EVELYN GORDON

Hace algunas semanas, la amenaza de seguridad que enfrentaba Israel a partir del terror palestino parecía relativamente baja. Pero entonces Barack Obama y John Kerry decidieron entrometerse. Las consecuencias fueron eminentemente predecibles: Ellos lograron sentirse moralmente superiores, mientras israelíes y palestinos pagan el precio en sangre.

Así es como se veían las cosas hace algunas semanas: los ataques terroristas por parte de lobos solitarios palestinos que estuvieron proliferando hace un año habían perdido fuerza en gran medida ya que la mayoría de los palestinos habían concluido (correctamente) que ellos no estaban logrando nada. Los ataques con cohetes desde Gaza estaban en su punto más bajo en 11 años, con apenas 15 cohetes disparados en todo 2016, debajo de los 24 en 2015.
Aparte, el hecho de que fueran disparados apenas 39 cohetes en los dos años luego de la guerra de Gaza del 2014 mostró que esta guerra había creado disuasión mucho mayor que sus predecesoras. En comparación, 261 cohetes fueron disparados en los dos años después de la guerra del 2009 y 412 en los dos años después de la guerra del 2012. Y si fuera necesaria más prueba del efecto disuasorio de la guerra, estuvo la extraña oferta de Hamas el mes pasado de compartir sus cohetes de fabricación casera con cualquiera dispuesto a usarlos contra Israel–un claro indicio que éste no tenía ninguna intención de librar su propia guerra en algún tiempo cercano. Si la tuviera estaría almacenando sus cohetes en vez de tratar de pregonarlos.

Pero para la semana pasada, las cosas se vieron en forma muy diferente. Funcionarios de defensa israelíes informaron un marcado aumento en intentos de ataques palestinos–principalmente lanzamiento de piedras, pero también hubo una embestida con coche letal en Jerusalem que mató a cuatro soldados e hirió a 16. En una declaración altamente inusual, los funcionarios destacaron que este aumento había ocurrido en las dos semanas desde que el Consejo de Seguridad de ONU aprobó una resolución condenando los asentamientos israelíes el 23 de diciembre. Y si bien el incremento fue en parte atribuible a la temporada palestina de exámenes (cuando más adolescentes están fuera lanzando piedras debido a que están canceladas las clases regulares) fue mucho más bajo que el salto usual en el período de exámenes.

Que este aumento ocurriera inmediatamente después de la resolución de la ONU no es coincidencia. Los funcionarios de defensa obviamente no pueden deletrear la conexión causal, Sería altamente impropio que ellos acusen al gobierno de Obama de fomentar el terror anti-israelí. Pero un comentarista no está sujeto a tales restricciones, así que permítanme explicar.

En los meses que precedieron a la resolución, la comunidad internacional había comenzado a prestar más atención que nunca antes a la forma en que la Autoridad Palestina incita y alienta el terror. Por ejemplo, un informe de julio del Cuarteto (comprendiendo a Estados Unidos, la ONU, la UE y Rusia) enfureció a la AP incluyendo una condena inequívoca a la incitación de la AP, completo con ejemplos. Aún más significativamente, el gobierno inglés anunció el mes pasado que estaba poniendo nuevas restricciones sobre la ayuda a la AP debido a su pago de salarios a terroristas encarcelados, mientras que el Congreso de EE.UU está considerando cortar la ayuda a la AP por la misma razón. Como la AP ya está enfrentando serios déficits de financiación, estos fueron acontecimientos preocupantes. Por consiguiente, ésta había comenzado a aumentar su incitación anti-Israel un poco ligeramente hacia abajo.

Pero entonces llegó la resolución de la ONU, seguida por el discurso de Kerry sobre el proceso de paz cinco días después, y la AP se dio cuenta que ya no tenía que preocuparse más por la incitación: Los buenos tiempos, en los cuales el mundo culpaba a Israel únicamente por la ausencia de paz, estaban de regreso. La resolución–la cual estimó a los asentamientos erróneamente tanto ilegales como un impedimento para la paz y demandó que todos los estados tomen acciones punitivas contra ellos distinguiendo, “en sus tratos relevantes, entre el territorio del Estado de Israel y los territorios ocupados desde 1967”–no pronunció una palabra de crítica a los palestinos. Cierto, incluyó una condena genérica a la incitación y terror, pero sin ninguna mención a quien estaba perpetrando dicha incitación y terror, permitiendo a los palestinos afirmar que incluso esta sección estaba dirigida únicamente a Israel. Kerry entonces reforzó el mensaje dedicando la mayor parte de su discurso a los asentamientos, dejando a la incitación y terrorismo palestinos en segundo lugar.

Por consiguiente, la AP se sintió libre para aumentar su incitación de nuevo a toda máquina. Y lo hizo, con efecto letal.

Poco antes de que fuera aprobada la resolución, por ejemplo, un periodista del Jerusalem Post que preguntó a más de dos docenas de palestinos de Jerusalem oriental lo que pensaban de los planes informados de mudar la embajada de EE.UU desde Tel Aviv a Jerusalem no pudo encontrar uno solo a quien le importara. Pero luego la AP, reforzada por la resolución y el discurso de Kerry, ordenó a todos los imanes bajo su control que dedicaran sus sermones del viernes 6 de enero al motivo por el cual la mudanza de la embajada era inaceptable y llevaría a la violencia. Después de todo, el mundo difícilmente podría objetar eso. Kerry mismo había dicho exactamente lo mismo. Y el 8 de enero, un palestino de Jerusalem oriental llevó a cabo el atropellamiento que mató a cuatro soldados. Sus parientes dijeron que él lo hizo después de escuchar a un imán local atacar la mudanza propuesta de la embajada en su sermón del viernes.

Pero la incitación palestina no es sólo letal para israelíes; es incluso más letal para los palestinos. Siempre que estalla la violencia, los palestinos terminan siempre con la cuenta de muerte más alta; eso es inevitable, dado el armamento superior de Israel. Lamentablemente, eso nunca ha disuadido al liderazgo palestino de fomentarla. Así, tranquilizando a la AP de que no enfrentará ninguna consecuencia internacional por incitar, el equipo Obama-Kerry garantizó el derramamiento de sangre en ambos lados.

Hace dos años y medio, detallé cómo otra campaña de Obama-Kerry para promover la paz terminó provocando en su lugar una guerra. Pero o ellos no aprendieron nada de ese fiasco, o simplemente no les importa cuántos israelíes y palestinos mueren en el nombre de permitirles hacerse pasar por moralmente superiores en la escena mundial. Después de todo, ellos estarán fuera del cargo para el fin de la semana. Los israelíes y palestinos todavía estaremos aquí sangrando.

 

 

Fuente: Commentary

Traducido por Marcela Lubczanski para Enlace Judío México.