El pasado 16 de febrero se llevó a cabo un evento conmemorativo en recuerdo de la la Expulsión de los Judíos de los Países Árabes, con la participación de la Sra. Tal Naim, agregada cultural de Israel en México, y el Rabino Elie Abadie, entre otros distinguidos participantes. El Rabino Abadie nos comparte un extenso texto sobre el contexto histórico y político de este terrible episodio. Ésta es la primera parte.

RABINO ELIE ABADIE PARA ENLACE JUDÍO MÉXICO –

Perspectiva Histórica

Un obstáculo mayor a la paz elusiva en el Medio Oriente es el problema de los llamados Refugiados Palestinos. Sin embargo, un componente clave para entender este problema ha sido pasado por alto, ignorado y oscurecido en el diálogo actual. Este componente es la historia de las violaciones de derechos humanos y la limpieza étnica en contra de los judíos en los países árabes. Estos judíos oriundos de países árabes y sus descendientes componen aproximadamente el 50% de la población de Israel. Las cuestiones que rodean a los refugiados palestinos se abordan con frecuencia en la ONU, en los medios de comunicación y en las revistas jurídicas. Muy poco se ha escrito sobre los judíos desplazados de los países árabes. De más de 1100 resoluciones de las Naciones Unidas sobre Israel y los llamados palestinos, 193 resoluciones se refieren específicamente a los refugiados palestinos. Por lo contrario, CERO resoluciones tratan de los refugiados judíos desplazados de países árabes.

¿Cómo llegaron estos judíos a vivir en todos estos países árabes?

Los judíos constituyeron una comunidad estable e histórica en estos países, que data por lo menos de hace 3,000 años – varios siglos antes de la aparición de Mahoma. La comunidad siria de Alepo se remonta al rey David, hace 3,000 años; la comunidad yemenita, al rey Salomón hace 2,900 años; la comunidad iraquí e iraní data del primer exilio babilónico hace 2,500 años; y la comunidad egipcia de hace más de 1,000 años.

Desde el tiempo de Mahoma y la conquista islámica en 622 de las tribus del norte de África y la Península Ibérica, el estatus legal de los judíos en las tierras árabes se basa en el Corán, que establece las leyes que rigen tanto la vida religiosa como secular de los musulmanes. Los judíos eran conocidos como creyentes, y como tales no se les dio la opción de adoptar el Islam o la muerte, pero se les dio la tercera opción – la de la sumisión. Por lo tanto, la convivencia entre judíos y musulmanes exigía que los judíos fueran sumisos a los musulmanes. Esta coexistencia data de la época de Mahoma y su sucesor, el Califa Omar. Las personas sometidas al gobierno musulmán recibieron protección contra la muerte y la conversión, como dhimmis. Esta protección requería que los dhimmis pagaran un impuesto personal conocido como Jiziya o multa. Los dhimmis tenían prohibido testificar contra los musulmanes, poseer un hogar, ocupar cargos oficiales, llevar armas o beber vino en público, no podían construir casas más altas que las musulmanas, no podían montar a caballo o burro en silla de montar, no podían exhibir su Torá excepto en sus sinagogas, ni podían levantar la voz al leer o soplar el Shofar, y tenían que llevar un emblema especial en sus vestidos, amarillo para los judíos (la estrella amarilla no fue una invención nazi). Era su deber reconocer la superioridad del musulmán y otorgarle honor.

Esta discriminación codificada contra los dhimmis, permitió que se convirtieran en chivos expiatorios y se volvieran vulnerables a ataques por parte de turbas, asaltos, violaciones, torturas y humillación por parte de sus anfitriones musulmanes, como veremos.

Por ahora vamos a examinar sólo la historia judía reciente en estas tierras, que data de la inquisición española y la expulsión, ya que estos judíos españoles constituyeron la mayor parte de las comunidades judías en tierras árabes.

1.- Expulsión de la Península Ibérica.

El año 1492 marcó un comienzo de décadas de agitación contra los judíos de la Península Ibérica y el sur de Europa, incluyendo Portugal, Italia y los Estados Pontificios, etc. El mundo musulmán volvió a ser el hogar de cientos de nuevos y revitalizados centros de vida judía.

Barcos llenos de refugiados judíos encontraron refugio en los puertos del norte de África, incluyendo Argelia, Túnez y Marruecos. No fue un re-asentamiento fácil. Muchos murieron a causa de la peste, otros en enfrentamientos entre diferentes facciones y tribus árabes y musulmanas, muchos fueron vendidos como esclavos y otros fueron quemados en la hoguera de Ancona por orden de la inquisición papal – incluso después de su expulsión de España.

2. – El Imperio Otomano

Los sultanes del Imperio Otomano, Bayezid II, Mehmet II y Suleiman el Magnífico, fueron gobernantes astutos que estuvieron encantados de recibir a los talentosos y exiliados judíos. Los consideraban una fuerza vital para un imperio en expansión. Bayezid II no sólo dio la bienvenida a los exiliados sefardíes, sino que ordenó a sus gobernadores provinciales que les ayudaran abriendo las fronteras. Al parecer, exclamó: “Ustedes llaman a Fernando un rey sabio; empobreció a su país y enriqueció los nuestros”. En el punto más vital de su expansión, el Imperio Otomano albergaba aproximadamente a 250.000 judíos.

El largo y tortuoso declive del Imperio Otomano comenzó ya en los últimos años del reinado de Suleimán el Magnífico, y las fortunas de los Sefardíes reflejaron esta pérdida gradual. A medida que se extendía la anarquía política y social, también comenzó a colapsar el sistema económico centralizado. La anarquía reemplazó al gobierno por todos los rincones del mundo musulmán. La corrupción y la extorsión de los gobernadores locales estaban fuera de control. Esto condujo a un aumento en la inseguridad personal y el abuso hacia todas las minorías, incluyendo los judíos.

La conspicua miseria de los judíos sorprendió a muchos viajeros a las tierras musulmanas en los siglos XVIII y XIX. El poeta judío italiano Samuel Romanelli hizo una visita a Marruecos a finales de 1700; encontró que los judíos allí eran “criaturas oprimidas, miserables, que no tenían ni la boca para responder a un árabe ni el valor para levantar la cabeza”. Había trabajo forzado: los sábados se obligaba a los judíos a salir de las las sinagogas para trabajar. En lugares como Marruecos y Yemen, la situación de los judíos era más extrema.

El inglés William Lane, quien visitó la ciudad de Cairo en la década de 1830, escribió: “Un judío casi nunca se atreve a pronunciar una palabra de insulto cuando es herido o maltratado por el árabe más vil, porque muchos judíos han sido condenados a muerte por una acusación falsa y maliciosa, supuestamente por pronunciar palabras irrespetuosas contra el Corán. Es común ver a un árabe abusar de su burro diciéndole a la bestia “judía”.

El visitante francés Mouette señaló sobre los judíos de Marruecos: “Rara vez van solos al campo porque los árabes y los bereberes los masacran. Prácticamente nunca hay justicia para ellos en estas tierras. Se les exige ir descalzos fuera de su barrio”.

El viajero francés Lempriere comentó: “En cada país donde residen esos desafortunados judíos, son tratados como otra clase de seres”. En Túnez, a los judíos que salían después del anochecer no se les permitía llevar una linterna. Si tenían que pasar frente a la Kasbah, se les exigía que se postraran en señal de sumisión, y luego tenían que caminar con la cabeza baja.

En la mayor parte del mundo muslmán se aplicaban reglamentos de ropa discriminatorios para los judíos, lo quer los exponía al abuso público de todos los sectores. En los Haras (guetos) de Túnez, las capas/galabias usadas ​​por los judíos sólo podían ser de color azul o negro, sus zapatos y gorros, solamente negros. En Mzab (sur de Argelia), los judíos tenían que vestirse sólo de negro y se les prohibió emigrar. Los niños árabes apedreaban a los judíos en la calle (no muy diferente de lo que sucede en Israel ahora).

La relativa tolerancia del mundo islámico en la época medieval fue reemplazada por un profundo desprecio a los judíos. La deplorable situación de los judíos en Irán no era diferente. Un visitante europeo escribe: “En cada fiesta pública en el palacio real, grupos de judíos eran detenidos arrojados a un tanque lleno de agua y lodo, para que el rey y la multitud se divirtieran viéndolos trepar medio ahogados y cubiertos de lodo”. La persecución de judíos en Irán culminó en la conversión forzada de los judíos de Meshed en 1839.

En Yemen, los huérfanos judíos le eran arrebatados a la comunidad para educarlos como musulmanes, y los adultos judíos tenían que limpiar las letrinas públicas. El infame Decreto de la Corona exigía que los judíos de Yemen llevaran la cabeza descubierta.

En Argelia, el Rabino de Argel fue decapitado en una rebelión musulmana contra el gobernador militar a principios del siglo XIX.

En Siria, en febrero de 1840, un monje capuchino conocido como el Padre Thomas desapareció en Damasco, Siria. Debido a que era un sardo bajo protección francesa, el cónsul francés reunió a varios judíos como sospechosos y procedió a interrogarlos y torturarlos, bajo la sospecha infundada de que tenían algo que ver con la desaparición del monje y formaban parte de un complot judío de asesinato ritual. Bajo tortura, varios presos “confesaron”. Otros murieron o se convirtieron al Islam. El libelo de sangre contra la comunidad judía se extendió como un incendio forestal para devorar a los judíos de Rodas, Beirut y Esmirna, en el evento conocido como el Asunto de Damasco.

(Continuará)