Enlace Judío México.- Sumida en una ingenuidad que rayaba en un idealismo romántico, yo creía que cuando las masas se indignaban con nosotros con respecto al conflicto del Medio Oriente, lo hacían porque simplemente estaban desinformadas.

ANNA DONNER

Entonces decidí escribir sobre la esencia del sionismo. Pensaba que esgrimiendo razonamientos lógicos, los recibirían con beneplácito, porque creía que tenían ganas de aprender.

Escribí acerca de la historia de la primera mitad del siglo XX y de la llegada de judíos a tierras polvorientas y pantanosas. De cómo en los kibutzim se trabajó por cama y comida para transformar la tierra en productiva. De cómo una zona sumida en la ignorancia y la miseria se volvió próspera y sus gentes conocieron el progreso. Y por sobre todas las cosas, del origen del eterno tema de los refugiados palestinos.

Pensaba que era fácil de entender el porqué de la necesidad de un Estado Judío. Del porqué después de que tantas veces nos mataron, tantas veces nos morimos estamos aquí, sobreviviendo. De la esclavitud en Egipto, del exilio en el que estuvimos sumidos por casi dos mil años, de las persecuciones y pogromos, de la expulsión de los sefaradim y sus cenizas en las hogueras del santo oficio, de la Shoá y de los horrores del nazismo.

Pero contrariamente a todas mis expectativas, nadie se conmovía con estos relatos. Me esforcé aún más. Escribí mil razonamientos explicando las causas del conflicto, creía que al igual que mis alumnos de programación en sistemas, llevando la cuestión a la lógica, sí entenderían. Y si eso sucedía, pensaba, entonces “abrirían su corazón”.

Poco sabía yo, cuando recién comencé a escribir, que la cosa no venía por ahí. Hoy, ya absolutamente harta de que ensucien nuestra bandera, de que haya que pedir permiso para cantar el Hatikva, de oír hasta en sueños el impune y exaltado clamor “Sionistas asesinos”, es que decidí sentar por escrito el porqué de tanto.

Las masas no quieren razonamientos y menos aún quieren aprender. “Al pueblo pan y circo” y nada de libros. Un libreto de pasquín banal aprendido de memoria, recitado, gritado con toda la exaltación que es posible, los exime de culpa alguna cuando dejan la garganta roja para gritar “Sionistas asesinos”.

No hay que ser ingenuo. Nada enardece más a las masas enamoradas del fragor antisemita que utilizar la palabra “Sionista” como insulto. Cualquier individuo con un mínimo de capacidad de análisis sabe qué es el sionismo, pero sabe también que a un judío le clava un puñal en el corazón si le grita esa palabra como insulto. Por eso lo hacen, porque les encanta revolver la llaga viva. Y por esa razón, es que adhieren a la causa palestina. Podría ser cualquier causa que fuera contra la tierra de Israel, el centro del corazón de un judío.

Es muy fácil comprender que es de total desinterés de un Pepe Pérez, que vive en Uruguay lo que les sucede a los palestinos, personas que viven en un lugar que ni sabe dónde queda en el mapamundi. Lo único importante para Pepe Pérez es disparar una flecha al corazón de un judío y para tales efectos elige “lo que venga”. Si en lugar de los palestinos fueran los mogoles quienes estuvieran en conflicto con Israel, entonces Pepe Pérez defendería esa causa.

Lo único que interesa es defenestrar a Israel. Pero no a su política, como uno podría estar tentado de creer. Lo que quieren es defenestrar a Eretz Israel como entidad, como Estado. Y cualquier motivo es bienvenido, con tal de dar rienda suelta a tan obsesiva pasión.

Comprendiendo esto, todo queda claro. Cada vez que en Israel “está en el escenario”, ellos bailan de alegría. Porque pueden blasfemar en su nombre, porque tienen una nueva oportunidad para insultar a los judíos, porque ante la más abyecta impunidad dibujan sobre la bandera de Israel una esvástica azul. Porque salen a la vuelta de la esquina y queman banderas de Israel y nadie les dice nada. ¿Quién va a decirles algo si todos tienen un antisemita guardado en el closet?

Por todo lo expuesto antes es que ya no escribo análisis lógicos ni escribo de historia. Porque lo importante, lo relevante, es desenmascarar de una buena vez y para siempre los motivos por los cuales “El mundo se indigna” cada vez que algo sucede en Israel pero ni se inmuta cuando algo sucede en cualquier otro confín del planeta.

Para que quede claro, y para desenmascarar a todos los hipócritas.

El mundo no se indigna, el mundo festeja. Al mundo le importa un comino si murió un palestino, si murieron dos, si murieron cien, si murieron mil. Lejos de apenarse ante la muerte de un palestino, la celebran. Y cuantos más sean, el jolgorio y la algarabía serán mayores, porque así tienen una nueva oportunidad para insultar y ofender lo más sagrado para nosotros, los judíos: Nuestra Tierra, Eretz Israel.

El resto es cuento.

 

 

 

 

Fuente:mensuarioidentidad.com.uy