SHMUEL TRIGANO / Si no hay un “voto judío”, los judíos votan y deben decidir de acuerdo a sus intereses. La cuestión más grave para ellos (como para Francia), es el lugar y la naturaleza que con el tiempo adquirirá el Islam en Francia.

Tres razones para ello. En primer lugar, una razón que tiene que ver con la imagen y la condición de la comunidad. No es ningún secreto que la acusación de “comunitarismo” (filosofía comunitaria) lanzada contra la comunidad judía apareció al mismo tiempo que la “comunidad de la inmigración” y se convirtió en un problema a finales de 1980. El caso del velo, el mismo año que el Bicentenario de la revolución francesa, dio voz a un neo-republicanismo que asimila irresistiblemente la comunidad judía a una población recién llegada, lo que representó una especie de rastrera desnacionalización simbólica. Esta equivalencia indebida liga el destino en el largo plazo de “las dos comunidades” (sin nombre), según la expresión insidiosa de Mitterrand durante la primera Guerra del Golfo.

La segunda razón es que el estado religioso objetivo del Islam – una religión que no pasó por la reforma napoleónica – desestabiliza a las otras religiones y negativamente, puesto que las exigencias incontroladas de los musulmanes, de alcance considerable debido a su número, conduce al Estado a reducir las facilidades concedidas a las religiones concordatarias, bajo pretexto de no hacer diferencias. La llegada del Islam así hace retroceder su estado adquirido desde la Segunda Guerra Mundial (la “laicidad abierta”), además de que el poder ha dado muestras de sesgo y parcialidad con las declaraciones cuasi-teológicas como la pronunciada por Holanda ante el Parlamento de Túnez sobre “el Islam soluble en la democracia”, confiriendo así a esta religión un semi status de “la religión más favorecida”.

La tercera razón quedó demostrada por el nuevo antisemitismo de la década del 2000: es el Islam lo que la inspiró.

Tres razones: morfológica y social, religiosa, política y de seguridad.

Una razón adicional a considerar, la ideológica: la bandera palestina se ha convertido en el símbolo de la identidad árabe-musulmana en Francia, mientras que sustituye para la extrema izquierda el papel del antiguo Proletariado. La convergencia de las dos corrientes resulta en el “islamo-izquierdismo”, cuyo enfrentamiento con la comunidad judía es potencial.

Sería un error creer que la causa de Israel es secundaria para los judíos de Francia: ella es capital en el plano simbólico y nutre de excusas a los nuevos (y tan viejos) antisemitas que pretender no ser más que antisionistes.

Veamos, a ese respecto, la atmósfera general en los medios de comunicación, los intelectuales, en el campus, en una parte importante del mundo político: no es amistosa hacia Israel y todo lo relacionado con él. Por otra parte, la gestión del terrorismo después de haberse descuidado durante mucho tiempo por los socialistas es puramente “compasiva” y de seguridad pero no política como el antisemitismo, que es un hecho político.

En todo esto, una opción posible es el mal menor. Según los planes del PS, el tema se comprende. Es el campo que del que hay que huir en todos sus aspectos, no sólo en función de su pasivo de 30 años, sino precisamente del proyecto sectario y utópico de su representante. El comodín más terrible en el juego dramático de estas elecciones es Macron, no sólo emanación por excelencia del hollandismo sino también la inconsistencia y el vacío personificados. Su discurso en Argelia también deja prever lo peor en las cuestiones que afectan directamente a los judíos. Francia con él entraría en la incertidumbre. No, no veo más que una posibilidad, la de los republicanos dirigidos por François Fillon, deseando que no se ‘sarkozyce’, una vez en el poder.

Es necesario que Francia dé la vuelta para que pueda mantener la identidad judía que ha optado por la continuidad en este país más que por el abandono. Puesto que partir es también una opción válida ante un estado de hecho socio-político e ideológico que probablemente se convertirá en un callejón sin salida estructural de la condición judía en el futuro.

La identidad judía después de la guerra se había apoyado en la centralidad del Estado y la identidad cultural de Francia, pero también en el sionismo e Israel, para su existencia. La multiculturalidad ha resultado fatal para ella.

Fuente: Europe Israël News – Traducción: Silvia Schnessel – © EnlaceJudíoMéxico