Enlace Judío México – Miles de personas a lo largo de los siglos han preguntado por la naturaleza de la muerte en busca de consuelo y respuestas que calmen su alma. Es uno de los temas más discutidos y explorados por todas las culturas. “¿Qué pasa cuando morimos?” y “¿a dónde vamos?” son dos de las preguntas que hasta la fecha siguen siendo las más populares en todo el mundo. Como en casi todo, el judaísmo no puede resolvérnoslo, pero puede darnos algunas respuestas. A continuación les hablamos un poco sobre la naturaleza de la muerte en el judaísmo y el viaje que sigue nuestra alma tras la muerte. Esperamos les guste.

Perspectiva de la muerte en el judaísmo

La primera vez que aparece la muerte en la Torá es durante el evento del pecado de Adán y Eva. D-os, al confrontarlos con lo que ha sucedido le dice a Adán que gracias a este acto morirá. Estamos acostumbrados a ver este suceso como una tragedia enorme. Sin embargo, a diferencia de lo que se cree comúnmente, la muerte no fue para Adán un castigo sino un regalo.

Había nacido con un cuerpo y un alma perfecta que le permitían estar en contacto íntimo y absoluto con D-os. Al pecar, esa relación se rompió e impregnó su cuerpo y alma de impurezas. La muerte fue la única herramienta que tuvo en ese entonces Adán y que tenemos hoy en día para purificarnos y mover los obstáculos que se interponen entre nosotros y D-os; es el único proceso que nos puede ayudar a restablecer una relación tan íntima con nuestro Creador.

Por eso en la Torá, se dice de la muerte que fue “muy buena,” a diferencia de las demás criaturas creadas que tan sólo fueron “buenas” ante los ojos de D-os.

Cuatro etapas del alma

Una de las premisas más importantes para el judaísmo es que la vida no empieza cuando uno nace, ni termina cuando uno muere. Creemos que la persona tiene un alma distinta y diferenciable a su cuerpo. Esta alma es una emanación de D-os; es la fuente que da vida al cuerpo de la persona, que le otorga la posibilidad de escuchar, de ver, de pensar y de sentir. Es una energía espiritual que no puede ser destruida por medios materiales; existe antes de entrar al cuerpo y una vez que éste ha muerto.

El único objetivo por el cual esta alma fue creada fue para perfeccionarse; para acercarse a D-os en una forma superior al resto de la Creación. Una de sus misiones es bajar la Presencia Divina al mundo material, convertirlo en un mundo que sea tan perfecto que D-os mismo lo pueda habitar. Para ello, el alma cruza cuatro etapas distintas de su vida:

1) La existencia puramente espiritual antes de entrar a un cuerpo
2) La existencia en el mundo físico
3) La vida después de la muerte en el Jardín del Edén y el Gueinom
4) El mundo venidero tras la Resurrección de los Muertos

Nos dicen los Sabios que cuando el alma es creada, antes de entrar al cuerpo, está en presencia absoluta de D-os. Se alimenta únicamente de Él y tiene claridad absoluta de su existencia espiritual, de la bondad y de la finalidad del mundo. Está separada de los placeres físicos y es inmune a la tentación.

En un mundo así el libre albedrío no puede existir. El alma no puede superarse porque no tiene la posibilidad de un reto. Cuando el bien es evidente la decisión en consecuencia se vuelve automática. Por esa razón D-os expulsa de Su Presencia el alma y la obliga a entrar al cuerpo, para que pueda ganarse los placeres de los cuales goza y establezca una relación con Él aún mayor.

Al entrar en el mundo físico, el alma olvida todo el conocimiento que tenía previamente. Le quedan reminiscencias de ese mundo en el que vivió y por eso puede discernir, pensar, distinguir levemente entre el bien y el mal y reconocer la presencia de D-os. Sin embargo, no tiene claridad, es presa constante de las tentaciones del mundo físico y sus debilidades. Se supera en el momento en que puede ver más allá de estas limitantes y logra vencer los obstáculos que lo separan del bien, de D-os, su fuente original. Es más grande tras haber pasado en este mundo porque pudo elevar la materia, y pudo escoger a D-os.

Una vez que ya tuvo la oportunidad de vivir en este mundo, al decaer el cuerpo, el alma debe dejarlo y está segunda transición es la muerte. La muerte es el momento en que el alma se despide de su cuerpo. Lo deja con cariño para ser enterrado.

Sin embargo, no es fácil para ella, es un proceso espiritual largo y doloroso como los espasmos de un parto. “Matriz” y “tumba” se dicen de la misma forma en hebreo (kever) porque ambas son la entrada del alma a una realidad espiritual distinta. Al entierro del cuerpo se le compara con la siembra de una semilla, ya que en tiempos posteriores el cuerpo también tendrá la posibilidad de perfeccionarse.

La tercera existencia del alma es el Jardín del Edén éste es el lugar (espiritual, no topográfico) donde el alma recibe su recompensa por los actos buenos que realizó en este mundo. Regresa a la Presencia de D-os pero ahora desde un lugar mucho más cercano, ya que sus méritos se magnifican, vive de forma constante y absoluta en el estado que le ocasiona haber hecho el bien.

Sin embargo, esto no sucede directamente con todas las almas, sólo aquellas que aceptan el viaje de la autoperfección. Sólo el alma del tzadik, del justo, pasa inmediatamente al Jardín del Edén tras la muerte. El alma del malvado es eliminada inmediatamente después de que su cuerpo haya decaído; es cortada para siempre de la fuente de vida tras morir. Mientras que el alma del resto de los seres humanos, de los que no somos ni justos ni malvados, pasa por otro proceso de purificación antes de entrar al Edén y ese proceso se llama Gueinom.

Cuando el alma no se arrepintió ni se purificó de sus pecados no puede alegrarse frente a la Presencia Divina. La vergüenza que siente frente a D-os por sus errores es inigualable, esta vergüenza es el Gueinom, lo que en otras tradiciones se ha llamado Purgatorio o Infierno. En este estado el alma vuelve a ver uno por uno sus pecados y siente un dolor inconmensurable, dicho dolor la purifica al igual que el arrepentimiento nos purifica aquí en la Tierra. Pasado estos momentos puede ya ver sus logros y disfrutar plenamente de ellos en el Edén.

La Resurrección de los Muertos

No obstante, nuestra historia no termina aquí. La concepción judía del cuerpo y del mundo material es que está en correlación absoluta con el mundo espiritual. La recompensa final no es el Edén, en el Edén el alma no ha concretado su objetivo, no ha perfeccionado el cuerpo que lo fue dado, no ha hecho de este mundo material un mundo para ser habitado por D-os. La recompensa final y superior al Edén es el Mundo Venidero (Olam Aba), el momento en que la persona en su totalidad, con su cuerpo y su alma puede pararse frente a D-os.

En el judaísmo se cree que en la época mesiánica los muertos van a revivir y las almas del Edén van a volver a habitar su cuerpo de antes, pero ahora, éste va haber sido perfeccionado y refinado de tal forma que pueda contener la pureza de las mismas. Esta es la Resurrección de los Muertos el momento en que el mundo material y el espiritual lleguen a su máximo punto y puedan servir a D-os absolutamente sin faltas, con todo lo que ha sido creado.


Parte de la información fue tomada de chabad.org