DANIEL HENINGER / ENLACE JUDÍO MÉXICO –La palabra ‘Alepo’ está a punto de entrar al cada vez más amplio diccionario global de la vergüenza. La ciudad siria y su población están al borde de convertirse en una ruina. Una de las mayores víctimas fatales de Alepo será la reputación de la política exterior de la presidencia de Obama.

No es meramente que Estados Unidos haya hecho tan poco en forma directa para ayudar a los rebeldes sirios. La falla más fundamental es que el Sr. Obama se ha negado a permitir que se armen los civiles dispuestos a luchar contra un dictador empeñado en perpetrar una matanza en masa de civiles inocentes.

Alepo se ha vuelto un ejemplo clásico de una ciudad sitiada. La ciudad, y todo lo que está vivo o en pie dentro de ella, ha estado bajo bombardeo indiscriminado desde fines del 2015 por misiles y bombas arrojadas en vecindarios. Estos ataques sobre Alepo son ejecutados por la fuerza aérea siria de Bashar Assad en conjunto con los ataques de Vladimir Putin. Con las líneas de suministro de Turquía cortadas, Alepo ha estado en estado de sitio durante un mes, sin poder recibir alimento o suministros médicos.

La mayoría de los hospitales de Alepo han sido reducidos a escombros por los bombardeos, y no quedan muchos doctores. Tres de sus cuatro principales estaciones de bombeo de agua están destruidas. El conflicto sirio ha matado a cerca de medio millón de personas y ha creado 4.8 millones de refugiados.

El mundo civilizado, que podría ser definido como donde vive gente que no es víctima de bombardeos aéreos todos los días, ya pasó por este infierno moral en fecha tan reciente como principios de la década de 1990. El presidente de Estados Unidos era Bill Clinton.

Los nombres de las dos ciudades sitiadas que dejaron estupefacto al mundo entonces eran Dubrovnik y Sarajevo, ambas en la ex Yugoslavia. El asesino en masa a la cabeza de su destrucción era Slobodan Milosevic, el autócrata nacionalista de Serbia.

Siendo las cosas como son ahora, la mayoría de los votantes no recuerdan mucho sobre estos lugares asolados en los Balcanes. Pero vale la pena recordar su historia.

El sitio y bombardeo de Dubrovnik, una ciudad bella e histórica en Croacia en la costa de Dalmacia, ocurrió de octubre de 1991 a junio del año siguiente. El sitio de Sarajevo duró cuatro años, hasta 1996.

Es difícil exagerar cómo los sitios de Dubrovnik y Sarajevo paralizaron al mundo—en parte debido a que los medios de comunicación electrónicos pusieron sus llamas y escombros a la vista en forma constante pero principalmente porque ninguna nación occidental hizo nada para detenerlos. La entrada de esa guerra en el diccionario de la vergüenza fue “limpieza étnica.”

Como hoy en Siria, los prágmáticos de la política exterior argumentaron que los Balcanes eran un caldero irrecuperable de animosidades tribales históricas. ¿Por qué involucrarse? Y de hecho, los gobiernos tanto de George H.W. Bush como el de Bill Clinton se mantuvieron al margen.

Aquí hay que hacer una precisión crucial: En junio de 1991, el ejército yugoslavo de Milosevic invadió Eslovenia. Los eslovenos, sin embargo, estaban armados y preparados. En 10 días derrotaron a las fuerzas de Milosevic. Cuatro meses después, Milosevic puso bajo sitio a Dubrovnik. El mundo se horrorizó—pero no hizo nada para ayudar.

Mejor dicho, sí hizo una cosa: diplomacia interminable del tipo de la que ha estado haciendo John Kerry con los rusos ahora por Alepo, con la intención como siempre de “detener la violencia.”

Los gobiernos de Bush y Clinton se adhirieron al embargo de armas impuesto por la ONU, que desarmó sólo a las poblaciones tomadas como blanco por Milosevic en Croacia y Bosnia. Armarlas, decía el conocido argumento, sólo “incrementaría la violencia”. Así que murieron miles de personas a causa de los bombardeos que destruyeron sus ciudades.

Segunda nota al pie: El gobierno de Clinton, al tiempo que se negaba a comprometer tropas terrestres, permitió tácitamente envíos de armas en 1993 para croatas y bosnios. Ellos se defendieron, y finalmente, la OTAN bombardeó a los serbios. Esa guerra terminó con precaria paz del Acuerdo de Dayton en 1995.

Tercera nota al pie: ¿El principal proponente estadounidense en 1992 de levantar el embargo de armas? El Senador Joe Biden. pero eso fue entonces. Desde el año 2011 hasta ahora el gobierno de Obama ha dudado acerca de armar a los rebeldes sirios, una decisión de consecuencias monstruosas, dado el apoyo militar homicida de Rusia para el Sr. Assad.

Esperaremos a que se escriba la biografía del Sr. Obama para descubrir el cálculo moral detrás de su abandono de los rebeldes de Siria. Sospechamos que las matemáticas serán algo como esto: Puse todo mi capital político en el acuerdo nuclear con Irán, anticipando un apocalipsis a largo plazo a cambio de los trastornos a corto plazo en la región.

Bueno, el mundo ha pagado un alto precio a corto plazo—en dinero en efectivo, seguridad y capital moral—por un acuerdo nuclear con Irán. Eso incluye Alepo.

Uno de tales precios es la corrosión de la capacidad de reaccionar de la gente ante acontecimientos como este sangriento sitio. El clamor global por Milosevic fue mucho mayor que esta. Los Sres. Assad y Putin saben que el salvajismo implacable se correlaciona en forma directa con un mundo que se entumece—una vez que sus líderes han bajado las cortinas y se alejaron. Nuestros dos candidatos presidenciales no están ofreciendo mucho más que eso.

Lo que aprendimos en Dubrovnik y Sarajevo de hecho no fue una gran lección. No se trató de construir la nación o tener presencia militar, o capturar los campos petroleros de otro.

Cuando los malos sobrepasan a los inocentes, lo menos que podemos hacer es armar a la gente que está dispuesta a luchar para defenderse. De lo contrario, es una invitación a que ocurra una catástrofe humanitaria y moral.

Fuente: The Wall Street Journal- Traducido por Marcela Lubczanski para Enlace Judío México