Enlace Judío México.- Antes de entrar a cualquier detalle sobre la escritura del libro “Los judíos y las palabras”, la historiadora Fania Oz-Salzberger realiza un apunte urgente.

FRANCISCO MORALES V.

“Déjeme darle a los lectores un consejo muy serio: no intenten escribir un libro con alguno de sus padres hasta que tengan más de 50 años”, recomienda. “Para entonces, sus historias y diálogos pueden interactuar con balance”.

La colaboración que emprendieron en 2010 para hacer este libro es tanto de forma como de fondo. Hija y padre, historiadora y novelista, se disponen a explicar ahí una tesis: que el verdadero linaje de los judíos no es esencialmente de sangre, sino de texto.

“Nos sentábamos a hablar –en su casa en Tel Aviv, en la mía en Monte Carmelo, en un café, e incluso una vez en un bote sobre un lago– y yo escribía en mi computadora portátil.

“A mi padre le desagradaba mi computadora de la forma en la que le desagradan los textos electrónicos. ‘Éste es el final del libro como lo conocemos y amamos’, me decía. ‘No, es una reinvención del libro como lo conocemos y amamos’, le respondía, ‘y el Internet es una forma moderna del Talmud'”, relata.

Con motivo de su participación en la primera Feria Internacional del Libro Judío (FILJU) en la Ciudad de México, Oz-Salzberger, igualmente prominente en su campo de estudio, responde a un cuestionario de este periódico.

“Los Hebreos no fueron la única cultura basada en el texto del mundo antiguo, pero sí fueron los únicos que inventaron un mecanismo cultural para pasar la tradición hacia su distante posteridad: la familia como portadora de historias”, explica.

En Los judíos y las palabras (Siruela), ambas generaciones de Oz trazan un recorrido desde los primeros textos religiosos hasta la poesía más reciente en hebreo. Ahí acuñan el término “línea de texto”, en oposición a “línea de sangre”.

La cultura judía, explica Oz-Salzberger, tiene una continuidad biológica tenue a partir de sus dispersiones y mezclas, pero mantiene un arraigo profundo y constante a través de la palabra, incluso a través de los éxodos.

“Cuando huías de tu hogar en llamas y de los perseguidores hostiles, llevabas contigo a tu bebé en un brazo y un libro en el otro. Ésos fueron los dos engranajes que nos llevaron a través del tiempo. No la sangre, la espada y la corona, sino los manuscritos y los bebés que aprendían a leer”, explica.

El libro, que mantiene el ánimo humorístico –incluso lúdico– de las conversaciones entre padre e hija, lidia también con las complejidades modernas de la identidad judía, como la posibilidad de identificarse plenamente como tal sin el componente religioso.

“Yo sé que es confuso”, reconoce la historiadora. “Ser judío puede significar que uno tiene la religión, o la nacionalidad o la cultura en cualquier combinación posible”.

Los Oz en este texto se definen como “judíos israelíes laicos”, es decir, de una identidad judía que no es impulsada por la fe y toma al hebreo como su lengua madre.

“Se puede ser creyente en Dios o no, sionista o no, pero todavía ser profundamente judío a través de la cultura, lectura, habla, discusión, gesticulación, de disentir incluso con uno mismo y de cultivar un agudo e irreverente sentido del humor”, define.

Sobre esto último, por ejemplo, en Los judíos y las palabras es una constante el concepto de jutspá, una suerte de “irreverencia reverencial”, como describen los autores, que caracteriza profundamente a esta cultura.

“El jutspá tiene dos hijos en la cultura judía: la cualidad argumentativa y el humor. Ésta es la única religión monoteísta que permite discutir con Dios (Adán fue el primero), reírse de Dios (Sara fue la primera), y respetar la autoridad desafiando su sabiduría”, expone.

A presentarse este 11 de agosto, a las 19:00 horas, en la librería Rosario Castellanos del Fondo de Cultura Económica, el libro también dedica una porción importante de sus páginas a celebrar las contribuciones de las mujeres a los textos de esta tradición.

Traducido ya a varios idiomas, Los judíos y las palabras espera, a decir de una de sus autoras, una traducción al árabe para proponer una conversación.

“Déjeme terminar con esta nota, usando esta entrevista para anunciar que dejaré ir mis regalías si una edición en árabe se publica. Sí, en esta era de ‘fake news’ y ‘hechos alternativos’, yo todavía creo, al igual que mi coautor, que las palabras pueden discutir y crear puentes sobre nuestras divisiones más profundas”, concluye.

 

 

 

Fuente:reforma.com