Dos millones de personas han llegado a visitar la sagrada Kaaba para realizar los rituales prescritos y muchos más están aún por arribar.

ESTHER SHABOT

El miércoles pasado dio inicio el Haj, la peregrinación anual que los musulmanes realizan al menos una vez en la vida como parte de los “cinco pilares del Islam” u obligaciones básicas que los fieles de esa religión deben cumplir. Dos millones de personas han llegado ya a visitar la sagrada Kaaba en La Meca para realizar los rituales prescritos y muchos más están aún por arribar, con lo que de nueva cuenta, como cada año, las autoridades del Reino Saudita se enfrentan al desafío no sólo de albergar a esas multitudes, sino también de prevenir tumultos, estampidas, accidentes y confrontaciones como las que en diversas ocasiones en el pasado han provocado centenares de muertes.

Pero este año, además, se han presentado dos problemas adicionales. El primero, evitar contagios de la fiebre porcina que en la región está teniendo carácter epidémico. Y segundo, el manejo de los peregrinos iraníes, porque al haber roto relaciones diplomáticas hace casi un año Arabia con Irán, debido a la extrema rivalidad que hoy caracteriza a las relaciones del mundo musulmán sunita con el chiita, Teherán no ha permitido a sus nacionales realizar la peregrinación del Haj. Sin embargo, contingentes de peregrinos iraníes han llegado desde otros países, al tiempo que 61 mil iraníes residentes en su patria y que ya habían pagado por anticipado el viaje, fueron impedidos por su gobierno de partir.

Así las cosas, ambos regímenes, el saudita y el iraní se acusan mutuamente de ser responsables del pecado de que miles de iraníes no cumplan con la obligación sagrada del Haj. La narrativa iraní sostiene que su decisión de impedir el viaje de sus 61 mil ciudadanos obedece a la incapacidad saudita de garantizar la seguridad de los peregrinos, ya que el año pasado murieron por una estampida casi 800 personas, muchas de ellas iraníes. En sentido opuesto, el régimen de Riad argumenta que a pesar de la inexistencia de relaciones diplomáticas entre ambos, ha dado todas las facilidades y garantías posibles para que los iraníes hagan el viaje, expidiendo visas con la mediación de la embajada suiza en Riad y permitiendo a medios de transporte iraní trasladar a los peregrinos a pesar de las restricciones prevalecientes al respecto desde la ruptura de las relaciones diplomáticas. Aún más, las autoridades sauditas sostienen que su buena voluntad de recibir a los iraníes existe, no obstante el riesgo de que los peregrinos de esa nacionalidad se comporten como hace casi 30 años, cuando ellos, inflamados por la retórica de los ayatolas, estando en La Meca protagonizaron disturbios con tinte político al corear consignas contra sus anfitriones y chocar con las fuerzas del orden local, lo cual causó la muerte de 400 personas, tanto iraníes, como peregrinos de otras nacionalidades y policías sauditas.

Estas tensiones son sin duda reveladoras del alto grado de confrontación que hoy prevalece en el mundo musulmán entre sunitas y chiitas. La competencia por la hegemonía regional entre ambos bandos es ya totalmente abierta como puede apreciarse también en Irak y Yemen donde la guerra y los actos terroristas que se perpetran casi a diario responden a esa rivalidad llevada a sus extremos. Rivalidad que si bien tiene raíces históricas antiguas que se remontan al siglo VII tras la muerte de Mahoma y las disputas por su sucesión, actualmente se reproduce a escala exponencial, debido a los peligrosos agregados que significa la utilización indiscriminada de instrumentos de guerra y destrucción propios del siglo XXI.

Fuente: Excelsior – Esther Shabot