THE WALL STREET JOURNAL

Restringir el debate no resolverá el problema de la integración musulmana.

El juicio por discurso de odio contra Geert Wilders fue puesto en marcha esta semana en Ámsterdam, pero el político populista no se molestó en aparecer en el tribunal. En su lugar, él reiteró el mensaje que lo había puesto en problemas legales en primer lugar, tuiteando que Holanda tiene un “problema enorme” con los inmigrantes marroquíes.

Nosotros discrepamos con Wilders en cualquier cantidad de temas, incluido su llamado a prohibir todas las mezquitas tanto como al mismo Corán como parte de un proceso de “desislamización”, y es una vergüenza que los defensores de la libertad de expresión no logremos elegir a nuestros abanderados. Pero no podemos culpar a Wilders por el desprecio que mostró por el poder judicial y la élite política en Holanda, quienes preferirían restringir el debate libre antes que abordar las preocupaciones que tienen millones de votantes holandeses acerca de la inmigración y asimilación musulmanas.

Aparte del insulto que representa el juicio para los principios de una sociedad libre, enjuiciar al Sr. Wilders por plantear un argumento sobre el cual pueden discrepar los ciudadanos razonables no producirá mayor cohesión social. Wilders estuvo simplemente volviendo a decir en forma cruda lo que ya han concluido líderes e instituciones holandeses respetables: el modelo multicultural para integrar a las comunidades inmigrantes musulmanas es un fracaso.

El Partido Laborista de centro-izquierda hizo sonar la alarma sobre los inmigrantes musulmanes mal integrados en un documento de posición en el 2008, destacando que los votantes blancos sentían una sensación de “pérdida y alejamiento” por comunidades paralelas que no adoptan los valores tradicionales. Por añadidura, advertía que “el error que nunca podemos repetir es sofocar la crítica de culturas y religiones por razones de tolerancia.”

Un estudio del año 2013 por parte del gobierno municipal de Ámsterdam encontró que de los 600 principales criminales juveniles en la ciudad—los condenados por distintos cargos de robos en casas, robos y ataque y que han estado repetidamente en contacto con el fiscal público—47% eran de origen marroquí mientras que sólo 9% eran ciudadanos nativos.

Un estudio al año siguiente por parte del Instituto de Holanda para Investigación Social encontró que la integración económica entre los inmigrantes musulmanes no llevó a mayor apego a los valores convencionales. Los inmigrantes exitosos tendían a “cuestionar el estilo de vida y tradiciones holandesas” y a volver a sus propias identidades, las cuales a su vez se correlacionaban con “creciente activismo y violencia religiosos, incluyendo el yihadismo.”

Los votantes saben todo esto mucho mejor que los políticos y académicos, lo cual es el motivo por el cual Wilders y su Partido de la Libertad siguen siendo populares en las encuestas. Enjuiciar la libertad de expresión no resolverá el problema subyacente o borrará los resentimientos que alimenta entre los holandeses nativos. Si los políticos principales holandeses quieren impedir que Wilders llegue al poder, deben dedicar su tiempo a encarar las preocupaciones reales de sus votantes, no a tratar de criminalizar a su mensajero.

Traducido por Marcela Lubczanski para Enlace Judío México