Enlace Judío México – En 2008, el líder palestino rechazó la insuperable oferta de paz de Ehud Olmert. El repugnante discurso del domingo en Ramala muestra por qué.

DAVID HOROVITZ

Hace casi una década, en los últimos meses de su mandato, Ehud Olmert ofreció al presidente de la Autoridad Palestina, Mahmoud Abbas, casi todo lo que los palestinos aparentemente han querido de Israel.

El 16 de septiembre de 2008, Olmert recibió a Abbas en la Residencia del Primer Ministro en Jerusalén, sacó un gran mapa y le mostró las considerables concesiones territoriales que ofrecía para el establecimiento de un Estado Palestino y poner fin al conflicto de una vez por todas.

Olmert ofreció a Abbas lo que equivaldría al 100 por ciento de Cisjordania, con intercambios de tierras que permitían a Israel extender su soberanía sobre los tres grandes bloques de asentamientos y se compensaba a los palestinos con territorio dentro de las fronteras soberanas de Israel. Olmert rechazó el “derecho al retorno” de millones de palestinos a Israel, algo que condenaría al Estado judío, pero expresó su voluntad de cumplir con el llamado de la Iniciativa de Paz Árabe para una solución justa y negociada del problema de los refugiados, incluido un fondo de compensación y la absorción simbólica de varios miles de refugiados.

Lo más espectacular de todo fue que propuso dividir a Jerusalén en vecindarios controlados por israelíes y palestinos y renunciar a la soberanía israelí en el Monte del Templo y en toda la Ciudad Vieja. En cambio, dijo Olmert, el sitio sagrado sería supervisado por un fideicomiso internacional no soberano de cinco miembros, que incluiría a Israel, la Autoridad Palestina, Jordania, EE. UU. y Arabia Saudita.

Olmert le entregaría el mapa a Abbas con la condición que éste lo firmara. Él se negó. Más bien, al final de esa reunión, se decidió que ambas partes se reunirían nuevamente al día siguiente para fijar los términos. Como recordaría Olmert en una entrevista a la televisión israelí en 2015: “Le dije: ‘Recuerde mis palabras, pasarán 50 años hasta que haya otro primer ministro israelí le ofrezca lo que te doy ahora. No pierda esta oportunidad.'”

Pero eso es precisamente lo que hizo Abbas, perdió la oportunidad. Volvió a Ramala, donde rápidamente trazó su propio mapa de la propuesta de Olmert. Al cabo de unas horas, el principal negociador palestino, Saeb Erekat, llamó para decir que los palestinos no podían reunirse como estaba previsto porque tenían que viajar a Ammán, pero que reanudarían las conversaciones la siguiente semana. Eso nunca ocurrió. Durante años, Olmert dijo tristemente que todavía esperaba la llamada de Abbas.

En 2015, el jefe de la AP reconoció que había rechazado la oferta de Olmert, quejándose de que la propuesta de los refugiados no era satisfactoria y afirmando falsamente sobre la división del territorio: “Me mostró un mapa. No me entregó el mapa … Me dijo, ‘este es el mapa’ y se lo llevó. Respeto su punto de vista, pero ¿cómo puedo firmar algo que no recibí?

Como era de esperar, Abbas no hizo mención de la extraordinaria propuesta de Olmert durante su discurso de más de dos horas contra Israel, contra Trump y contra la paz este domingo en Ramala. Sin embargo, ese terrible discurso muestra por qué el hombre encargado de conducir a su pueblo hacia un Estado había rechazado, casi una década antes, la mejor oportunidad para alcanzar ese objetivo declarado.

La verdad salió de la boca del líder palestino de 82 años: él mismo cree en la cruel propaganda diseminada primero por su predecesor Yasser Arafat y mantenida durante sus 13 años al frente de la Autoridad Palestina.

Por supuesto que Abbas optó por rechazar la insuperable oferta de Olmert, ya que requería que los palestinos reconocieran la legitimidad de un Israel que, según él, es simplemente un “proyecto colonial sin raíces que no tiene nada que ver con el judaísmo”. Requería que los palestinos compartieran el territorio con un pueblo para el cual la tierra santa era tan extraña, según su falsa versión de la historia, que era mejor morir a manos de los nazis que vivir aquí. “Los judíos no querían emigrar aún después de los asesinatos y las matanzas. Incluso durante el Holocausto, no emigraron”.

Tan indeseable era la tierra santa por los judíos, explicó en su repugnante narrativa revisionista, que David Ben-Gurión optó por obligar a los judíos de Oriente Medio a venir aquí. “Ben-Gurión no quería que los judíos de Oriente Medio vinieran [a Israel]”, dijo Abbas a su audiencia embelesada, “pero cuando vio la vasta tierra, se vio obligado a traer a los judíos de Oriente Medio… que no querían venir. Desde Yemen trajeron a 50,000 judíos… Luego fueron a Irak, que tenía grandes reservas de judíos …”

El hombre en cuya tesis doctoral culpó a la agitación sionista por el Holocausto, y discutió el número de víctimas judías, presentó este domingo una serie de falsedades de los acontecimientos del siglo XX. Describió una narrativa que no permitía ninguna conexión judía histórica con esta tierra: ninguna historia bíblica, ningún templo ni antigua soberanía. Eliminó el pasado del pueblo judío.

Obviamente, ningún líder tan ciego a la legitimidad de su enemigo podría haber aceptado la reconciliación. La excusa pública de Abbas para rechazar la oferta de Olmert en 2008 puede haber sido “no me entregó el mapa”. Lo que evidentemente motivó su rechazo, sin embargo, fue su insistente convicción de que los judíos no tienen derecho a estar aquí.

La tragedia es que primero el liderazgo sin salida de Arafat y luego el de Abbas nos afecta a todos. El hecho es que hay millones de israelíes y palestinos -judíos, cristianos y musulmanes- entre el río Jordán y el mar Mediterráneo y de alguna manera tenemos que encontrar una manera de vivir juntos.

La solución no radica en un intento de solución diplomática rápida: tratar de obligar a las partes a un compromiso sobre términos que no desean, con un plazo de tiempo artificial que no respetarán. Más bien, el largo camino por delante requiere educación: educación sobre el desagradable hecho de que existen reclamaciones contradictorias de esta tierra.

Conscientes de que los palestinos no se irán a ninguna parte, y desesperados por un acuerdo que nos libere de la opción de vivir por la espada o morir, los israelíes han mostrado una voluntad, representada más dramáticamente por la oferta de Olmert, de alcanzar un acuerdo territorial de largo alcance.

Los palestinos, por el contrario, se han negado a reconocer la legitimidad judía y se han convencido a sí mismos de que Israel es una presencia transitoria y poco profunda que finalmente puede ser derrocada. Esto, a pesar de la espectacular evidencia de nuestra fuerte, resistente y próspera nación.

Hace un siglo, era axiomático en el Islam que había templos judíos en lo alto del Monte del Templo; es por eso que los musulmanes posteriormente colocaron mezquitas allí. Lo que el discurso de Abbas destacó tan sombríamente es que la falsa narrativa de la historia judía no sólo es difundida cínicamente por los líderes palestinos a su pueblo, sino que también es completamente aceptada por los propios líderes.

Mientras tanto, la ONU puede votar en contra de Israel. Las naciones necias pueden reconocer unilateralmente un Estado palestino, en perjuicio de los palestinos, ya que ese “apoyo” simplemente profundiza su obstinación. Pero la única ruta hacia la independencia palestina pasa a través de un acuerdo negociado con Israel.

La oferta de Olmert de hace una década muestra lo lejos que Israel estaba dispuesto a llegar para poner fin al conflicto. El despreciable, trágico y contraproducente discurso de Abbas el domingo por la noche demostró que mientras los palestinos se cieguen ante la legitimidad de Israel, ninguna oferta israelí será suficiente.

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Fuente: The Times of Israel / Reproducción autorizada con la mención siguiente: © EnlaceJudíoMéxico