Enlace Judío México – Un video del New York Times. Para escapar de Auschwitz, Klara Prowisor decide brincar del tren con su esposo Philippe Szyper, dejando atrás a su padre enfermo.

Minutos antes de perecer en uno de los vagones, el padre despierta y busca a su hija ausente. En un “momento de lucidez”, deja un mensaje para Klara, con el que ella vive hasta el día de hoy.

A los 92 años, Klara relata su historia de supervivencia en un documental producido por el cineasta Matan Rochlitz, quien curiosamente fue su vecino en Tel Aviv, donde ella construyó su nuevo hogar al lado de Philippe.

“Mi madre siempre me decía que cuando era niña tenía difteria. Junto a mi cuarto había un hombre, y le dijo a mi madre, ‘Mira, voy a morir. Pero los años que pude haber vivido se los daré a tu hija.’

Por eso he llegado a los 92 años. Esos son sus años. El hombre del hospital me los dió.

Al principio los alemanes no fueron agresivos con los judíos. Se cubrían las manos con guantes de terciopelo. Pero cuando se los quitaban eran criminales. Eran criminales.

Primero se llevaron a los jóvenes, luego a los adultos. Luego se llevaron a los padres. El objetivo era aniquilarnos.

Mi hermana recibió un aviso para presentarse en un trabajo. Le dije, ‘Edith, ¡no vayas!’ Pero ella se fue. Y nunca volvió. Y pensar en ello aún me hace llorar.

Conocí a mi esposo en un círculo político. Tenía 20 años. Nos detuvieron un año después de casarnos”.

Klara y su esposo, Philippe fueron enviados al campo de tránsito de Michelen en Bélgica. Ahí, se reunió de nuevo con su padre, Haskel.

“Mi padre también fue arrestado. Comprendimos que nos dirigíamos a la muerte. Lo sabíamos. Así que decidimos brincar del tren.

El tren viajaba de Bélgica a Alemania, de Alemania a Polonia y de ahí a Auschwitz.

¡Ni Dios lo quiera que hubiésemos brincado en Alemania! ¿Quién nos habría ayudado ahí?

Debíamos brincar del tren en Bélgica. Unos días antes de saber que iríamos a Auschwitz mi padre se enfermó. Cuando descubrió que teníamos que partir, es como si hubiese llamado a la enfermedad. Estaba muy enfermo.

Yo estaba junto a mi padre en el vagón del tren. Él no reaccionaba. Estaba en terribles condiciones.

Philippe me decía, ‘Ven, debemos brincar en Bélgica. No podemos quedarnos aquí’.

Le dije, ‘No Philippe, debo quedarme con mi padre. No puedo dejarlo’.

Entonces dijo, ‘Sabes bien que cuando lleguemos a Polonia tu padre irá por un lado, tú por otro y yo por otro’.

Recuerdo que me quedé dormida. De pronto desperté y le dije a Philippe: ‘Philippe, brincaré ahora mismo, porque si lo pienso un minuto más no lo haré’.

Había gente en nuestro vagón que no quería que brincáramos. Los alemanes habían dicho, ‘Ustedes son responsables del vagón. Si alguien falta, ustedes serán castigados’.

Todos fuimos castigados. Fuimos castigados porque los alemanes estaban en contra de los judíos. Ese es el gran castigo.

Algunos judíos colaboraron con los Alemanes. Nos rateaban. Pero un ser humano es un ser humano. Judíos, ingleses, suizos o belgas… todos son humanos. El que quiere… sobrevive. Nadie quiere morir.

¿Tú sabes cómo son esos vagones? Hay una pequeña ventana. Pasé mis piernas del otro lado, giré. Y me deslicé entre los dos vagones. El tren seguía y seguía. Era muy difícil porqué la SS podía haber disparado. Esperé un momento. Luego me cubrí la cabeza con mis manos.

Y después… después brinqué del tren. Y dejé a mi padre, fue tan doloroso. Abandoné a mi padre en condiciones tan terribles.

Debo decirte que estoy un poco cansada. Es un cansancio mental. Amo la vida. Siempre busco nuevas cosas en la vida. Pero es demasiado tarde. He terminado. He vivido.

Philippe me dijo que brincaría tras de mí. Recuerdo haber visto el tren partir.

Estaba llorando. Decía, ‘Philippe, ¿dónde estás?’ Y desde lejos vi que se acercaba.

Era una gran alegría estar vivos. Y ahí estábamos. En nuestra propia casa. El viaje para llegar fue terrible”.

Una noche en 1962, cuando Klara y Philippe caminaban por la calle de Dizengoff, una mujer se acercó a Klara y dijo que la había estado buscando por 20 años.

“¿Sabes lo que me pasó en Dizengoff?

Una noche caminábamos por la calle cuando alguien me tocó el hombro:

‘¿Clairette?’

– ‘¿Sí?’

‘Clairette, te he buscado por 20 años’.

‘¿Tú me has buscado? Pero no me conoces’.

‘Sí te conozco. Yo estaba ahí cuando tu padre abrió los ojos en el vagón del tren, dijo: ‘Tengo un mensaje para ti’.

‘Tu padre comenzó a llamarte: ‘¡Klechen! ¡Klechen!’

Ella le dijo, ‘Mira, Klechen no está aquí. Brincó’.

En un extraordinario momento de lucidez, mi padre dijo: ‘Escucha, si algún día vuelves a ver a mi hija dile que soy el papá más feliz. Me alegra que haya brincado’.

Así es como me enteré que mi padre había muerto. Falleció en el tren, nunca conoció Auschwitz, gracias a Dios. Había muerto cuando llegó a Auschwitz.

Y aún así envió este extraordinario mensaje. Le dijo a esta mujer que me busque. Tuvo la intuición de decirme, ‘Hiciste lo correcto’.

Yo vivo con eso. Me quitó un gran peso de encima. Es curioso cómo ciertos momentos en la vida son tan importantes. Fue tan importante para mí haber escuchado el mensaje de mi padre que traía esta mujer. Es excepcional. Es un regalo, un regalo… de Dios. Aunque no creo en Dios, pero esa es otra historia”.

Entre 1942 y 1944, 25,834 personas fueron deportadas del campo de Kazerne Dossin a Michelen, Bélgica. 1,395 sobrevivieron.

Tras el salto, Klara y Philippe encontraron refugio entre ciudadanos belgas hasta que terminó la guerra.

Fuente: New York Times / Reproducción autorizada con la mención siguiente: © EnlaceJudíoMéxico