fue pionera en operaciones, doctrinas, tecnologías e innovaciones para combatirlo, mostró negligencia en entender el viejo refrán de “sigue el dinero.”

Fue el fallecido Meir Dagan quien en sus capacidades diferentes – primero como asesor de primeros ministros en contraterrorismo y luego como jefe del Mossad ‒ planteó la importancia de monitorear las finanzas del terrorismo y estableció un departamento especial que consiste en un equipo de expertos del Shin Bet (la agencia de seguridad interna de Israel), inteligencia militar, el Banco de Israel y los bancos comerciales para hacerlo.

En los primeros años del siglo XXI, el foco estuvo en las transferencias y lavado de dinero por parte de la Autoridad Palestina, la OLP, Hamas y la Yihad Islámica.

En un cierto momento, el departamento especial del Mossad trató de rastrear y recoger datos sobre el contrabando de dinero y cuentas bancarias secretas abiertas en el exterior por el presidente de la OLP, Yasser Arafat y su esposa Suha.

Los periodistas israelíes y extranjeros eran alimentados con información, desinformación y rumores. Al menos un periodista israelí se ofreció como voluntario para ayudar al Mossad haciéndose amigo de Suha, por todos los medios disponibles, pero su oferta fue rechazada de tajo.

En la última década, el foco ha estado principalmente sobre Hamas y Hezbola, y sus vínculos financieros con Irán.

Del lado estadounidense, el número de agencias involucradas en los esfuerzos financieros es mayor e incluye a CIA, FBI, NSA (el equivalente estadounidense de la unidad israelí 8200, que es parte de la inteligencia militar), el Servicio Secreto y otros.

Todas ellas trabajan estrechamente y reportan a Szubin, quien es respetado por sus homólogos israelíes. Szubin ha visitado Israel muchas veces, especialmente antes que fuera firmado el Acuerdo Nuclear con Irán a fin de calmar los temores israelíes que las sanciones contra la República Islámica serían levantadas prematuramente.

Vale la pena destacar que a diferencia de la creencia prevaleciente en el público y medios de comunicación israelíes, no todas las sanciones estadounidenses contra Irán fueron levantadas como resultado de la implementación del acuerdo con Irán.

Las sanciones contra individuos y empresas involucradas en el programa misilístico de Irán siguen en vigencia y así lo están las dirigidas contra las Fuerzas al-Quds y sus comandantes y entidades por su participación en patrocinar y ayudar a las operaciones terroristas y terroristas en todo el globo incluido, por supuesto, Hezbolá.

Advirtiendo que Irán “suministra financiación y armas a Hezbolá”, Szubin afirmó en la audiencia que el acuerdo con Irán “no tiene ningún impacto sobre nuestras campañas en este frente.”

Las sanciones a Hezbolá prohíben que bancos en Líbano y otras partes abran cuentas para individuos que son miembros del movimiento chií o estén asociados con él y para compañías que son propiedad o manejadas por el grupo o asociadas a él.

Szubin agregó en la audiencia de mayo que en enero del 2016, Estados Unidos “sancionó a una importante red de apoyo financiero a Hezbolá que estaba lavando fondos criminales para apoyar al terrorismo y actividades desestabilizadoras de Hezbolá”.

Hace algunas semanas, una delegación de banqueros libaneses liderados por Salameh visitó Washington y se reunió con altos funcionarios del Departamento del Tesoro, incluido Szubin, en un intento por modificar la ley anti-Hezbolá. Pero Szubin y su equipo estaban determinados y explicaron que la situación era “tómala o déjala.”

Salameh y sus colegas entendieron que, si no adhieren a la ley, los bancos de Líbano podrían enfrentar tiempos difíciles sin precedentes. Ellos recordaron bien como, en el 2011, las sanciones estadounidenses trajeron el colapso de un banco libanés que estaba lavando dinero para Hezbolá.

Salameh es uno de los empleados públicos más apreciados y respetados en el país.

Hasta hace poco, él era considerado un candidato apropiado para la presidencia de la nación, que ha estado vacante durante algunos años debido al punto muerto político entre el bloque de Hezbola y sus opositores. Sin embargo, debido a su posición de principios, sus posibilidades disminuyeron por completo. Además, muchos comentaristas temen que Salameh viva en “tiempo prestado.”

“No creo que las empresas aseguradoras le venderían un seguro de vida,” me dijo un ex agente del servicio de seguridad israelí familiarizado con la escena libanesa. “No me cabe duda alguna que Hezbolá no dudaría si decide librarse de él.”

Hasta ahora, Salameh no ha cedido.

LOS BANCOS LIBANESES se niegan a abrir cuentas incluso a miembros de Hezbolá del Parlamento libanés ni a sus familias.

Dándose cuenta que los canales financieros normales y conocidos están cerrados para ellos, Hezbolá ha recurrido a sus viejas formas de mover dinero en efectivo y a través de intermediarios de confianza.

Durante años, Hezbolá estuvo involucrado en cosechar el producido del tráfico de drogas y aparatos electrónicos,así como del comercio de diamantes y cigarros falsificados.

En los últimos meses han aumentado estas actividades dirigidas a adquirir armas, teléfonos satelitales codificados y otro equipo militar esencial.

Este es un juego del gato y el ratón. Hezbolá trata de operar por debajo del radar financiero internacional para eludir el régimen de sanciones. Por otro lado, los servicios de seguridad israelí, estadounidense y otros occidentales están siguiendo muy de cerca.

Por ejemplo, basados en información precisa, una operación internacional de cebo quebró una célula europea de Hezbolá acusada de usar millones de dólares de ventas de cocaína en Sudamérica para lavar dinero y comprar armas para sus combatientes en Siria.

El asedio financiero contra el movimiento libanés chií crea ondas de choque secundarios mucho más allá de Estados Unidos. Casi todo banco e institución financiera en el mundo, incluyendo en China, comprende que si alberga dinero de Hezbolá será castigada y puesta en la lista negra por Estados Unidos.

Hezbolá está en necesidad constante de dinero.

Su presupuesto es estimado en mil millones de dólares, de los cuales el 70% viene de Irán y el resto de impuestos, contrabando y otras actividades ilegales.

Pero Irán también está falto de recursos ilimitados y tiene sus propios problemas presupuestarios.

Como resultado, Irán ha retenido transferencias de dinero a Hezbolá, iniciando una reacción en cadena ‒ el grupo libanés está atrasado en sus pagos de salarios a sus miembros y a las familias de sus guerreros muertos y heridos.

También han sido perjudicadas fuertemente sus operaciones tradicionales en los campos de educación, salud y bienestar, degradando su apoyo entre la población general chií del país.

Parece que, en sus 36 años de existencia, la situación de Hezbola nunca ha sido más débil así que no es coincidencia que Nasrallah y sus principales funcionarios declaren una y otra vez que no tienen ningún interés en una nueva guerra con Israel.

Yossi Melman es un comentarista israelí en seguridad y co-autor de “Espías contra Armagedón.’ Él bloguea en www.israelspy.com.

Fuente: The Jerusalem Post- Traducido por Marcela Lubczanski para Enlace Judío México