Unos rabíes estaban discutiendo acerca de las cualidades que habría que considerar a la hora de evaluar el carácter de una persona. Tras un acalorado debate, el rabí Ilyá se ofreció para concluir la discusión.

– Así pues – dijo -, podemos estar de acuerdo en que b’koso (por su copa), b’keeso (por su bolsillo) y b’kahaso (por su ira) se puede determinar el carácter de una persona.

El resto de los rabíes se miraron entre sí y se echaron a reír.

– Es cierto que b’koso, b’keeso y b’kaahso suenan de un modo parecido – dijo uno de ellos-. Pero una discusión tan seria como ésta merece que se resuelva con algo más que una tonta rima.

– ¡Ajá! – exclamó el rabí Ilyá – Déjenme que me explique. La copa es significativa, porque podemos saber lo hospitalario que es un hombre por el modo en que llena la copa a los demás. Y, ciertamente, la cantidad que él beba será un indicativo claro de sus valores. Al igual que en lo tocante a la forma en que el hombre vea su propia copa de la vida, si medio vacía o medio llena.
Por sus bolsillos podemos saber su disposición para ayudar a los demás.
– Y, después, también – prosiguió el sabio rabí -, la forma en la cual controle su ira, nos hablará de su gentileza y tolerancia con los demás. –

Sus colegas rieron y sacudieron la cabeza, y uno de ellos añadió:

– Y no olvides lo que se dice acerca de nuestra risa, que una persona se le puede juzgar también por su risa.
– ¿Es así? – preguntó el rabí Ilyá.
– Sí – respondió el otro -. A una persona se la puede juzgar por lo dispuesto y de buen grado que está para reír con los demás y para reírse de sí mismo.

Fuente Talmúdica: Eruvin 65 b
Fuente: Parábolas del Talmud