Enlace Judío México – El conflicto israelí-palestino no es un conflicto religioso entre el judaísmo y el islam, aunque algunos trabajan muy diligentemente para que así sea.

GERSHON BASKIN

En los últimos tres veranos he enseñado un curso para estudiantes internacionales en la Universidad Hebrea bajo el título “Narrativas y Realidades”, patrocinado por la Universidad Hebrea y el Instituto Internacional de Liderazgo de la Histadrut.

Los participantes vienen de distintos países y van desde estudiantes universitarios a jubilados y diplomáticos. Esta clase es una oportunidad para compartir ideas y conocimientos que he adquirido en los últimos 40 años de trabajo dedicados a construir puentes entre judíos y árabes, israelíes y palestinos. También es una oportunidad para reexaminar y destacar un enfoque más académico de los acontecimientos en el ámbito israelí-palestino.

El curso no es un recuento histórico del conflicto. No soy un académico imparcial, sino un activista, un jugador, participante y defensor de la paz entre Israel y los palestinos sobre la base de la fórmula “dos Estados para dos pueblos”. Como ciudadano judío israelí no neutral, intento asegurarme de que los estudiantes reciban una amplia gama de enfoques, que exploren profundamente las cuestiones en conflicto y examinen cómo pasamos de conflictos a acuerdos del proceso de paz, volviendo a un conflicto sangriento y ahora, tal vez a un proceso de paz. Exploramos los seis acuerdos firmados entre Israel y los palestinos, examinamos cómo fueron negociados, cómo se implementaron o no, qué falló y qué podemos aprender de los fracasos. También exploramos posibilidades, riesgos y esperanzas para el futuro.

No es fácil enseñar acerca de un conflicto activo y agudo. Es particularmente difícil hacerlo dentro del ámbito del conflicto y en una institución claramente identificada con un lado del mismo. Los estudiantes visitan asentamientos, se reúnen con funcionarios del gobierno israelí, escuchan a oficiales del ejército israelí. También se reúnen con activistas y funcionarios palestinos, entre ellos un académico y algunos estudiantes de Gaza.

Recientemente, en la sesión de apertura de este verano, discutimos la dificultad de entender las noticias sobre conflicto. En ambos lados hay múltiples fuentes que informan desde diferentes perspectivas – tanto dentro de cada sociedad como más allá de las líneas de conflicto.

Los mismos acontecimientos se reportan desde perspectivas totalmente opuestas; muchas veces es difícil darse cuenta que se habla del mismo evento.

Hoy tuvimos dos ponentes: un rabino israelí, ortodoxo y un funcionario palestino con años de experiencia en negociaciones. Durante la sesión de preguntas y respuestas, el rabino mencionó la perspectiva israelí de que el presidente de la Autoridad Palestina, Mahmoud Abbas, se niega a sentarse a negociar con el primer ministro Benjamín Netanyahu. El orador palestino dijo que durante 12 años, Abbas ha estado hablando acerca de su deseo y su objetivo de hacer la paz con Israel y nunca ha obtenido nada a cambio de Netanyahu. Era como si hubiésemos abierto los diarios en hebreo y en árabe y leído sobre el mismo evento, pero de descritas como dos realidades distintas.

Aunque ambos ponentes presentaran excelentes versiones de las principales narrativas – la historia israelí-judía-sionista y el relato palestino-nacionalista – nunca podrían reflejar plenamente las complejidades y las profundidades de las relaciones entre Israel y los palestinos, el conflicto, el proceso de paz y las oportunidades genuinas para lograr la paz.

A fin de analizar las narrativas que escucharon los estudiantes, anoté las siguientes palabras en el pizarrón: reconocimiento, derechos, religión, historia, victimismo y victimización. La mayoría de los palestinos no reconocen o no pueden reconocer la complejidad de la identidad judía y usualmente se refieren a los judíos únicamente como un grupo religioso. Mi identidad como judío es principalmente ser un hijo del pueblo judío – de una civilización, una nación, un grupo étnico, una historia, un patrimonio, una cultura – y no sólo una religión.

Muchos israelíes piensan que los palestinos son un pueblo fabricado, no una verdadera nación con una identidad nacional legítima; un pueblo que fue creado por otros para oponerse a los judíos y al sionismo. Muchos israelíes, al igual que la ex primera ministra Golda Meir, afirman que no existe el pueblo palestino – incluso varios miembros de la Knesset lo han afirmado. El reconocimiento de la identidad es ante todo una comprensión subjetiva de quién es uno y, a continuación, su capacidad para obtener el reconocimiento de aquellos que no asumen esa identidad.

Esto es relevante y necesario tanto para los judíos como para los palestinos.

El discurso de los derechos es sobre el “derecho” a ser reconocidos con vínculos a la misma porción de tierra entre el Río Jordán y el Mar Mediterráneo que unos llaman Eretz Israel y otros Palestina. Los derechos son también las legalidades y legitimaciones en el marco del derecho internacional, o las reglas del juego que rigen y regulan la forma en que los Estados interactúan. Tanto Israel como Palestina son miembros de la comunidad internacional y buscan desempeñar papeles activos dentro de las instituciones internacionales. Ambas partes son signatarias de convenciones internacionales y son miembros de organizaciones y asociaciones internacionales, tanto en las Naciones Unidas como en otros marcos internacionales. Su participación es voluntaria y por elección y cuando un Estado se une a tales marcos, asociaciones y convenciones, renuncian voluntariamente a parte de su soberanía.

Lo hacen voluntariamente porque es importante formar parte de la comunidad de naciones provee más beneficios que pérdidas.

El conflicto israelí-palestino no es un conflicto religioso entre el judaísmo y el islam, aunque algunos trabajan muy diligentemente para que así sea. Es un conflicto de identidad territorial con elementos y consecuencias religiosas muy graves.

Las voces de la religión dentro del conflicto tienden a ser más extremas que moderadas y, en general, las voces religiosas más moderadas dentro del conflicto que buscan el diálogo y la comprensión entre religiones tienden a ser marginales dentro de sus comunidades.

Ambas partes tratan de afirmar que su historia es más larga que la del otro. Los judíos reclaman 3.000 años de constante apego a la tierra, los palestinos afirman que son descendientes de los pueblos cananeos que Yehoshúa y el pueblo de Israel conquistaron después de vagar por el desierto 40 años. No hay manera de convencer al otro lado de que su versión de la historia es incorrecta. Mi pregunta es ¿cómo podemos enseñar historia a nuestros hijos con un enemigo claramente definido que ha intentado repetidamente destruirnos y constantemente nos mata y al mismo tiempo, enseñarles que la paz también podría ser una opción?

Fuente: The Jerusalem Post / Reproducción autorizada con la mención siguiente: © EnlaceJudíoMéxico