RUTH R. WISSE / ENLACE JUDÍO MÉXICO — “Conoce Ante Quién Estás Parado”. Estas palabras, inscritas sobre el arca que sostiene los rollos de la Torá en muchas sinagogas, asumen significado adicional entre Rosh Hashaná, el Año Nuevo judío, y Yom Kipur, el Día de la Expiación. Durante estos Días de Temor, los judíos de fe hacen una reflexión sobre sus acciones ante el Todopoderoso. El término “plegarias de penitencia” no alcanza a transmitir el alcance e intensidad del relato que hacen los fieles acerca de sí mismos sobre todos los aspectos de sus vidas.

Poner al descubierto las acciones de uno ante el Trono del Juicio final es muy diferente de la práctica de introspección individual o meditación. Aquí cada persona se para dentro de la comunidad haciendo declaración pública de docenas de malas acciones. En las extensas confesiones de Yom Kipur, los fieles cuentan los pecados cometidos voluntaria o involuntariamente, “por medio de maledicencia o por medio de comportamiento lascivo . . . violencia o por medio de difamar Tu Nombre”. Todos los verbos que se usan para describir las transgresiones están en primera persona plural, nosotros en vez de yo, lo que vuelve al individuo parte orgánica de la nación. Solía maravillarme cómo jóvenes estudiantes universitarios, apenas pasada la adolescencia, asumían apasionadamente la responsabilidad moral por errores que nunca habían cometido.

Los judíos se enorgullecen con razón de su cultura de auto-ajuste de cuentas —ante el Juez Fundamental y ante las autoridades humanas establecidas de forma justa. Esta cultura ha creado y sostenido a un pueblo notablemente resiliente. Lamentando los excesos del actual ciclo electoral estadounidense, el columnista Ira Stoll imagina cuánto más rica sería la política del país si “este espíritu de auto-examinación fuera exportado desde la religión judía al resto de la cultura estadounidense”. Si la democracia requiere la mejora paciente de la vida en comunidad, nada promueve mejor ese objetivo que la práctica del auto-escrutinio individual y colectivo.

Pero la historia de muchos milenios de auto-restricción judía también se interpone como una advertencia. Está muy bien enfocarse en superar tus fallas. Sin embargo la búsqueda de la perfección moral puede también hacer presa a los individuos y a las naciones de los que creen en la conquista en vez de la auto-conquista y quienes se unen en ajustarte cuentas por sus malas acciones. La misma postura confesional, digna de elogio cuando estás de pie ante el Juez Perfecto, se vuelve digna de culpa cuando se adopta ante un enemigo que te coloca ante un tribunal amañado.

En el siglo XX, algunos pensadores y líderes políticos europeos modernos comenzaron a señalar a los judíos por su presunta culpa racial, o religiosa, o social. Muchos judíos se sintieron obligados a responder en forma apologética por estas presuntas fallas, en vez de exponer la ideología malvada que los había elegido como blanco. Los judíos marxistas, por ejemplo, culpaban a los judíos capitalistas y burgueses, aun cuando la difamación alcanzaba por igual a judíos profesionales, artesanos, periodistas y pobres.

No mucho después que la política de culpa judía alcanzara su apoteosis genocida en Europa, Medio Oriente tomó a su cargo la antorcha0. En vez de aceptar el principio de coexistencia y concentrarse en mejorar las vidas de sus propios súbditos, los líderes árabes rechazaron el derecho de los judíos a tener una patria en una guerra que ellos, los líderes árabes, habían iniciado. Expulsando a casi un millón de judíos de sus antiguas comunidades en tierras árabes, los mismos líderes culparon a Israel por los refugiados árabes a quienes ellos mismos se negaron a reubicar.

Esta calumnia es por ahora la base de coaliciones políticas no sólo en las Naciones Unidas y Europa sino en campus universitarios en mismo Estados Unidos. Tan asumida está la presunción de la culpa judía que a menudo los diarios dedican más cobertura al tiroteo de un árabe palestino por parte de un israelí, a menudo sin intención o en legítima defensa, que a los asesinatos de civiles judíos por parte de terroristas árabes y musulmanes. Lo que hacen tales partes beligerantes con el objetivo de eliminar al estado judío, lo hacen a veces los amigos en el nombre de juzgar a los judíos “según un estándar moral superior”. Y, como anteriormente, algunos judíos se unen a la tendencia de buscar culpables, y culpan a su vez al estado judío por defenderse, con toda razón, en vez de disculparse.

Por su obsesión con las presuntas malas acciones de Israel al tiempo que ignora los crímenes inenarrables cometidos por tantos estados miembros de la ONU, el Primer Ministro Benjamin Netanyahu declaró hace poco en la Asamblea General que “la ONU comenzó como una fuerza moral, pero se ha vuelto una farsa moral”. Seguramente tiene razón en que el fin de esta obsesión con Israel beneficiaría no sólo a los enemigos del estado judío sino al mundo entero. A la nación judía se le debe el respeto incondicional del resto de los países y debe exigir de otros lo que espera que otros exijan de sí mismos.

Judíos y estadounidenses comparten la creencia que una cultura de auto-responsabilidad crea una sociedad sana y una entidad política más responsable. Pero las sociedades auto-responsables pueden internalizar fatalmente el resentimiento y la oposición violenta de otros. En aras de su propia supervivencia, siempre deben estar conscientes de ante quién —tanto como ante Quién— se encuentran paradas.

Ruth R. Wisse, ex profesora de idish y literatura comparada en Harvard, es autora de “Los judíos y el poder” (Shocken, 2007).

Fuente: The Wall Street Journal- Traducido por Marcela Lubczanski para Enlace Judío México