Enlace Judío México / Aranza Gleason – Todos tenemos defectos, todos tenemos problemas y todos tenemos una forma muy particular de lidiar con ellos. Hay quienes los conocen a fondo, los aceptan y aprenden a manejarlos en privado. Hay quienes no pueden con ellos, les da demasiada vergüenza y construyen una serie de máscaras, laberintos y paredes para que nadie pueda verlos nunca; y hay quienes deciden gritarlos a los cuatro vientos, reírse de ellos y hacer su vida con cinismo. Ése, era el espíritu del stand-up comedy en Estados Unidos a mediados de 1960.

Durante este tiempo, los habitantes de las grandes urbes estadounidenses solían reunirse en cafés o restaurantes tras el trabajo para ver a un comediante actuar. En una época donde lo políticamente correcto no existía, abundaban los chistes sobre raza, género, etnia, religión, política y por supuesto aspecto físico.

Hombres, mujeres, blancos, negros, flacos, gordos y judíos se reunían un rato en las noches para reírse de sus propios defectos en compañía de unas cervezas. Los comediantes se paraban frente a un público expectante y gritaban a los cuatro vientos: “Soy impotente,” “Estoy gorda,” “Tráfico drogas” o cualquier otra cosa que resaltara su estereotipo. Se creaba una magia donde la persona a través de chistes y risas aceptaba sus defectos y rompía con los prejuicios sociales que los demás podrían tener de él o de su clan. No había límite, todos se burlaban de todos y cualquier cosa podía ser motivo de jolgorio y risa.

En este mundo actuaba Totie Fields, Sophie Fieldman para la familia. Una de las mejores comediantes que han existido en Estados Unidos y la primera mujer en tener seguimiento nacional como cómico profesional. Ella nació y creció en Connecticut en 1927 en el seno de una familia judía. Fue hija de un comerciante, dueño de un centro comercial. Comenzó a cantar cuando tenía cuatro años, apareciendo esporádicamente en estaciones de radio.

A los 14 años ya era conocida y actuaba en los bares y cafés del Borscht Belt, la zona vacacional más famosa del momento entre judíos, lo que más adelante se convertiría en el génesis y máxima expresión del stand up comedy en Estados Unidos. En este lugar, Totie floreció como no hubiera podido en ningún otro lado, llegó a presentarse con los artistas más conocidos del momento. Para cuando cumplió veinte años ya era maestra de ceremonias en clubes nocturnos y teatros de cabaret en Bostón. Ahí conoció y se casó con su esposo George William Johnson, un cómico también conocido con el nombre de Georgie.

En esta etapa, Sophie, adoptó su nombre artístico Totie su apodo de niña. Dejo de cantar y abrazó la comedia en absoluto. Pulió su acto y creció como comediante. Sin embargo, no fue hasta que se mudó a Nueva York con su esposo que tuvo la oportunidad de brillar realmente.

En el famosísimo Copacabana Totie actuaba regularmente, ya era una mujer de treinta años que tenía dos hijas y había ganado un sobrepeso tremendo por los embarazos. Con su reluciente autoestima y descaro hizo de su figura física el objetivo principal de sus chistes. Se presentaba en escena con un encanto único a hablar de sus intentos fallidos para bajar de peso. Al mismo tiempo que no dejaba la menor duda del profundo orgullo que sentía por su persona. No se mostraba como una mujer acomplejada, débil o realmente afectada por su peso; sino como una mujer rica, mimada, un tanto histérica, obsesiva y muy muy segura. Inteligente como ella misma, ácida, orgullosa y cínica hacía reír hasta el más tímido de los presentes.

Y tan bueno era su show, que el mismo Ed Sullivan la invitó a participar varias veces (más de veinte) en cadena nacional. Desde ese día apareció en televisión de forma constante en los programas más reconocidos durante las décadas de 1960 y 1970.

De todos los comediantes judíos que florecieron en esa época, ella fue la maestra al burlarse de sus problemas. Nunca perdió la fortaleza ni la integridad. Incluso a sus 48 años, cuando tenía la muerte tocando la puerta de su casa mantuvo su humor característico.

Sufría de diabetes y antes de morir tuvo una serie de complicaciones médicas extremadamente dolorosas. Por culpa de una flebitis en 1976 la pierna de Totie fue amputada. Paso largos días y meses en el hospital tratando de recuperarse. Bajó decenas de kilos y sabía que nunca volvería a estar bien físicamente en su vida. Sin embargo, el momento en que por fin pudo salir, se paró frente a sus espectadores y con su natural carisma dijo: “He esperado toda mi vida para decir esto… Ahora pesó menos que Elizabeth Taylor”… “Cariño, no perdí mi talento, no perdí mi sentido del humor… tan sólo perdí una pierna”.

Y así vivió los siguientes dos años de vida, durante los cuales enfrentó cáncer de mama, dos infartos y operaciones en un ojo. Determinada en todo momento a reírse de sus problemas, a encontrarle el lado cómico y alegre a la vida. La última complicación que tuvo la agarró en el Sarah Hotel de las Vegas la noche antes de presentar nuevamente su show. Fue una embolia pulmonar que la hizo fallecer a los 51 años de edad. Sus restos fueron llevados al cementerio judío de Los Ángeles donde hoy descansa a lado de su esposo.

Fue un ícono de la comedia estadounidense para todo el mundo. Sin embargo, también un símbolo de fortaleza y seguridad, de una época llena de hombres y mujeres dispuestos a encarar sus problemas y reírse de ellos un rato. La época de las grandes comedias.