Enlace Judío México.- Antonio Escudero Ríos entrevista a Ernesto Parra.

 

Antonio Escudero.- Antonio Machado, un poeta singularmente amado por mí, escribe: “Caminante, no hay camino, se hace camino al andar”. Ligando esto con el destino errante del pueblo judío, con su constante peregrinación en busca de una tierra donde asentarse, yo le preguntaría si no le parece contradictorio que un pueblo tan “definido” como el judío se haya constituido sobre caminos hechos al andar, sin fin ni meta precisa, salvo su asentamiento en Israel.

Ernesto Parra. Viajar es consecuencia de un mordisco de la curiosidad, es la necesidad. Viajar es un trabajo. En definitiva, salir del Paraíso de una patada en el culo. El pueblo hebreo no fue el primero en viajar, pero sí uno de los primeros en describir su viaje errante. Su escritura, como en el Génesis, se remonta a una tradición oral que, en paridad, se nos pierde en la noche de los tiempos.

Ahora bien, la expulsión del Paraíso es el inicio de la vocación viajera de la Humanidad: desde Gilgamesh a Hannón y de Magallanes a Kipling. Viajar es conocer, intercambiar, perder, aprender, pero nunca se puede viajar como la mujer del otro, mirando hacia atrás, porque nuestra aventura se convertiría en un terreno de sal.

Esa misma sal que un disidente común civil como Joshua convirtió en la propulsión al viaje de sus enviados, los apóstoles. Hay datos apócrifos para pensar que uno de ellos tocó las costas galaicas tras doblar, según se va, a la derecha, las columnas de Hércules.

El pueblo judío es la síntesis viva del viaje vivido, contado y escrito, a ninguna parte. O la historia de todos los que no besamos la muerte aún.

A.E.: Se dice que la Historia comenzó con la escritura. Teniendo en cuenta que no hay pueblo como el, judío que se haya construido sobre las Escrituras, entendidas como Ley, mandato divino, ¿serían los profetas hebreos los primeros constructores de la Historia tal como la entendemos, no desde atrás sino hacia delante, reclamada desde el futuro?

EP. – De alguna manera cuando una persona se entendió con otra haciendo un trazo en la arena con un palo, se creó un lenguaje que vendría incluido en el vientre de la oralidad. La tradición y el boca a boca de los excesos y maravillas que sucedían en torno a un palo, a una gruta, a un árbol, o a un desierto, creaban a la vez pánico e historia mientras estaban escribiendo. La primera letra que escribió el hombre en la tierra la hizo con su pie. La segunda, muchos miles de años después, cuando sublimó el paseo de su vida y. lo llevó al arte; plasmó su mano tiznada debajo del flequillo de una cascada o en una cueva que era en definitiva una forma de volver al paraíso perdido.

La lectura que el pueblo hebreo hace del tiempo es lineal, parte de un punto y va al subsiguiente.

Eso, dicho en escritura, sería la virtud del nómada. Un pueblo que camina constantemente entre arena que se diluye como cae en un reloj de arena, necesita una ley fuerte que evite los becerros de oro. Lamentablemente el signo del presente apunta a más becerros de oro que tablas de la ley.

El otro pueblo nómada, y sempiterno vecino, es el pueblo filisteo, hoy llamados palestinos.

La cara y la cruz de dos pueblos unísonos y enfrentados en las cuencas de un río que sus ojos no ven.

A.E.: Parece que el pueblo judío, más que reivindicación del espacio, ha estado siempre buscando el tiempo, en la historia. ¿Es ése también el parecer de usted?

EP.- Ser y parecer ha sido un tema zarandeado desde antes de Platón hasta después de Wittgenstein. La concepción del tiempo judío ha sido y es una concepción lineal. Que nos ha influido en la historia moderna, aunque haya habido que hacer algunos trastoques de cifras. Si es el 5700 o el 2001 o el 1600 y pico, son los mismos relojes dando la hora de la historia de las tres religiones monoteístas de estos dos últimos milenios y lo que quede.

La mente se enfrenta a la mente en ocasiones, como Jeckyll y Mr. Hyde, o en cualquier episodio cotidiano. El tiempo también se enfrenta al tiempo si atendernos a esas tijeras que cortan la tela de la percepción y lo recorrido. La historia otro tanto, pero me queda seguir pensando que la historia muy a menudo sólo la escriban los vencedores. Y lo recorrido se vuelve letra muerta. En el tiempo cabe una historia itinerante y milenaria. Cabe en la huella que deja un camello al pie del Sinaí. Sólo quiero apuntar que, a veces, con la historia mal entendida se pierde mucho tiempo.

A.E. ¿No cree usted que la Historia, en el caso de los judíos, más que una Historia basada en el progreso, es una Historia Sagrada, crónica, de la Divinidad en los hombres, de la Palabra de Dios hecha Escritura, contada una y otra vez?

EP.- Bajo el punto de vista de la historia del pueblo hebreo; habría que considerar si lo que me preguntas, Antonio, es que si una es Palabra de Dios hecha Escritura, contada una .y otra vez. Interpreto que la primera palabra hecha por Yavhé de su puño y letra fue la tablilla del ser humano. No olvidemos la estrecha relación no sólo del pueblo hebreo, sino otros, con la tablilla que antes habían empleado para imprimir. Es el caso de los sumerios, quienes mediante esta técnica de afirmar sus conocimientos y tradiciones expusieron temas que abarcaban desde la descripción de una farmacia, la educación de los niños, futuros escribas, las matemáticas o la poesía. Podemos advertir en el texto sumerio del arca de Noé, que sólo difiere del hebreo más posterior en las dimensiones del navío salvador. Así pues, la historia tendría dos facetas: una, la escrita y otra la que no se olvida. Esa es la auténtica Historia Sagrada (segrellí) como el secreto.

A.E.: ¿Cómo se combina la fuerte individualidad judía con el hondo sentimiento de colectividad de ese pueblo?

E.P- Sí, recordando el libro de los jueces, revivimos la honda de David mezclada con sus salmos, o más tarde la sabiduría de Salomón, con el mercado del honor afectivo a la reina de Sala.

La inteligencia de Daniel, la fuerza de Elías, o la seguridad de Jacob, llevada de padres a hijos. Será muy difícil encontrar en los caminos del planeta pueblos que hayan estado tan profundamente unidos, por algo más que, el lenguaje o la cultura: la tradición. Y ello conlleva ese hondo sentimiento de colectividad que mama un pueblo nómada.

A.E.: Hay una ambivalencia contradictoria con respecto al judío entre las gentes. Por una parte, es un pueblo respetado y admirado. Por otra parte, existe a veces una actitud de rechazo hacia él que se manifiesta en expresiones populares despectivas, por ejemplo: perro judío, hacer una judiada, ser un fariseo, etc. ¿Cómo explica usted este fenómeno?

EP.- El privilegio de frases despectivas hacia el entorno hebreo, presumo, es un esguince sin resolver entre una religión vencedora, como es el cristianismo, y una vencida, el paganismo, a partir del 313 d.C. con la victoria de Constantino sobre Majencio, pasando la Iglesia a ser un poder junto al poder, a la vez que admite la capitulación de cambiar el símbolo que distinguía a los antiguos cristianos que era el ICHTHYS (pez), por la Cruz que es el símbolo de las espada romana. En ese momento, según las informaciones de los espías de Constantino el Grande, sus legiones estaban compuestas por una inmensa mayoría de cristianos que se habían salvado del tétrico juego alternativo del circo de Roma. Si Fue sueño o estrategia, el in hoc signo vinces funcionó. La Inquisición, Torquemada, y su dilatada ‘corte de herederos del terror, amenizaron con piras de tolerancia la movilidad de las paces hechas para lo despectivo y lo denigrante. Al fin y al cabo, el testimonio de estas frases, lamentablemente aún vivas, nos indican la fuerte influencia que tuvieron chivatos y medradores.
O sea, melancolía resignada en sol menor.

A.E.: Existe una penetración en lo judío de lo sagrado incluso en el pensamiento de sus representantes más modernos y racionalistas, como temor de Dios, como acatamiento del mandato divino como Escritura Sagrada. ¿No ve usted curiosa esa mezcla de racionalismo crítico y acatamiento de la Voluntad Divina?

EP. -Indudablemente existe una mezcla en un área desértica o semidesértica, poblada por diferentes nómadas, no sólo hebreos. Filisteos (actuales palestinos), amorreos, o hasta hititas y egipcios, desde tiempos milenarios vienen convulsionando unas fronteras que son más culturales en el sentido de la tradición que geográficas. Y en ese caso, en este sentido; la sociedad de Occidente ha evolucionado con un enorme desapego a la tradición llevada por otras nuevas fórmulas para representar al nuevo becerro de oro.

De la mano del consumismo, la intolerancia o la inhumanidad, siempre es complejo ponderar un conflicto y la relación de pueblos nómadas entre sí.

No es lo mismo el pueblo hebreo que el estado de Israel. Ni Goliat que Jordania. Acaso en ese aspecto la Historia Sagrada, como tú nombras, Antonio, haya anquilosado, en un puñado de cromos, algunos momentos cruciales tanto para vencedores como vencidos.

Pero la capacidad de diáspora y no sólo penetración sino adaptación, a otras lenguas y Otros ámbitos, sintiéndose ciudadanos de la tierra que pisaban, está friera de duda.

Sefarad es una buena muestra de la capacidad de los nómadas para traernos su cultura y su presupuesto, cambiando los desiertos de arena del Sinaí por los desiertos líquidos del Mediterráneo. Como apunta Midrás Rabba acerca del Génesis: ¿Por qué el hombre fue creado el último día? Porque así, si le invade el orgullo, se le puede decir: en la creación, el mosquito fue antes que tú. La respuesta universal a las leyes que nos rigen es morirse; un verbo reflexivo que no admite reflexiones.

 

 

 

Fuente:Revista Raíces