Enlace Judío México.- En algún punto, Etgar Keret se dio cuenta de que, para juzgar sus historias, le venía mejor la opinión de un amigo o de su hermano que la de los críticos literarios más reputados del mundo. Muchos de estos últimos, de hecho, le recomendaron que desistiera.

“La relación entre un escritor y un lector es un poco como la amistad entre dos personas”, reflexionó el autor esta noche ante un auditorio lleno de amigos.

“No todo mundo puede ser tu amigo y no a todos le puedes caer bien, pero mientras haya personas dispuestas a ser tus amigos o personas a las que les caigas bien, puedes estar contento”, apuntó.

Como parte de su visita a México para promover su libro de relatos más reciente, Tuberías (Sexto Piso), el escritor israelí tuvo un encuentro con sus lectores en la librería Gandhi Mauricio Achar.

El cariño de los presentes, quienes hicieron una larga fila para obtener su firma o agradecerle sus libros, fue evidente en todo momento.

Con la traducción de Diego Rabasa, editor del sello librero que ha traducido y publicado seis volúmenes de Keret, el autor contó las historias que lo llevaron a crear dos de sus cuentos más queridos: “¿Qué traemos en los bolsillos?” y “Guayaba”.

Ambas anécdotas, graciosas y metafóricas como su literatura, dieron las claves para entender el cerebro literario del autor.

En la primera, por ejemplo, relató cómo un episodio vergonzoso en un detector de metales lo llevó a escribir la historia de un hombre que guarda mil chucherías en sus bolsillos para que, al llegar un posible amor, él tenga cualquier cosa que pueda necesitar, desde un palillo hasta un timbre postal.

“La sinceridad es, para mí, la brújula más importante como escritor. Mientras me mantenga sincero, el trabajo mantiene su unidad”, explicó.

En una charla que mantuvo a su lectores riendo todo el tiempo, Keret compartió también una lista de 10 consejos para escritores jóvenes.

Así, sugirió asegurarse de disfrutar la propia escritura, amar a los personajes creados como si se fuera su madre –aunque sean desalmados–, empezar una historia por la mitad, tratar de no saber cómo acaba y, sobre todo, escribir como uno mismo, sin copiar.

“Mi definición de una buena historia es una que es más inteligente que la persona que la escribió”, compartió.

Jovial, con una naturalidad que inspiró confianza, el autor se pintó de cuerpo entero: como un escritor absolutamente enamorado de su oficio.

“Escribir es, básicamente, el mejor pasatiempo que uno podría pedir”, aseguró.

“Te sientas y puedes ir a a cualquier lugar que desees, hacer cualquier cosa que desees; no estás constreñido por los deseos de nadie o por las leyes de la física: puedes besar a quien quieras y golpear a quien quieras”, celebró.

 

 

Fuente:reforma.com