Enlace Judío México.- Estados Unidos está interesado en que se intensifique más la lucha amarga de poder del régimen iraní.

REUEL MARC GERECHT Y RAY TAKEYH

Los revolucionarios islámicos de Irán se critican uno al otro regularmente, pero recientemente el nivel de inventiva entre la élite gobernante ha alcanzado nuevas alturas. La feroz lucha interna entre el Presidente Hassan Rouhani y sus detractores amenaza ahora al edificio gobernante de la República Islámica. Dada la política exterior agresiva y de ambiciones nucleares del régimen clerical, Estados Unidos está interesado en ver intensificarse esta lucha de poder.

Durante las manifestaciones pro-democracia en el 2009, la mayoría de la clase gobernante iraní, incluido Rouhani, se concentró alrededor del Ayatola Ali Khamenei, el líder supremo. A raíz de las protestas provinciales más pequeñas pero más generalizadas que comenzaron en diciembre pasado, las elites revolucionarias parecen más divididas. Estas facciones contendientes están deslegitimando más al Estado que están tratando de salvar.

Esta es una contienda por poder, no ideales. Rouhani seguramente no está buscando liberalizar el sistema político y hacerlo explicable ante la ciudadanía. Un padre fundador del régimen teocrático que sigue profundamente implicado en muchos de sus peores crímenes,  Rouhani, busca hacer funcionar la economía sin reformas estructurales que lo liberarían del control clerical. Él espera que la inversión occidental pueda ayudar a crecer a la economía corrupta y mal manejada de Irán.

Rouhani se ha transformado ahora en un demócrata y populista, aunque uno profundamente cínico. Dando un golpe a los líderes no electos de Irán, él hace poco insistió en que las “elecciones son el único medio para gobernar” y la “crítica y protesta son el derecho del pueblo.” El presidente desafiante ha solicitado un referendo sobre la democracia: “Cuando sucedió la revolución, estuvimos todos juntos a bordo del tren de la revolución; algunos de nosotros decidimos salir del tren; echamos a otros que no debimos haber echado. Todos deben ser invitados de regreso al tren de la ‘revolución exitosa y victoriosa’.”

Luego está la misteriosa filtración del video de una reunión de la Asamblea de Expertos de 1989. El grupo, el cual elige al líder supremo de Irán, estaba sopesando si aprobar el ascenso de Khamenei al puesto. “Pobre sociedad islámica,” confiesa Khamenei en el video, “si se plantea siquiera la posibilidad de que alguien como yo puede ser su líder.” Es difícil no ver las manos del presidente y sus aliados detrás de esta humillación.

Lo mismo ocurre con la reciente divulgación del presupuesto, el cual mostró fondos más elevados que lo esperado destinados para la detestada policía de la virtud y fundaciones religiosas conservadoras aliadas con Khamenei. Rouhani y sus aliados parecen estar tratando de hacer mella en el régimen, pero sus opositores, no obstante, comandan las instituciones más poderosas del país: la oficina del líder supremo, el poder judicial, los Guardias Revolucionarios y grupos de vigilancia que a menudo aterrorizan a sus críticos. La prensa conservadora ha ridiculizado la idea de un referendo, aunque menoscabando a Rouhani por depender de los occidentales para rescatar la economía.

El líder supremo ha advertido que “el enemigo está esperando una oportunidad. Él está esperando el surgimiento de una grieta a través de la cual poder infiltrar el país.” En una reprimenda aún más dura, el comandante Qasem Soleimani de la Guardia Revolucionaria advirtió a Rouhani: “Encuentro desafortunado que algunos que se auto-titulan seguidores del camino del Imán no escriban una carta abierta a la Arrogancia Global (Estados Unidos) pero escriben cartas abiertas al líder permanente [supremo].”

Khamenei y los Guardias Revolucionarios albergan su propia visión de empoderamiento económico—la “economía de la resistencia.” Ellos quieren dar el puntapié inicial a la economía mientras dependen menos del comercio occidental. Su plan pide más uso de los mercados internos del país y comercio con países culturalmente no amenazantes como Irak y Estados del centro y este asiático.

Para Khamenei, las sanciones occidentales revelaron que la dependencia en el comercio exterior es una vulnerabilidad que paraliza al país. Rouhani difiere, viendo al acuerdo nuclear como la lápida de la cooperación estadounidense-europea contra Irán. Para él, más inversión europea dividirá al Occidente, neutralizando al más duro Estados Unidos. Khamenei y sus discípulos no están encantados, como lo está Rouhani, con el modelo de China, en el cual coexisten la autocracia, el capitalismo y una cierta permisividad cultural. Ellos no ven la economía vibrante y el creciente poder militar de China; ellos ven un régimen que ha perdido su herencia ideológica.

Ni los revolucionarios pragmáticos de Rouhani, ni Khamenei y sus aliados pueden ganar esta lucha de poder. El presidente puede ser capaz de agitar al gobierno y a la sociedad, pero no puede reinventarse como un líder de la oposición. Él está meramente fortaleciendo una narrativa nacional que ya ha rechazado el régimen clerical.

El líder supremo y sus partidarios pueden frustrar la agenda legislativa de Rouhani y su intento de remodelar la economía. Pero dado su desprecio por la democracia y su comodidad con la corrupción, ellos no pueden reconstruir la legitimidad golpeada del régimen. Mientras los oligarcas clericales conspiran unos contra otros, es probable que el sistema se paralice. El resultado de esta lucha de facciones es la parálisis en una época en que la teocracia está enfrentando descontento popular, caída económica y extensión imperial en exceso.

La Casa Blanca puede quebrar al régimen. Contrarrestar las ganancias de Teherán en Siria—cualquier contrarresto—ayudaría, como lo haría un maremoto de sanciones contra los Guardias Revolucionarios. El presidente puede también usar su púlpito y las sanciones económicas en forma agresiva para exponer y castigar el comportamiento tiránico del régimen.

Existe el potencial para una transición democrática en Irán, donde tales aspiraciones han estado creciendo por más de 100 años. Como han revelado en forma repetida las protestas callejeras que sacuden al régimen, el país es un volcán. Queremos que entre en erupción. Para Estados Unidos y el Medio Oriente, más temprano es mejor que más tarde.

 

*Marc Gerecht es un miembro principal en la Fundación para la Defensa de las Democracias. Ray Takeyh es un miembro principal en el Consejo sobre Relaciones Exteriores.

 

Fuente: The Wall Street Journal
Traducido por Marcela Lubczanski para Enlace Judío México.

 

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