AGENCIA DE NOTICIAS ENLACE JUDÍO MÉXICO – El apóstol Pablo es uno de los personajes más controversiales de la Historia. Los especialistas coinciden en que Jesús de Nazaret fue judío; nació judío, vivió como judío y murió como judío, sin que tuviese en ningún momento el objetivo de fundar una nueva religión. Por ello, coinciden también en que la ruptura entre Judaísmo y Cristianismo gira alrededor de la figura del apóstol Pablo. ¿Fue él quien cambió o amplió el mensaje de Jesús para fundar algo nuevo, o fueron sus seguidores posteriores a su muerte los que provocaron ese cambio?

En su participación en el Día Limud 2016, Irving Gatell propuso un nuevo enfoque del tema. La base es la aceptación de que el Nuevo Testamento ofrece información contradictoria sobre la vida y el carácter  del apóstol Pablo. Las fuentes son, básicamente, dos libros: Hechos de los Apóstoles (donde se habla de Pablo en tercera persona) y la epístola a los Gálatas (donde Pablo habla en primera persona). La información de ambos textos es incompatible, pese a la insistencia de muchos apologetas cristianos en que los datos no deberían considerarse “contradictorios”, sino sólo “complementarios”.

Gatell no acepta esa respuesta como satisfactoria, debido a que obliga a obviar los datos contradictorios así como los hechos objetivos en el discurso de Pablo. Al respecto, señaló dos de la mayor relevancia para el tema: Pablo nunca tuvo interés biográfico en Jesús, y en contraste, es evidente su interés en el tema de “los misterios” y el modo de conocerlos.

El hecho de que Pablo no tenga interés en la vida terrenal de Jesús suele justificarse bajo la idea de que “Pablo no habría considerado importante ese tema”, pero eso no es un argumento. En realidad, sólo es una evasiva. En el otro tema, cuando Pablo habla de “misterios” no se refiere a un “conocimiento oculto” como concepto general, sino a lo que en ese tiempo y lugar se entendía de manera muy específica al respecto: el contenido promovido por las religiones y cultos mistéricos.

Las cartas del Nuevo Testamento atribuidas a Pablo se enfocan en tres grandes temas: la muerte en su dimensión espiritual como el gran problema del ser humano, sus causas y efectos, y la forma en la que el Cristo salva al ser humano de esa condición. Son temas que nunca fueron del interés del Judaísmo, porque su base teórica está en la filosofía griega. Pablo respondió a estas preguntas siguiendo las pautas clásicas de las tradiciones mistéricas.

Los oponentes a este enfoque apelan a que no existe un solo culto mistérico que ofrezca conceptos similares a los del Cristianismo Paulino. Y es cierto, pero Gatell señala que -en realidad- ninguna tradición mistérica ofrece respuestas similares. Por ejemplo, los mitos de Atis-Cibeles, Isis-Osiris, Mitra y Dionisos -de los más célebres en este rubro- son completamente distintos, y sus contenidos teológicos también. Sin embargo, todos se enfocan hacia las mismas preguntas.

Por ello, si se puede definir a Pablo como un predicador mistérico en toda regla, no es porque sus respuestas sean similares a las de otras tradiciones mistéricas, sino porque intenta responder exactamente a las mismas preguntas.

¿Fue Pablo judío o cristiano? La pregunta, de un talante muy tradicional y limitada a un enfoque incompleto del tema, es insuficiente. El Cristianismo posterior al siglo II no puede definirse ni como Judaísmo ni como Culto Mistérico, pero eso no afecta lo que podemos definir sobre Pablo.

La evidencia, con todas sus limitaciones, nos muestran a un predicador mistérico cuya idea más revolucionaria fue poner al alcance de toda la gente “el conocimiento de los misterios de D-os”, algo impensable en su época, debido a que ingresar a cualquier culto de este tipo era bastante oneroso, razón por la cual las grandes multitudes quedaban excluidas en términos prácticos.

La predicación de Pablo fue la primera que ofreció el acceso a esta “salvación” a cambio de sólo creer, y a ello se debió el éxito de su mensaje por encima de otras tradiciones mistéricas. Por supuesto, al democratizar este tipo de religiosidad, paradójicamente eliminó su perfil verdaderamente mistérico, cuya base es la secrecía y exclusividad de sus ritos y doctrinas. Por ello, el Cristianismo posterior se consolidó como una religión donde se preservaron los vestigios de las creencias mistéricas, pero a la que no se puede definir como “culto mistérico”.

Al promover este tipo de ideas, Pablo rompió definitivamente con el Judaísmo, una religión en la que no caben los contenidos mistéricos por no estar basada en una mitología solar (tema central de las tradiciones mistéricas). Pero no se puede decir que haya “fundado el Cristianismo”, debido a que la definición de las características de la nueva religión se dio en un proceso largo que estuvo más allá de los planteamientos originales de Pablo.