Enlace Judío México e Israel.- He aquí mi siguiente tanda de aclaraciones y planteamientos en este interesante diálogo que estamos llevando a cabo Mario y yo. Comienzo con algunas precisiones pertinentes, y luego paso a cuestionar una postura muy clara en la exposición de Mario, pero que me parece incompleta e imprecisa.

IRVING GATELL EN EXCLUSIVA PARA ENLACE JUDÍO

Mario ha planteado cuatro puntos que engloban el debate, y me parece que lo ha hecho correctamente. En resumen, se trata de definir quiénes son los contrincantes, cuáles son sus motivos, cuáles son sus estrategias, y cuáles son sus objetivos.

Señala también –acertadamente– que los dos coincidimos en que ambos grupos son heterogéneos y no caben en una descripción maniquea y acartonada. Sin embargo, justifica su percepción de que yo me desenvuelvo en la idea de “israelíes buenos vs palestinos malos” porque al describir lo que nos parece la postura mayoritaria (gente más interesada en que cada grupo viva por su lado sin meterse con el otro) “sólo me refiero a los israelíes”. Correcto, pero nótese: todavía no estamos ahondando en este punto en concreto. Por eso no me tomé el tiempo de plantear mi descripción de cómo veo tanto a la sociedad israelí como a la palestina. Mi punto sólo era resaltar lo que considero una postura intermedia. Pero si previamente ya fui explícito respecto a que los palestinos no son un grupo homogéneo, me parece que no era necesario redundar en este punto. En su momento, ya me tomaré el tiempo para explicar cómo percibo a la sociedad palestina –heterogénea, por supuesto–, tema que será interesante porque intuyo que tengo diferencias sensibles en relación a la perspectiva de Mario.

Ahora paso a hacer una precisión que, por el momento, me parece más grave. Mario cuestiona mi idea de que “la sociedad israelí está bajo ataque”, apelando a que las estadísticas (y otros datos) corroboran que Israel es un país seguro y con una de las tasas de mortalidad más bajas del mundo, y que sus principales causas son otros asuntos como el cáncer o los accidentes de tráfico. Y que, en contraste, en materia del conflicto las muertes palestinas son entre 5 y 7 veces más que las israelíes.

Mario está incurriendo en una falacia de falsa demostración, porque apela a un dato que tiene que ver con la tasa de mortalidad del país, pese a que yo no hablé de muertes, sino de ataques. Yo nunca dije que “la sociedad israelí esté siendo masacrada” (lo cual sólo se podría corroborar por medio de datos precisos sobre mortalidad). Dije que está bajo ataque. Y al respecto yo le preguntaría a Mario cómo se tienen que definir los cohetes –caseros o de fabricación iraní– que dispara Hamás contra la población israelí, los globos incendiarios que ya han calcinado cientos de hectáreas de reservas naturales israelíes (y que ahora vienen con juguetes incluidos para tratar de que los niños israelíes se acerquen a ellos), o la insistencia de líderes palestinos y manifestantes en Gaza que exigen su “derecho al retorno”, derribarán la valla fronteriza, y aniquilarán a los judíos de Israel.

Eso, guste o no, es estar bajo ataque. Que Israel sea acaso el país con el mejor entrenamiento de la sociedad civil para enfrentar estas coyunturas, o que tenga los servicios de defensa fronteriza más eficientes, y que todo ello redunde en que el número de bajas prácticamente se reduce a cero en esos casos específicos no significa que Israel no esté bajo ataque. Significa que se sabe defender.

Lo que me preocupa en la observación que hace Mario es que pareciera insinuar que dado que los palestinos son los que siempre salen perdiendo (algo que de todos modos es predecible), luego entonces, sus agresiones contra la sociedad israelí no deben ser vistas como eso. Como un ataque. Será interesante que Mario amplíe sus puntos de vista al respecto.

Tocando ese punto, hay que señalar además que si –como bien señala Mario– el número de muertos palestinos siempre es mayor, es porque son ellos quienes proponen la agresión concreta. Los palestinos muertos han caído en agresiones iniciadas por ellos. No tenemos noticia de que algún palestino de Gaza haya muerto porque residentes de Sderot dispararon cohetes de fabricación casera. O porque infiltrados israelíes los hayan acuchillado a la salida de una mezquita. O porque globos incendiarios armados por pobladores de Ashkelón hayan caído en un parque palestino. Siempre, inequívocamente, los muertos palestinos caen en las actividades agresivas (y espero que Mario no vaya a decirme que “no son agresivas”) propuestas por ellos mismos.

La realidad objetiva –a la que Mario apela– es muy sencilla: si esos palestinos se quedaran en sus casas y optaran por otro tipo de alternativas, no estarían muriendo. Como bien podrá calcular el lector, para ahondar en este punto va a ser muy interesante cuando Mario y yo expongamos nuestras perspectivas respecto a los objetivos y estrategias de cada grupo en el conflicto.

Finalmente, Mario señaló otros tres temas que también habrá que desglosar con calma. Uno es el concepto de ocupación, y otro es la definición de terrorismo. Estos dos sólo los mencionó sin entrar en detalle, así que los dejamos para más adelante. El otro es el de la traición, y en este caso sí amplió sus observaciones. Así que procedo a hacer mis comentarios.

Mario se desenvuelve de un modo demasiado impreciso, proponiendo falsos dilemas. Es decir, reduciendo el tema a alternativas o explicaciones demasiado radicales en las que, por supuesto, cualquier persona medianamente sensata estaría en desacuerdo. Por ejemplo, me dice que yo repito que “… activistas y líderes de la izquierda participaron en mítines en los que se hacen llamados a la destrucción de Israel. Fuera de ser una acusación falsa e infundada, ¿qué propone hacer con estos traidores? ¿Fusilarnos?… ¿Está de acuerdo Irving con que los servicios de seguridad funcionen como policía ideológica al peor estilo de la Stasi en Alemania Oriental?”

Pues no, no y no. No veo la necesidad de proponer ideas tan extremas e irracionales, sobre todo porque yo jamás he insinuado algo semejante.

Pero vamos por partes. El primer problema con la objeción que me plantea Mario es que pareciera que trata de negar que en la izquierda judía en general, e israelí en particular, hay un problema. Y es un problema serio.

Estoy de acuerdo en que eso no engloba a todos los izquierdistas (ya lo he dicho; espero no tener que volver a repetirlo). Pero eso no significa que no sea un problema en la izquierda.

Comencemos por el caso de los jueces: reducir todo a que “simplemente aplicaron la ley en el caso de Hanin Zohabi” tiene sus bemoles, porque Israel no tiene una Constitución en forma y las decisiones se toman a partir de la interpretación de las llamadas Leyes Básicas. Aquí sería muy interesante escuchar la postura de Mario sobre Zohabi. Ella se ha cansado de dedicarse a luchar contra Israel. Lo mismo ha llamado al desmantelamiento del Estado que al boicot en su contra. Siempre desde su tribuna como legisladora. Siempre mientras cobra su salario como miembro de la Knéset (y que se paga con los impuestos de los ciudadanos israelíes, judíos la mayoría de ellos).

¿Es ético ese comportamiento? ¿Tiene coherencia? ¿Debe ser tolerado bajo la premisa de que así se debe interpretar la ley? Mi respuesta otra vez es que no, no y no. Esperaré las respuestas concretas de Mario a estos puntos.

Pero no es el único caso. Cuando critico el proceder de la izquierda israelí o la izquierda judía no me estoy limitando a un par de casos aislados. Me refiero a una conducta sistemática que lleva años funcionando igual, y que refleja que –repito– hay un problema allí.

Por ejemplo, podría contarle a Mario de la juez izquierdista Hagit Mac-Kalmanovich, que en 2016 provocó –por su irresponsabilidad– un atentado que cobró la vida de dos judíos. En aquel octubre (justo hace dos años) un joven palestino fue identificado positivamente como un incitador a la violencia en redes sociales. Conforme a la ley, tenía que haber sido encarcelado. Pero la juez Mac-Kalmanovich decidió aplazar su arresto hasta la semana siguiente, y el domingo ese joven asesinó a dos israelíes. Trató de huir a una aldea árabe después de su crimen, pero afortunadamente (y sí, reitero: afortunadamente) fue eliminado.

No fue una conducta aislada por parte de la juez Mac-Kalmanovich. En un pleito que enfrentó al rabino Yehudá Glick con activistas palestinos que lo habían amenazado en 2014, pese a toda la evidencia aportada por la policía y que le daba la razón a Glick, la juez desestimó sus argumentos, se burló de él en la corte, le señaló que él era el verdadero peligro, y le dio la razón a los activistas palestinos que habían hecho la amenaza, todos ellos miembros del grupo Muraibitat, un grupo declarado ilegal por el gobierno israelí. La resolución de la juez fue que Glick no podía acercarse al Monte del Templo –satisfaciendo las exigencias de Muraibitat–, y una semana después el rabino Glick fue víctima de un atentado terrorista. Le dispararon en el pecho a quemarropa. Milagrosamente (si, reitero: milagrosamente) sobrevivió (para disgusto de los activistas-terroristas palestinos y de la juez). Más adelante, la Corte canceló las resoluciones de la juez Mac-Kalmanovich por considerarlas simple y llanamente incorrectas.

O podría contarle a Mario del abierto activismo a favor de las agresiones palestinos y en contra del Estado de Israel de académicos izquierdistas en las facultades de ciencias en diversas universidades. Por ejemplo, de los matemáticos Kobi Peterzil, Ehud DeShalit (que se enfurece cuando Israel se defiende de las agresiones vecinas), Kobi Snitz y Dalit Baum.

Peterzil es el director para la zona norte de la organización Ta’ayush, que en árabe significa “coexistencia”, pero cuyo concepto de coexistencia se basa en la noción de que el Estado de Israel debe dejar de existir tal cual lo conocemos. Según nos explica Lee Kaplan, “Ta’ayush está afiliado al Alternative Information Center (AIC), que trabaja con el Frente Popular para la Liberación de Palestina (FPLP), inspirado en el comunismo, y es el ala comunista y la segunda facción más grande de la OLP. El AIC fue cerrado temporalmente por el Shin Bet por sus vínculos con el FPLP, y conmemoraba la muerte del fundador del FPLP George Habash por inspirarlos. De hecho, el AIC ayudó a alojar a dos terroristas británicos-paquistaníes que llevaron a cabo el ataque suicida con bombas en Mike’s Place en Tel Aviv, y los ayudó a ingresar a Israel”.

Y de los matemáticos me podría pasar a los psicoanalistas israelíes de izquierda del grupo Psychoactive, que se definen como “profesionales de la salud mental para los Derechos Humanos”. Ilana Lach, una de sus miembros, está indignadísima porque Yad Vashem –la institución israelí encargada de preservar la memoria del Holocausto– se dedica a preservar la memoria del Holocausto y no la de los palestinos “asesinados por el sionismo criminal”.

En sus delirantes quejas, alguna vez dijo que el propio museo de Yad Vashem estaba construido sobre las ruinas de la aldea palestina Hirbat al Hamana, destruida por las tropas judías en 1948. Lo cierto es que nadie ha podido demostrar que esa aldea haya existido. Las crónicas de la época sólo señalan que en el lugar había un puesto militar jordano semiabandonado, no una aldea de palestinos indefensos. Ni siquiera la organización israelí izquierdista radical Zojrot, que se dedica a “mapear la Nakbá” (es decir, la “catástrofe” palestina) menciona esa aldea.

Otro caso: la organización judía de izquierda Voz Judía por la Paz ha invitado como conferencista a Rasmea Odeh, que a los 69 años de edad protagonizó un escándalo en los Estados Unidos, perdió la nacionalidad estadounidense y fue deportada.

El problema fue que Odeh le ocultó al gobierno norteamericano que estuvo presa 10 años en Israel, convicta por dos atentados terroristas que se saldaron con varios muertos y heridos. La condena era de Cadena Perpetua, pero Odeh salió libre en un intercambio de prisioneros. Voz Judía por la Paz no ha escatimado esfuerzos en ensalzar a Odeh, junto con Linda Sarsour, y las ha defendido por ser “grandes líderes feministas”. Como si no fuera suficiente, Voz Judía por la Paz también ha expresado su apoyo a Marwan Barghouti, preso en Israel por haber coordinado varios ataques terroristas durante la Segunda Intifada.

Y así como estos, lamentablemente, hay otros casos. Varios. No quiero –por hoy– entrar en detalles sobre articulistas de Haaretz como Gideon Levy o Amira Hass.

Repito: yo sé que esta no es la postura de todos los izquierdistas israelíes o judíos. Pero –repito también– es evidente que si esto puede suceder tantas veces, y de modos tan extremos, al interior de la izquierda israelí, es porque allí hay un problema. Y la solución no es tratar de obviarlo fingiendo que no pasa nada.

Propongo entonces que para desglosar este asunto a fondo, Mario y yo comencemos con el primer punto de su lista de temas: ¿quiénes son los que están involucrados en este conflicto? Más allá de la respuesta obvia de “israelíes y palestinos”, hay muchos matices que tocar en relación a los grupos de postura divergente a la oficial que hay en ambos lados, y será un buen espacio para que Mario explique y aclare la postura de la izquierda israelí (o “las posturas”, si es pertinente), especialmente porque él mismo se identifica como parte de ella.

Que siga el vals.


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