DOUGLAS MURRAY / GATESTONE INSTITUTE –  El 12 de diciembre, la primera ministra conservadora del Reino Unido, Theresa May, pronunció un discurso durante el almuerzo anual de los Amigos Conservadores de Israel. Ante una sala llena de 800 parlamentarios conservadores pro-Israel y seguidores del partido, prodigó elogios al estado judío. Alabó los logros de Israel y castigó a sus enemigos. Dijo que Gran Bretaña conmemoraría el centenario de la Declaración Balfour “con orgullo”. También subrayó que la cooperación y la amistad entre Gran Bretaña e Israel no son sólo por el bien de esos dos países, sino “por el bien del mundo”.

SILVIA SCHNESSEL PARA AGENCIA DE NOTICIAS ENLACE JUDÍO MÉXICO – Para muchos de los que escuchaban en la sala, sólo hubo dos notas discordantes. La primera estaba relacionada con el enfoque del antisemitismo en el discurso de May. Como aprovechó la oportunidad para criticar al Partido Laborista por su problema de antisemitismo, extendió el alcance de sus propias afirmaciones a sí misma. Al mismo tiempo que se jactaba de su éxito como Secretaria del Interior en prohibir la entrada al prominente antisemita francés Dieudonné y finalmente deportar al clérigo salafista Abu Qatada al-Filistini de vuelta a su Jordania natal, aprovechó la oportunidad para felicitarse por la prohibición de Pamela Geller, Robert Spencer y el Pastor Terry Jones de entrar al Reino Unido. “La islamofobia proviene de la misma fuente de odio” que el antisemitismo, explicó.

Se trata de un serio error de categoría para un primer ministro. Pone a los críticos de una religión, como Geller y Spencer, en el mismo plano que la gente buscada por terrorismo (Qatada). Se desdibuja la línea entre la palabra y la acción, y mezcla a quienes llaman a la violencia con los que no. La comparación tampoco sigue las consecuencias de su lógica hasta su propia conclusión ilógica. La comparación no reconoce que cualquier persona que se oponga al antisemitismo islámico es inmediatamente tildada de “islamófoba”. Por lo tanto, alguien que tuviera la esperanza de venir a Gran Bretaña tendría que aceptar ser atacado por extremistas musulmanes por temor a que le prohíban entrar en el Reino Unido. Estos son malentendidos serios y básicos que un primer ministro no puede propagar.

Sin embargo, tenían un sentido político claro. Un Primer Ministro en un país como el Reino Unido del siglo XXI podría pensar que se debe ser excepcionalmente cuidadoso de no parecer que critica a ningún grupo de personas o elogia a otro demasiado. Así que por el momento en Gran Bretaña, el relativismo moral continúa estancado. Si la comunidad judía se queja de antisemitismo, entonces hay que criticar el antisemitismo. Si la comunidad musulmana se queja de “islamofobia”, entonces hay que criticar “la islamofobia”. Hacer juicios de valor podría ser cometer un acto de locura política. Los líderes sabios en sociedades cada vez más “diversas” deben por lo tanto posicionarse a mitad de camino entre todas las comunidades, ni castigar ni exagerar, para mantener dentro al mayor número posible de personas.

La misma táctica trajo el otro momento discordante en el almuerzo de la Primera Ministra, la misma táctica que llevó a la discusión de la disputa israelo-palestina. Porque la otra nota discordante en el discurso de May vino cuando mencionó la construcción israelí de los asentamientos. Fue cuidadosamente colocada en el discurso, después de un pasaje en el que May felicitó a su propio Ministro para el Desarrollo Internacional (DfID), Priti Patel. En los días previos al almuerzo, Patel había anunciado que el DfID llevaría a cabo una investigación para determinar si el dinero de los contribuyentes británicos que se envía a lo que denominó “Territorios Palestinos Ocupados” se utilizaba para financiar los salarios de los palestinos condenados por delitos de terrorismo contra israelíes. Después de esto May dijo:

“Cuando hablamos de obligaciones globales, debemos ser honestos con nuestros amigos, como Israel, porque de eso trata la verdadera amistad, por eso hemos sido claros respecto a la construcción de nuevos asentamientos ilegales: está mal, no es propicio para la paz, y debe detenerse”.

El comentario fue recibido en silencio y May continuó.

Pero este comentario encajaba estrechamente con la estrategia de su otro comentario. Por haber prodigado elogios a Israel, aparentemente parecía necesario un castigo. Está mal, pero difícilmente es posible que un primer ministro británico haga lo contrario. Si hay terroristas recibiendo fondos de los contribuyentes británicos gracias a la generosidad del gobierno británico, entonces esto puede – después de muchos años de campaña de organizaciones antiterroristas – finalmente “ser investigado”. Sin embargo, a lo largo de toda investigación de este tipo, el gobierno británico, aunque dijo que sigue comprometido con un acuerdo de paz que surja como resultado de negociaciones directas entre las dos partes, ha anunciado durante años sus propias condiciones previas para la paz: la congelación de la construcción en lo que llama “asentamientos”. Ellos mantienen esta línea a pesar de que los asentamientos no tienen nada que ver con el problema israelí-palestino. Antes de la Guerra de los Seis Días de junio de 1967, no había tal cosa como “asentamientos”. Los palestinos intentaron destruir y desplazar a Israel por todos los medios – en 1948, 1956 y 1967. El problema central no es, y nunca fue, los “asentamientos”, sino el derecho de Israel (o cualquier nación no musulmana) a existir dentro de cualquier frontera en esa parte del mundo.

En el momento del discurso de May, estos dos temas parecieron reparos insignificantes para algunos y pocos se percataron de ellos. Sólo ahora, quince días después, se ha revelado la verdadera duplicidad del discurso. Porque ahora el mundo ha conocido en qué estaba involucrada la diplomacia del gobierno británico, incluso cuando May pronunciaba su discurso.

Al mismo tiempo que la Primera Ministra hablaba de “verdadera amistad” frente a los amigos de Israel, su gobierno estaba conspirando con el gobierno saliente de Obama para patear a ese amigo por la espalda. A raíz del colapso de la iniciativa patrocinada por Egipto en la ONU, el gobierno británico se expuso como uno de los actores clave con la intención de impulsar la resolución anti-Israel del Consejo de Seguridad de la ONU 2334. Los diplomáticos británicos resultaron estar detrás de la redacción del texto y el reagrupamiento de aliados para la votar resolución.

La interpretación más obvia de este hecho es simplemente una reflexión de que los amigos no patean a los amigos por la espalda. Especialmente no en el foro internacional más importante del mundo para patear a ese amigo en particular. Pero algunos están haciendo una interpretación más amable de los hechos. Lo más amable hasta la fecha es que el gobierno de May cree que una línea más dura sobre el tema de los asentamientos israelíes daría al gobierno británico más influencia con los palestinos.

Si eso es así, entonces parece que el gobierno de May tendrá que aprender en el extranjero la misma lección que debe aprender en casa. Ambos se producirán por el mismo error estratégico: confiar en la conveniencia a corto plazo de lo que al principio debe parecer sólo pequeñas mentiras convenientes. El problema es que estas pequeñas mentiras, cuando son probadas en los grandes mares de los asuntos domésticos e internacionales, tienen tendencia a fracasar con una rapidez y facilidad excepcionales.

Los políticos son aficionados a tomar posiciones. Pero si tomas una postura basada en una mentira, entonces esa posición no puede tener éxito. Si tratas de oponerte al antisemitismo, pero finges que es lo mismo que “islamofobia”, entonces la estructura en la que has hecho tu posición se tambaleará y todas tus aspiraciones fracasarán. Si tratas de defender a Israel mientras simultáneamente confabulas en la ONU para socavar a Israel, entonces tu duplicidad quedará expuesta y la admiración por este y otras posturas se tambaleará. Si intentas basar una posición en la idea de que la construcción de asentamientos más que la intransigencia de los palestinos ante la existencia de un estado judío es lo que está frenando un acuerdo de paz, entonces los hechos seguirán importunando. Lo han hecho antes – en casa y en el extranjero – y lo volverán a hacer.

Fuente: Gatestone Institute – Traducción: Silvia Schnessel