Enlace Judío México / David Harris – Cualquier mención de la palabra “historia” puede ocasionar un gesto de hastío. Si agregamos a la ecuación el tema del Medio Oriente, la gente comienza a correr por sus vidas, tratando de huir del aparente pozo sin fondo de los detalles y las disputas.

Pero sin una comprensión de lo que ocurrió en el pasado, es imposible entender dónde nos encontramos hoy en día -y dónde nos encontramos tiene una profunda relevancia para la región y el mundo.

Este mes, hace cincuenta años, dio inicio la Guerra de los Seis Días.

Mientras algunas guerras se diluyen en el tiempo, esta sigue siendo tan relevante hoy como lo fue hace cincuenta años. Muchos de los problemas que la originaron siguen sin resolverse.

Políticos, diplomáticos y periodistas continúan tratando de desenmarañar las consecuencias de esa guerra, pero en rara ocasión consideran, o quizá ni siquiera están al tanto, del contexto. Pero sin contexto, algunas cosas fundamentales parecen no tener sentido.

En primer lugar, en junio de 1967, no existía el estado de Palestina. No existía entonces, y nunca antes había existido. Su creación, propuesta por la ONU en 1947, fue rechazada por el mundo árabe porque también significaba el establecimiento de un estado judío a la par.

Segundo: Cisjordania y la parte oriental de Jerusalén estaban en manos de Jordania. En clara violación de acuerdos solemnes, Jordania le negó a los judíos el acceso a sus lugares más sagrados en Jerusalén Oriental. Para empeorar las cosas, desecraron y destruyeron muchos de estos lugares.

Mientras tanto, la franja de Gaza se encontraba bajo control egipcio, con un férreo control militar sobre los habitantes.

Y las Cumbres del Golán, que regularmente se usaban para atacar con proyectiles a los centros habitados que se encontraban al pie, pertenecían a Siria.

Tercero: el mundo árabe podía haber creado un estado palestino en Cisjordania, Jerusalén Oriental y la Franja de Gaza en cualquier momento. No lo hicieron. Ni siquiera hubo una discusión al respecto. Y los líderes árabes, que hoy en día profesan un lazo con Jerusalén oriental, en muy pocas ocasiones, si es que alguna vez, visitaron dicha zona. Se le consideraba como una provincia árabe sin importancia.

Cuarto: la frontera de 1967 al momento de la guerra, tema tan en boga en las noticias actuales, no era más que una línea de armisticio que databa de 1949 — conocida comúnmente como la Línea Verde. Esto después de que cinco ejércitos atacaran a Israel en 1948 con el fin de destruir al naciente estado judío. Fracasaron en su intento. Se trazaron las líneas del armisticio, pero estas no eran fronteras formales. No podían serlo. El mundo árabe, aun derrotado, se rehusaba a reconocer el mero derecho de Israel a existir.

Quinto: la Organización para la Liberación de Palestina (OLP), que apoyaba la guerra, fue establecida en 1964, tres años antes del comienzo del conflicto. Esto es importante porque fue creada con el objetivo de destruir a Israel. Recordemos que en 1964 los únicos “asentamientos” eran Israel mismo.

Sexto: en las semanas previas a la Guerra de los Seis Días, los líderes egipcios y sirios en repetidas ocasiones drclararon que la guerra era inminente y que su objetivo era borrar a Israel del mapa. No había ambigüedad alguna en ello. Veintidos años después del Holocausto, otro enemigo hablaba ya del exterminio de los judíos. Todo esto se encuentra perfectamente documentado.

Los documentos de la época también dejan claro que Israel, en los días previos a la guerra, conminando a Amman a no meterse en el conflicto. El Rey Hussein de Jordania ignoró la petición de Israel y ató su destino al del Egipto y Siria. Sus ejércitos fueron derrotados por Israel, y así perdió el control de Cisjordania y Jerusalén Oriental. Más tarde reconoció que había cometido un gravísimo error al entrar a la guerra.

Séptimo: el presidente egipcio Gamal Abdel Nasser exigió la retirada de las fuerzas de la ONU para el Mantenimiento de la Paz que se encontraban emplazadas ahí desde la década anterior para prevenir conflictos. Desgraciadamente, la ONU accedió a esta petición sin haberlo consultado antes con Israel. Esto suponía que no existía una zona búfer entre los ejércitos árabes que se desplazaban ahí y las fuerzas armadas israelíes en un país que comprendía apenas el 2% del territorio egipcio -y 9 millas en su punto más estrecho

Octavo: Egipto había bloqueado las rutas marítimas israelíes del Mar rojo: las únicas rutas de acceso que unían a Israel con Asia y África. Estas medidas fueron interpretadas como un acto de guerra por Jerusalén. Estados Unidos se había pronunciado a favor de unirse a otros países con la intención de romper con este bloqueo, aunque al final, desafortunadamente, no actuaron al respecto.

Noveno: Francia, que para entonces era el principal abastecedor de armas de Israel, había anunciado que suspendería la venta de armas durante la tarde de la guerra de junio. Esto dejó a Israel en un grave peligro potencial en el supuesto de que la guerra continuara. No fue sino hasta el siguiente año que Estados Unidos pudo llenar ese vacío y abastecer a Israel de un sistema de armas vital.

Y finalmente, después de haber ganado la guerra, Israel tenía la esperanza de que estos territorios recién arrebatados a Egipto, Jordania y Siria, servirían como una moneda de cambio para futuros acuerdos de paz bajo el lema de territorios a cambio de paz. La respuesta oficial llegó el primero de septiembre de 1967, cuando la Conferencia Árabe Extraordinaria había declarado durante la Resolución de Jartum: “No a la paz, no al reconocimiento y no a las negociaciones” con Israel.

Siguieron más negativas. Subrayando este punto, en 2003, el embajador saudí a Estados Unidos fue citado por el New Yorker diciendo que: “me rompió el corazón que Arafat haya rechazado esta oferta (refiriéndose a la oferta de dos estados presentada por Israel con el apoyo estadounidense en 2001). Desde 1948, siempre que tenemos una oferta sobre la mesa decimos ‘no’. Luego decimos que sí. Pero cuando decimos ‘sí’, la oferta ya no está sobre la mesa. Y luego tenemos que negociar con una oferta menos atractiva. ¿Acaso no ha llegado el momento de decir que ‘sí’?”.

Hoy en día, existen aquellos quienes hubieran deseado reescribir la historia.

Quieren convencer al mundo de que hubo alguna vez un Estado paelstino. Nunca lo hubo.

Quieren convencer al mundo de que existieron fronteras fijas entre ese Estado e Israel. Únicamente hubo una línea trazada por la tregua entre Israel, Cisjordania y los territorios Este de Jerusalén controlados por Jordania.

Quieren convencer al mundo de que la Guerra de los Seis Días fue un acto bélico iniciado por Israel. Fue un acto en defensa propia como respuesta a la amenaza de aniquilar al Estado judío, sin mencionar los bloqueos marítimos de los Estrechos de Tirán, la abrupta retirada de las Naciones Unidas y de la reposición de las tropas egipcias y sirias. Todas las guerras acarrean sus consecuencias. Ésta no fue la excepción. No obstante, los agresores no han asumido la responsabilidad de las agresiones que instigaron.

Quieren convencer al mundo de que las colonias judías del Israel post 1967 son el verdadero obstáculo para mantener la paz. La Guerra de los Seis Días es una prueba de que el motivo clave es, y siempre ha sido, si los palestinos y el vasto mundo árabe aceptara el derecho de los judíos a tener su propio Estado. En dado caso, todos los demás problemas, por más complicados que sean, tendrían una solución.

Y quieren convencer al mundo de que el mundo árabe nunca ha tenido nada en contra de los judíos, sino sólo contra Israel, pero pisan con su abandono los sitios sagrados para el pueblo judío.

En otras palabras, en lo que se refiere al conflicto árabe-israelí, descartar el pasado como si éste fuera un hecho irritante, en el mejor de los casos, o irrelevante en el peor escenario posible, no va a funcionar.

¿Puede la historia mirar hacia el futuro? Por supuesto que sí, los tratados de paz con Egipto firmados en 1979 y con Jordania en 1994 son un ejemplo categórico de ello. No obstante y al mismo tiempo, las lecciones que arrojó la Guerra de los Seis Días ilustran lo difícil y tortuoso que puede llegar a ser este camino, como también sirven para recordarnos de que sí, la historia es muy importante.

Fuente: https://www.ajc.org