La visita de Netanyahu a Washington es una oportunidad para desenmascarar falsedades perniciosas acerca de Israel.

MAX SINGER

Donald Trump compitió para presidente prometiendo deshacerse de la corrección política y decir verdades fuertes. Eso es algo para tener en mente esta semana. El miércoles el primer ministro israelí, Benjamín Netanyahu, visitará la Casa Blanca. El jueves habrá audiencias de confirmación en el Senado para David Friedman, el nominado de Trump para embajador ante el Estado judío. Ambos eventos ofrecen una oportunidad para hablar con la verdad como prometió Trump.

Estados Unidos ha favorecido durante mucho tiempo a Israel, incluso durante el frío relativo de la administración Obama. Washington, no obstante, ha repetido como loro o aceptado pasivamente las falsedades convencionales acerca del conflicto israelí-palestino. Si Trump quiere hacer avanzar la posibilidad de paz, debe comenzar por desafiar las cinco grandes falsedades que sostienen el consenso anti-Israel:

1. Israel ocupa “territorio palestino.” Esto es absurdo, nunca ha habido un gobierno palestino que pudiera mantener algún territorio, significando que Israel no pudo haber tomado “tierra palestina.” Muy posiblemente grandes partes de la Margen Occidental deben volverse territorio palestino, pero esa es una afirmación diferente.

La administración Trump debe describir siempre a la Margen Occidental como tierra “disputada” y hablar contra la frase “territorio palestino”, excepto cuando es utilizada en el tiempo futuro. También debe reconocer que Israel llegó al territorio que mantiene no sólo durante una guerra defensiva sino también a través de derechos legales e históricos, incluido el mandato de la Liga de Naciones de 1922 para establecer una patria judía.

2. Millones de “refugiados” palestinos tienen un “derecho al retorno” a Israel. La opinión internacional estándar es que Israel ha impedido que cinco millones de refugiados, muchos viviendo en “campamentos de refugiados”, regresen a sus hogares. Pero prácticamente ninguna de estas personas son refugiados como se definen normalmente; más bien son los descendientes de refugiados. El mundo árabe los ha mantenido en la miseria durante tres generaciones para preservar su difícil situación como un arma contra Israel.

Estados Unidos ha fallado en desafiar esta narrativa falsa. Es el principal sostén financiero de UNRWA–la Agencia de Naciones Unidas para Ayuda y Obras para Refugiados Palestinos en el Cercano Oriente–cuyo único propósito es proveer las necesidades básicas de estos “refugiados” perpetuos.

En privado, los diplomáticos estadounidenses comprenden que la descripción normal de “refugiados” palestinos es un fraude y que estos descendientes no tienen ningún “derecho al retorno.” Un primer paso hacia la paz, entonces, sería terminar la charada y empezar a desmantelar UNRWA. La administración Trump podría mencionar también al estimado de 800,000 refugiados judíos que, a partir de la década de 1940 y principios de la década de 1950, fueron arrojados fuera de los países árabes donde habían estado viviendo durante milenios. La mayoría de ellos se instalaron en un Israel empobrecido y recién nacido sin ayuda internacional.

3. Israelíes y palestinos tienen derechos comparables respecto a Jerusalem. Este es el mejor ejemplo de la falsa “imparcialidad” que ha caracterizado durante mucho tiempo a la política norteamericana–diciendo, por ejemplo, que “Jerusalem es sagrada para ambas religiones.” Si bien la Mezquita al Aqsa de la ciudad es importante en el Islam, Jerusalem misma no tiene esencialmente ninguna importancia religiosa. No es mencionada en el Corán o en las plegarias musulmanas. Nunca fue la capital de algún imperio islámico.

La paz requiere reconocer tres cosas: que Jerusalem debe seguir siendo la capital de Israel; que los sitios religiosos de la ciudad deben ser protegidos y libres, como lo han sido sólo bajo el estado judío; y que cualquier disposición para una capital palestina no debe amenazar la unidad pacífica de la ciudad. Un pronunciador de verdades intrépido también mudaría la Embajada de Estados Unidos a Jerusalem, a pesar de las amenazas de una respuesta violenta, y permitiría que los pasaportes de ciudadanos estadounidenses nacidos en la capital registren que ellos nacieron en Israel.

4. No hubo ninguna presencia judía antigua en Israel. Los líderes palestinos insisten en que esto es cierto, y en que los templos judíos históricos no estuvieron localizados en verdad sobre el Monte del Templo en Jerusalem. Esto alimenta su afirmación de que los judíos llegaron a Israel como colonialistas extranjeros impuestos por los europeos después del Holocausto.

Esta falsedad sólo puede ser sostenida porque es tolerada educadamente por Estados Unidos y Europa–y a veces apoyada por agencias de la ONU como UNESCO. Trabaja contra la posibilidad de la paz al negar a los palestinos una base moral para negociar con Israel. La administración Trump debe contradecir estas negaciones absurdas tan a menudo, que los líderes palestinos comiencen a parecer tontos a su propio pueblo.

Los palestinos están preparados para aceptar una “solución de dos estados” para terminar el conflicto. Estados Unidos tiene una tendencia a asumir que los líderes palestinos están listos para aceptar a Israel si les son ofrecidas concesiones adecuadas. La administración Trump debe preguntar: ¿Cuál es la evidencia para esto? ¿Cuándo los palestinos renunciaron a su compromiso a largo plazo de destruir a Israel, y qué líderes respaldaron un cambio tan drástico? Indudablemente muchos palestinos están dispuestos e incluso ansiosos por la paz. Pero todavía es tabú en el debate palestino sugerir en forma pública aceptar la legitimidad de Israel o renunciar a los derechos de los “refugiados.”

Washington tiene práctica en imparcialidad superficial, emitiendo siempre declaraciones aparentemente paralelas sobre ambas partes. Lo que puede traer la administración Trump es imparcialidad genuina: respetando las verdades de cada parte y rechazando las falsedades, aun cuando esto lleva a una posición que parezca “desequilibrada.”

Israel, también, debe moverse hacia una estrategia de decir la verdad y dejar de apaciguar al falso consenso internacional. Debe defender su caso en forma desafiante ante el mundo. Israel puede estar preparado y dispuesto a hacer concesiones para la paz sin fingir que hoy hay algún término sobre el cual los palestinos estén dispuestos a concordar. Los israelíes deben continuar ayudando a la economía palestina pero no abstenerse de publicitar las formas en que los palestinos sabotean el esfuerzo y socavan su propio bienestar.

Incluso en un conflicto tan tenso como éste, quedan verdades subyacentes–y la política norteamericana en el Medio Oriente se beneficiará de decir más de ellas.

 

Max Singer es fundador del Hudson Institute, y un miembro importante en el Begin-Sadat Center for Strategic Studies en la Universidad Bar-Ilán en Israel.

 

Fuente: The Wall Street Journal
Traducido por Marcela Lubczanski para Enlace Judío México