En la época bíblica, los israelitas estaban obligados a hacer peregrinación. En la Torá está escrito que todo hombre adulto debía visitar el Templo de Jerusalem en tres ocasiones: en Pesaj, Shavuot y Sucot.

MARCOS GOJMAN

David M. Gitlitz y Linda Kay Davidson en su libro “Pilgrimage and the Jews”, tratan el tema de las peregrinaciones judías. Y se preguntan: ¿Peregrinaciones cómo los católicos que van a Lourdes o Fátima a buscar una cura para su enfermedad? Pues muchos judíos van a la tumba de Raquel o a la de los Patriarcas en busca de cura. ¿Cómo los musulmanes que van a La Meca? Judíos de todo el mundo vienen a Jerusalem a rezar en el Muro Occidental. ¿Como los que van a tumbas de santos como San Francisco de Assisi? Muchos judíos peregrinan anualmente a las tumbas de sus rebes, como Elimelej de Lezhansk, en Polonia o Menajem Mendel Schneerson en Queens. ¿Cómo los indios que van a Varanasi a las orillas del rio Ganges a morir? Por cientos de años, judíos ancianos han hecho el viaje a Jerusalem para morir y ser enterrados en el Monte de los Olivos.

Dicen Gitlitz y Davidson: “Una peregrinación es literalmente un viaje que se hace a un lugar cargado de significado. Ese significado puede ser de lo más variado, pero especialmente destacan los peregrinajes con tema religioso, los cuales funcionan bajo tres premisas: primera, que hay un poder invisible, que es muy superior a nosotros mismos y que asume un papel activo en la configuración de nuestras vidas; segunda, que los humanos pueden conectarse con ese poder y tercera, que ese poder es especialmente accesible en ciertos lugares privilegiados.”

Ya en la época bíblica, los israelitas estaban obligados a hacer peregrinación. En la Torá está escrito que todo hombre adulto debía visitar el Templo de Jerusalem en tres ocasiones: en Pesaj, Shavuot y Sucot. Esto se hizo mientras existió el Templo, el primero y el segundo, pero con la destrucción de este último, esta práctica quedó cancelada.

El Talmud, por su parte, habla poco del tema y en nigun lado ordenan los rabinos hacer una peregrinación, con la excepción de ir a Jerusalem en las tres festividades. Norman Solomon dice que con todo que los sabios del Talmud no fomentaban las peregrinaciones, las costumbres populares judías si lo hacían, centrándose en visitar las tumbas de patriarcas, de profetas o de sabios. La lista, que es bastante larga, incluye la cueva de Majpelá en Hebron, la tumba del profeta Ezequiel en Irak, la de Shimón bar Yojai en Meron, la de Rabbi David uMoshe en Marruecos y la de Rabi Najman de Bratslav en Uman, Ucrania, entre otras.

Especialmente la peregrinación a Uman es notoria. Cada Rosh Hashana, decenas de miles de Hasidim visitan la tumba del Rebe Najman de Bratslav, en el antiguo cementerio judío. Antes de su muerte, el Rebe prometió interceder a favor de cualquiera que viniera a orar en su tumba en Rosh Hashaná, “aunque sea el peor de los pecadores”. Y sus seguidores la visitan, esperando les cumpla su promesa.

Las peregrinaciones son un fenómeno universal. Muchas son con tema religioso, pero también las hay “seculares”, como “La marcha de la vida” que visita Auschwitz. Unos buscan un beneficio personal como la peregrinación a Uman, otros una conexión más espiritual. Pero, en cualquier caso, para bien o para mal, la pereginación es un viaje que te cambia.

 

Bibliografía: David M. Gitlitz y Linda Kay Davidson “Pilgrimage and the Jews”, Norman Solomon “Jewish Pilgrimage and Peace” y otras fuentes.

Fuente:alreguelajat.com