Once años atrás, durante este mes, Israel fue a la guerra con Hezbolá, la milicia satélite chií de Irán con base en Líbano. El combate comenzó cuando Hezbolá disparó cohetes a poblados israelíes y misiles a vehículos blindados israelíes que patrullaban la frontera. Tres soldados israelíes resultaron muertos. Dos fueron secuestrados y llevados a Líbano.

CLIFFORD D. MAY

Ellos estarían entre las más de mil personas muertas durante los 34 días que siguieron. Cientos de miles, en ambos países, serían desplazados.

La aprobación de la Resolución 1701 del Consejo de Seguridad de la ONU el 11 de agosto marcó un alto al conflicto. La Fuerza Interina de Naciones Unidas en Líbano (UNIFIL) fue expandida y se le concedió la autoridad para usar la fuerza para asegurar que el sur de Líbano estuviera libre de “cualquier personal y activo armado” no bajo el control directo del gobierno libanés o UNIFIL.

Pronto se volvió evidente que UNIFIL no lograría cumplir esa misión. Hoy, Hezbolá tiene un estimado de 150,000 misiles de alcances variables y precisión apuntando a poblados y ciudades israelíes — unas 10 veces lo que tenía en el 2006. UNIFIL no ve nada, no sabe nada y, por supuesto, no hace nada.

Ha habido una restricción sobre el rearme de Hezbolá: los servicios de inteligencia israelíes a veces se enteran de envíos de misiles avanzados iraníes. Los ataques aéreos han destruido al menos algunos de estos envíos en ruta.

Ahora, sin embargo, Irán tiene un nuevo plan: durante los últimos meses, su Cuerpo de la Guardia Revolucionaria Islámica (CGRI) ha estado construyendo fábricas de producción de misiles fortificadas y subterráneas en Líbano.

“Estamos totalmente al tanto” de las fábricas, contó el Ministro de Defensa Avigdor Lieberman a corresponsales militares en una sesión informativa en Tel Aviv el domingo. “Sabemos lo que tiene que hacerse. No ignoraremos el establecimiento de fábricas de armas iraníes en Líbano.”

Por el momento, los israelíes están dando una oportunidad a la diplomacia, por ejemplo, informando a miembros del Consejo de Seguridad de la ONU, advirtiendo que la próxima guerra está destinada a ser más destructiva y sangrienta que la última.

Entre las razones: la presencia de Hezbolá se extiende ahora más allá del sur de Líbano. Ha tomado el control del puerto y bases aéreas de Beirut. Es el partido más poderoso en el gobierno de Líbano. Combatir a Hezbolá mientras se evita a Líbano ya no es más posible.

Aparte, los líderes de Hezbolá han instalado sus misiles en (y debajo de) casas, escuelas, hospitales y mezquitas. Su uso de “escudos humanos” asegura una cuenta de muertos civiles elevada y, de paso, viola en forma descarada el derecho internacional. Pero ellos están confiados en que muchos periodistas, funcionarios de la ONU y grupos de “derechos humanos” culparán reflexivamente a Israel, no a ellos y ciertamente no a Irán por la carnicería.

Otro indicio de que Hezbolá puede estar preparándose para un nuevo conflicto es que ha establecido puestos de observación junto a la frontera israelí, afirmando que estos son parte de una campaña ambiental llamada “Verde Sin Fronteras.” Sí, eso es correcto: Vamos a creer que el secretario general de Hezbolá , Hassan Nasrallah, se preocupa por el cambio climático. No vamos a advertir que él ha mencionado específicamente que un Líbano más frondoso proporcionará mejor cobertura para sus combatientes si retornan los israelíes.

Una denuncia que presentó Israel ante la ONU fue rechazada la semana pasada. La portavoz Eri Kaneko dijo que las estaciones de observación y “actividades de plantación de árboles” no levantan ninguna sospecha. “UNIFIL permanece vigilante,” afirmó.

Parece extraño que Nasrallah deba estar ansioso por hostilidades renovadas con Israel ahora, un momento en que él está desplegando combatientes en la vecina Siria defendiendo al régimen de Assad. Él puede creer que en Líbano, como en Siria, Hezbolá puede ser reforzado por combatientes extranjeros. En un discurso el mes pasado, él amenazó con abrir las fronteras de Líbano a decenas de miles de combatientes chiíes de Irán, Irak, Yemen, Afganistán y Pakistán. Eso, también, sería una clara violación de la Resolución 1701 del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas, pero no esperen que UNIFIL responda.

El dinero inteligente dice que Hezbolá hará lo que ordenen los gobernantes de la República Islámica de Irán. Su prioridad es establecer una Luna Creciente chií — un arco extendiéndose desde Teherán al Mediterráneo, con Irán controlando Irak, Siria, Líbano y Gaza también.

Ellos también están estableciendo un punto de apoyo en Afganistán y tratando de difundir su revolución islámica en los estados del Golfo. Los teócratas de Teherán ven a Kuwait y Barein como provincias perdidas que, con el tiempo, deben ser reclamadas. Ellos ven a los saudíes y a los emiratíes como herejes y enemigos.
Irán ha comenzado a establecer una versión de Hezbolá en Siria también. Combatientes chiíes extranjeros ya están siendo importados para este propósito.

Duras decisiones están por venir. Los israelíes saben que si atacan primero, serán acusados de agresión. Pero si esperan, pueden tener que absorber más golpes — y más letales. Su sistema de defensa misilística es robusto y de alta tecnología pero puede ser desbordado. A través de intermediarios, los israelíes han advertido, según se informa a los gobernantes de Irán, que no esperen estar a salvo si estalla una nueva guerra.

Los estrategas de la administración Trump en el Consejo de Seguridad Nacional y el Pentágono no son ajenos a las nubes de tormenta reuniéndose sobre este particular horizonte. Entre las herramientas que ellos están considerando: Designar al CGRI una organización terrorista e imponer duras sanciones nuevas contra Irán — vinculadas a su apoyo al terrorismo y desarrollo de misiles balísticos, no al acuerdo nuclear con Irán. Eso al menos enviaría un disparo a través del arco de la República Islámica.

También digno de considerar es que insistir en que cualquier actor independiente que quede en el gobierno libanés resista a Hezbolá y reemplace sus fuerzas armadas en el sur como es requerido en virtud de la Resolución 1701 del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas. Si el gobierno libanés no está a la altura de la tarea debe terminar la ayuda de Estados Unidos.

Por último, ¿por qué no dar a UNIFIL, la cual es financiada en gran medida por Estados Unidos, nuevo liderazgo y un mandato reforzado para hacer el trabajo que no ha hecho durante los últimos 11 años? Una campaña de mantenimiento de paz de la ONU no es fácil de imaginar. ¿Pero qué daño hace un intento más?

 

 

Fuente: The Washington Times
Traducido por Marcela Lubczanski para Enlace Judío México