IRVING GATELL PARA AGENCIA DE NOTICIAS ENLACE JUDÍO MÉXICO – Hagit Mac-Kalmanovich es una magistrada israelí célebre por sus posturas antisionistas, afines a los movimientos de izquierda. Fue vice-presidente de la Corte en Jerusalén, y es –de una manera bastante directa– responsable del atentado terrorista que ayer domingo se cobró la vida de dos israelíes.

El rabino Yehudah Glick, ministro en la Knesset por parte del partido Likud, ha publicado una nota en donde acusa a Mac-Kalmanovich por su responsabilidad en la violencia anti-israelí.

Su nota, citada por Arutz Sheva, empieza con palabras muy fuertes: “Honorable Mac-Kalmanovich, aunque ya va a ser la víspera de Yom Kippur, no la puedo perdonar. La sangre de los inocentes está en sus manos”.

El historial de confrontaciones entre la Jueza Mac-Kalmanovich y el rabino Glick es añejo. Mac-Kalmanovich ha sido una de las más aferradas enemigas del activismo de Glick, y fue patética la forma en la que el 22 de Octubre de 2014, fungiendo como juez, optó por ponerse del lado de los terroristas.

Glick le recuerda el episodio en su nota: “Nunca voy a olvidar cómo me presenté delante de usted ese miércoles 22 de Octubre de 2014, suplicando por mi vida. Argumenté con todas mis fuerzas que el complot contra mí no tenía límites. Pero usted prefirió creerle a los terroristas y no a la policía israelí. Hice una prueba de polígrafo (detector de mentiras) que demostró que yo no había roto ninguna regla. Le pregunté incluso si estaba interesada en reglas de procedimiento. Usted se burló de mí. Usted escogió a los terroristas y dijo que yo era el peligroso. Usted hizo esa indignante declaración pese a que vez tras vez fui yo el atacado en el Monte del Templo, pese a que nunca moví un dedo ni insulté a nadie. ¡Pero usted prefirió creerle a terroristas asesinos! Yo sentí eso como un verdadero homicidio”.

El resultado de esa confrontación judicial fue que a Glick se le prohibió acceder al Monte del Templo. Quien promovió ese recurso para dañarlo fue el grupo Muraibitat, una organización islámica radical integrada por mujeres, y financiada por grupos que buscan prohibir a los judíos cualquier contacto con el Monte del Templo. Sobra decir que dichos grupos –incluyendo al Muraibitat– han sido declarados ilegales por el Estado de Israel. La prohibición para Glick fue temporal, porque al final de cuentas fue encontrado inocente y las decisiones de la jueza Mac-Kalmanovich fueron desechadas.

Pero el daño no: justo una semana después de esa audiencia, Glick sufrió un atentado afuera del Menachem Begin Heritage Center que casi le costó la vida. Un palestino disparó contra él a corta distancia. Contra todos los pronósticos, Glick sobrevivió. De hecho, su recuperación fue considerada –literalmente– un milagro.

Ahora, la situación fue distinta. Más grave. El terrorista que cometió el atentado de este domingo, en el que murieron dos israelíes y seis más resultaron heridos, había sido encontrado culpable de incitar a la violencia por medio de las redes sociales. Conforme a las leyes israelíes, tenía que ir a la cárcel.

La jueza Mac-Kalmanovich decidió dejarlo libre durante el fin de semana y que su arrestó comenzara hasta el lunes. En consecuencia, el terrorista se armó, tomó su auto el domingo, y salió a cometer su crimen. Enfrente de una parada de camión disparó indiscriminadamente contra los transeuntes que estaban allí. Luego fue a otra parada donde hizo lo mismo. Luego intentó huir a una aldea árabe.

Afortunadamente, fue alcanzado por las fuerzas de seguridad israelí, quienes lo eliminaron.

Glick concluye su reproche a esa juez infumable: “Ella no me escuchó. Pero a un terrorista que ya había sido arrestado varias veces, sí lo escuchó. Fue cruel con el justo y misericordiosa con el cruel. ¿Podrá limpiar sus manos para presentarse delante de D-os este Yom Kippur?”

Glick hizo referencia a una célebre frase de la sabiduría talmúdica: “Aquel que es misericordioso con el cruel, termina por ser cruel con los misericordiosos”.

Lamentablemente, ha sido una constante en la izquierda israelí y en los grupos judíos anti-sionistas. Sistemáticamente, motivados en un evidente complejo de culpa o miedo atávico, optan por ponerse del lado de los grupos palestinos que promueven el terror y los asesinatos contra judíos.

Se desenvuelven en una línea ideológica de claro origen europeo, que básicamente dice que todo es culpa de occidente, y que la maldad indescriptible de los grupos terroristas islámicos –que va desde los ataques palestinos en Israel hasta las decapitaciones inmisericordes perpetradas por el Estado Islámico– sólo son “consecuencia” de todo el daño que Europa y Estados Unidos han cometido contra esas naciones y gente, inocentes por sí mismos, orillados por la fuerza a la más repugnante violencia.

Es, por supuesto, una necedad sin parangón. Es una de las más extravagantes manifestaciones de una ideología que, en el fondo, presupone la superioridad racial del europeo, porque asume que los no europeos (en este caso concreto, los terroristas musulmanes) no tienen criterio propio, carecen de la posibilidad de pensar y decidir por sí mismos. Simplemente, reaccionan a Europa o a Estados Unidos. La implicación es que los anglo-sajones blancos (y los judíos, por supuestos) son los únicos capaces de hacer algo. Todo lo demás es simple reacción. De esta manera, la realidad es que los musulmanes en general, y los palestinos en particular, quedan reducidos a simples animales que sólo están esperando los estímulos provenientes de Israel o de occidente.

Esta visión enferma de las cosas incluye un profundo sentimiento de culpa. Se basa en la auto-flagelación con la que muchos se repiten vez tras vez “nosotros somos los causantes de sus desgracias; es justo que nos manden terroristas…”.

La ética judía dice otra cosa: ojo por ojo y diente por diente.

¿Qué significa eso? Que si eres culpable de que alguien haya perdido un ojo, debes resituirle el daño. El Judaísmo enseña que la famosa Ley del Talión no significa que haya que sacarle un ojo al culpable, sino que el culpable de indemnizar al otro de tal manera que subsane lo que perdió –materialmente– al perder –en este caso– el ojo.

Pero no. Esta izquierda sin rumbo y decadente regresa a la perspectiva antigua y brutal de la Ley del Talión, aunque lo hace de la manera más absurda. Asumen una postura que es algo así como decir “yo te saqué el ojo, ahora ven y sácamelo…”. O peor aún: “alguien de este lado del planeta le sacó los ojos a tus ancestros, ahora vengan y saquen todos nuestros ojos…”.

Es cierto: el colonialismo europeo afectó a muchos países. Pero la alternativa más estúpida –y perdón por la expresión– es justificar el terrorismo por ello.

Los terroristas musulmanes son seres humanos. Piensan. Tienen ideas propias. Incluso, tienen una agenda y objetivos globales. Están inspirados en su fanatismo religioso y no tienen tapujo alguno para declarar que van por la conquista del mundo entero.

Pero no: la soberbia europea los confronta y les dice “oh, no es cierto, tú no entiendes; tú no te entiendes; eres como un animalito que no piensa y no razona, sólo actúas reaccionando a lo que yo hago o dejo de hacer. No es tu religión, no es tu devoción a tu dios, sino mis ansias por controlar tu petróleo…”.

En el caso de los judíos antisionistas o muchos israelíes de izquierda se agrega un problema más: el miedo atávico, esa sensación que viene de las aljamas medievales y ghettos modernos, nacida en la oscuridad de los cuartos donde nuestros ancestros se escondían esperando a que la turba cristiana o musulmana enfurecida pasara de largo y terminará los destrozos y crímenes contra nosotros.

Siglos y siglos de marginación, difamación y persecución incesante hicieron del judío una persona que, por definición, vive con miedo. Por eso siempre estamos alerta. Por eso somos especialistas en sobrevivir.

Naturalmente, es imposible homogeneizar las reacciones. A lo largo de la Historia, algunos judíos (minoría, afortunadamente) optaron por la otra opción: ponerse en contra de los demás judíos. Allí están los judeo-conversos que se integraron al clero católico medieval y que ayudaron inmisericordemente a la Inquisición. Crearon cualquier cantidad de mentiras sobre el Talmud para que el Tribunal de Santo Oficio lo prohibiera y lo quemara.

Hoy en día la situación no es diferente. Siempre que discuto el complejo tema de Medio Oriente, uno de los primeros argumentos que me sueltan es que “judíos como Chomsky o Sanders están en contra de Israel”. Si uno menciona a los intelectuales árabes que están en contra del terrorismo palestino, entonces la respuesta es tan torpe como “oh, seguro los sobornaron los sionistas…”. Lo mismo sucede cuando el tema es la religión. A cada rato me mencionan a judíos que se han convertido al Cristianismo como prueba de que todos los judíos deberían convertirse. Pero si yo menciono a cristianos que se han convertido al Judaísmo, entonces son “hombres débiles que perdieron la fe y se dejaron engañar”.

Es una lógica perversa y retorcida: el único judío bueno es el que se pone en contra de los demás judíos. Si un no judío se pone a favor de los judíos, entonces es un vendido, un traidor, un débil en la fe.

Alguna vez vi un video donde un rabino discutía con un judío de Neturei Karta, el grupo ultraortodoxo antisionista radical. Sentí una mezcla de indignación y ganas de reír ante los argumentos de ese patético anti-israelí. Según él, “los judíos deberíamos ser esclavos –literlamente– de los musulmanes; el día que lo aceptemos, estaremos en paz”.

Ese pobre hombre hundido en el miedo necesita estudiar Historia. Siglos y siglos de sumisión a cristianos y árabes siempre terminaron en masacres, saqueos, incendios, violaciones. Y miedo. Mucho miedo.

Afortunadamente, la mayoría de los judíos hemos reaccionado correctamente a ese sentimiento, y hemos optado por tomar nuestro destino en nuestras propias manos. Incluso, nos hemos impuesto a nuestros antiguos tiranos.

Es una pena que todavía haya judíos atorados en ese patético sentimiento atávico y añejo, en el que la única opción siempre es ceder. Si los palestinos piden más, darles más. Si el activista judío es inocente y el reclamante palestino es culpable, no importa: la jueza Mac-Kalmanovich debe escuchar al palestino y censurar al judío.

Aunque eso cueste sangre de otros judíos.

Así de irracional puede llegar a ser la mente humana cuando, en el fondo, no se ha podido superar el miedo atávico.

Nota aparentemente fuera de lugar: nuestros sabios antiguos fueron personas descomunalmente lúcidas. Profundos conocedores de los miedos que aquejaban a la gente que los rodeaba, instituyeron una serie de hábitos matutinos que se convirtieron en un impresionante antídoto contra eso que, en otras circunstancias, nos habría consumido hasta hacernos desaparecer.

No es capricho religioso que se nos inculque a que cada mañana, al abrir los ojos, digamos MODE ANI LEFANEJA MELEJ JAI VEKAYAM, SHEHEJEZARTA BI NISHMATI BEJEMLA. RABA EMUNATEJA (“te agradezco Rey viviente y Eterno que me has devuelto el alma con compasión”).

El miedo nos roba el alma. El Eterno y la fe nos la devuelven.

Lástima que haya jueces judíos sin alma.

Como bien dijo el rabino Glick, no sabemos cómo se van a presentar delante de D-os mañana por la noche, cuando las puertas de los cielos comiencen a cerrarse y se firmen los Decretos Divinos sobre cada judío.

Por Israel no me preocupo tanto. Es un país lleno de gente que ya entendió en dónde poner sus miedos atávicos, y sabe defenderse.

Aunque se enfurezcan todos aquellos que siguen obsesionados con la idea de que el único judío bueno es el que se pone en contra de los demás judíos, nosotros seguiremos convencidos de que el mejor uso que le podíamos dar a ese miedo ancestral, fue encontrar allí la motivación para aprender a defendernos.

Y aprendimos muy bien.

Lo seguiremos haciendo.

AM ISRAEL JAI.