Enlace Judío México – Vivimos en una era de irreverencia descarada. La desacreditación se ha convertido en la norma, y en cada instante sentimos la necesidad de exponer la debilidad del otro.

NATHAN LOPES CARDOZO

La dignidad humana, una frase a menudo mencionada, se ha convertido en una farsa en la vida real. En lugar de buscar deliberadamente oportunidades para amar a nuestro prójimo, como lo exige la Torá, muchos han modificado esta regla de oro diciendo: “desconfíen de su prójimo y de ustedes mismos”. La desconfianza de la gente en sí misma se ha extendido a sus relaciones con otros. El temor por sus propios actos y la mediocridad los ha llevado a creer que no hay más grandeza moral y espiritual y que somos una generación de huérfanos espirituales.

Esta condición también ha entrado lentamente en el subconsciente de diversos segmentos de la comunidad religiosa, aunque de una forma más sutil. Influenciados por filosofías materialistas, muchos religiosos que alguna vez veneraron a su prójimo se han convertido en parte del problema sin saberlo. En lugar de enviar un mensaje de amor incondicional y respeto por sus compatriotas judíos, sean cuales sean sus antecedentes o creencias, muchos dentro de la comunidad judía religiosa han sido víctimas de desacreditar a otros, lo que ha llevado a una situación muy preocupante dentro y fuera de la Tierra de Israel.

Cuando observamos incluso a aquellos que están plenamente comprometidos con ayudar a otros a volver al judaísmo, vemos una actitud ajena a la vida y al pensamiento religioso. No podemos evitar la impresión de que algunas personas, sin negar su amor por sus correligionarios, tienden a hablar mal de los judíos seculares. Esto se ha convertido en la norma. Constantemente se destaca la necesidad de corregir el modo de vida equivocado del secular. Sin duda, tal actitud nace del amor, pero conduce a infinitos problemas. Ese enfoque se basa en la arrogancia.

Al ser vistos como ideales, los judíos religiosos convierten a los seculares en miembros de segunda clase. Son ellos los que deben arrepentirse por sus caminos equivocados. Tal actitud se basa en nociones de disparidad y falta de afinidad. El judío secular siempre se sentirá inferior. Como tal, el punto de partida desde el cual uno se aproxima para acercar a sus hermanos judíos al judaísmo es su ruina. La sugerencia de que “uno debe arrojarse a un horno ardiente en lugar de insultar a otra persona en público” (Berajot 43b) se aplica a este caso, ya que los judíos seculares están siendo menospreciados y tratados como inferiores.

Para acercar a hermanos judíos al judaísmo, es necesario celebrar las mitzvot que ellos han observado. Al compartir las mitzvot, se encontrará una forma auténtica de traer a los judíos de vuelta a casa.

La base debe ser la humildad, no la arrogancia. No hay duda de que los judíos seculares, consciente o inconscientemente, siguen una gran cantidad de mandamientos. Muchos de ellos no en forma de rituales, pero hay fuertes evidencias que apuntan al compromiso de los judíos seculares de guardar las mitzvot interpersonales. Detrás de las divisiones del compromiso tradicional se encuentran los fundamentos de la religión como la compasión, la humildad, el respeto y hasta la fe. Las promesas son diferentes, pero las devociones son iguales. Quizás hace falta que judíos religiosos y no religiosos coincidan entre sí, pero sus espíritus se tocan. ¿Quién negará que los judíos seculares tienen un sentido de misterio, perdón, belleza y dulzura? ¿Cuántos de ellos no tienen una fe interna de que Dios protege? ¿Y cuántos no desprecian el fraude o la doble moral? Esto es lo más profundo de los valores religiosos.

Esto no sólo exige una celebración, sino que también puede convertirse en una inspiración para los judíos religiosos, honrando a los judíos seculares por guardar estas mitzvot, y renovando estas y otras buenas acciones. Hay una necesidad de hacer que los judíos no observantes se den cuenta de que son mucho más religiosos de lo que ellos mismos saben. Hacer que se den cuenta de que la luz de Dios brilla en sus rostros tanto o más que en los de los judíos religiosos.

Del mismo modo que los judíos no religiosos deben demostrar que son dignos de ser amigos de judíos religiosos, éstos deben ser dignos de la amistad de sus hermanos judíos seculares.

Hay una gran necesidad de que los judíos vuelvan a sus raíces, mostrándoles que nunca se alejaron. Cuando los judíos religiosos asimilen que los seculares son igual que ellos y no inferiores, habrá un retorno al judaísmo como iguales.

Uno de los fracasos trágicos de los antiguos judíos fue su indiferencia hacia las Diez Tribus de Israel que fueron arrastradas por los asirios después de que el reino del norte de Israel fue destruido. Al pasarlos por alto, y no tomarlos en serio, fueron enviados al olvido.

Esta es una pesadilla que, en este momento de la historia judía, debería aterrorizar a todos y cada uno de los judíos religiosos: el desconocimiento de estar involucrados en un nuevo fracaso, en un trágico abandono del deber.

Fuente: The Times of Israel / Reproducción autorizada con la mención: © EnlaceJudíoMéxico