Enlace Judío México.- Si a algo me he resistido siempre, es a sucumbir al hipnótico sueño de las vanas ilusiones. Siempre he intentado, muchas veces sin éxito, confrontar la dura realidad, aún a costa de padecer el golpe y el dolor que produce el desprecio de la incomprensión ajena. Es mejor comprender a fondo las ilusiones y los eufemismos de la realidad que nos ha tocado vivir, para no caer.

SHULAMIT BEIGEL EN EXCLUSIVA PARA ENLACE JUDÍO MÉXICO

Es por eso que cuando me encontré finalmente cara a cara con Mohamed Amer Odeh, un funcionario de la Autoridad Nacional Palestina, que estuvo presente en el homenaje a Rabin este último sábado en Tel Aviv, acompañado de otros tres de sus colaboradores que llegaron desde Ramala, la ciudad palestina de la Cisjordania, para honrar la paz en la memoria de Itzjak Rabin, junto con los miles de israelíes que ahí nos encontrábamos, me sentí alegre y conmovida. Anteriormente, y a través de varios intercambios escritos y telefónicos con él, poco a poco fui sucumbiendo a lo que yo consideraba la “locura” romántica de este hombre, que al igual que muchos otros, israelíes y palestinos, desean lograr la paz entre ambos pueblos.

Mohamed es un cuadro de la OLP y muestra un compromiso con la paz y el reconocimiento de Israel. Es un hombre nacido en Centroamérica, de padres palestinos, y que preside todo lo relacionado con América Latina e Iberoamérica en el Comisionado de Relaciones Internacionales de Al Fatah desde el 2008.

Desde hace años, por no decir siempre, la mayoría de los israelíes te dicen cosas como que “los árabes quieren matarnos a todos”, que “no podemos creer en ellos y menos ahora que se han unido a Hamás, que ya ha declarado que no dejará las armas”, y que “no podemos hacer la paz con ellos”, y muchos etcéteras más.

Todos sabemos que las noticias que nos llegan de Medio Oriente pocas veces hablan de paz, sino más bien, todo lo contrario, ¿por qué? Pues porque de hecho, no existe. El conflicto entre Israel y los palestinos se mantiene en esta zona tan convulsionada ya muchos años, y las acusaciones de un lado y del otro se reiteran una y otra vez a lo largo del tiempo, impidiendo un acercamiento a la tan deseada paz. Pero los tiempos han cambiado. El Medio Oriente de hoy no es el de hace años, y desde hace un tiempo la Autoridad Nacional Palestina ha optado por la vía negociadora.

Al Fatah, que pertenece al Movimiento de Liberación Nacional de Palestina, desde hace mucho tiempo pide el fin de la ocupación de los territorios palestinos como condición para la”construcción” de la paz. Para ello necesita de la colaboración de los países del mundo por un lado, especialmente de Estados Unidos, y de los israelíes considerados “democráticos” o “progresistas”, como quieran ustedes llamarlos, para que éstos presionen a Israel y pongan fin a la ocupación, y pueda materializarse así el establecimiento de un Estado Palestino independiente.

Para nadie es un secreto, y menos para los israelíes, que Al Fatah durante mucho tiempo utilizó la lucha armada. Pero la historia nos muestra que todas las guerras del mundo acaban en una mesa de negociación.

Y he aquí que finalmente conocí personalmente a Mohamed , sentado con palestinos e israelíes amigos, en el café Aroma de Tel Aviv, diciéndome que había venido a este acto para honrar, al lado de los miles de israelíes que ahí se encontraban, la memoria de Itzjak Rabin y el deseo del pueblo judío de una paz verdadera.

Mohamed ha venido a este acto, en Tel Aviv, no como un político, sino como un hombre que está en contacto permanente con la sociedad israelí, su gente, y porque está convencido que la inmensa mayoría de los israelíes y los palestinos, sí quiere la paz, quieren firmar un acuerdo entre ambos pueblos, y creen en la solución de los dos Estados.

Mohamed no se auto engaña. Sabe que el camino no es fácil y que nuestra mutua historia es una historia de guerras. “Esto es lamentable”, me dice, “ya que con tantas guerras que ha habido, Israel no ha podido sin embargo garantizar su seguridad ni la paz”. Mohamed siente que está aquí, esta noche, porque desea luchar conjuntamente para que se le dé, precisamente, una oportunidad a la paz.

Personalmente pienso que cualquier gobierno que sacrifica sus intereses personales en aras de lo que sea, no es un gobierno a quien sinceramente le interesa su pueblo. Es más bien, un gobierno electorero. Últimamente, y sea cual fuere la explicación de las descalificaciones de las que han sido objeto algunas personalidades palestinas e israelíes que quieren la paz, pero que tienen posturas políticas críticas contra el gobierno de Netanyahu, es claro que se han recortado algunos argumentos pacifistas, aduciendo tener una mirada de protección al pueblo judío, pero se han ido olvidando los mecanismos de democracia deliberativa para volcarse hacia otros intereses.

Es verdad que un amplio sector del pueblo en Israel no cree que la paz sea posible. Pero decir que los palestinos no quieren la paz y menos ahora que se han unido a Hamás, suena a una exageración, a pretexto. Pienso que no es así, y que más bien habría que brindarle finalmente una oportunidad a la paz.

Lo importante en estos momentos no es si se gana o no en las próximas elecciones israelíes. El problema es que aunque se gane, se ha debilitado la ideología pacifista y el entusiasmo que sostenía al gobierno de Rabin durante su época. También se ha perdido la capacidad de responder a las nuevas circunstancias, y es por ello que a los distintos grupos que abogan por la paz les cuesta mucho mantener entusiasmada a su propia militancia. Y el gobierno cada vez tiene más problemas para explicar y para sostener sus estrategias de justicia social y los acuerdos políticos. Y siguen pendientes problemas serios, como la polarización económica, los recortes sociales, y el desinterés “interesado” de desmarcarse de la cuestión palestina.

Tal vez no todo se haya perdido, pero sí existe un agotamiento.

Como no siempre encuentran argumentos, la defensa más común del gobierno radica en afirmar que cualquier cuestionamiento de su gobierno sirve a los intereses de la izquierda y a los “enemigos de Israel”. No se analizan los argumentos, sino que inmediatamente se les critica que le hacen el juego a las ideas de los palestinos. En realidad, no hay argumentos, sino que se parte de un juicio a priori, donde cualquier crítica siempre serviría a intereses ajenos, y por ello debe ser rechazada.

Cuando el único camino que le queda al pueblo es apelar a una incondicional adhesión al gobierno, es evidente que estamos ante un agotamiento conceptual. No se analiza si lo que hace el gobierno está bien o mal, sino que se exige no hacer públicas nuestras críticas a él.

El debate de ideas con los palestinos es fundamental, así como el entendimiento de las urgencias de ambos pueblos de una paz duradera. Es indispensable el antídoto ante los slogans y los clichés. Se requiere de análisis serios y rigurosos de la realidad.

Las voces de la gente que realmente quieren la paz son necesarias, aunque tal vez muy pronto deberemos navegar bajo condiciones adversas. Y quizá ya lo estemos haciendo, sin que el grueso de los israelíes se esté dando cuenta de ello.

Yo, lo confieso, no me dejo enclaustrar en la oscura mazmorra de la vana ensoñación alucinante de los espejismos que extraen los magos de sus sombreros mágicos. He procurado a través de los años, y sumergiéndome en las páginas de la historia de la zona, con la mente y los sentidos bien despiertos, adquirir una visión de la realidad medianamente clara, que me permita percibir con nitidez los trazos que configuran las piezas de esta tierra.

Pero observo con tristeza cómo se ha venido configurando una funesta realidad, mientras se desdibuja otra, la que conocimos, y que hizo soñar románticamente a muchos de los que llegaron aquí, contagiados por la magia de una idea singular, que insufló un ímpetu soñador y utópico en la mayoría de un pueblo que se encontraba al borde del abismo.

¿Sueños que se desvanecen hoy bajo la conducción de sus líderes políticos en el poder, que se han dedicado a la triste misión de ser los sepultureros de un proyecto que fue bendecido con el significativo nombre de Paz? Ojalá que no.

Y fue esto lo que presenciamos en la Plaza Rabin el sábado pasado. Vimos resurgir de nuevo de los escombros personas como Mohamed Odeh, que declara que es tiempo de reflexionar y actuar, pues vendrán nuevas situaciones, para que palestinos e israelíes puedan enrumbarse definitivamente hacia un destino mejor.