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López Obrador una verdadera pesadilla

Si bien es cierto que de acuerdo a las diferentes encuestas Andrés Manuel López Obrador (AMLO) lidera las preferencias de los potenciales electores con un porciento de alrededor de 40.0, ello no quiere decir que tiene ya el triunfo para la presidencia; hay que recordar que las encuestas representan una tendencia, no un pronóstico. La ventaja sobre sus competidores y de acuerdo a expertos en la materia será difícil de remontar.

LEÓN OPALÍN PARA ENLACE JUDÍO MÉXICO

En este contexto, sus planteamientos sobre las políticas que implementará en su administración, él ya se siente presidente, son verdaderamente inviables desde el punto de vista económico y político. Ha insistido que aplicará las políticas del Desarrollo Estabilizador de México (1952-1970) que fueron exitosas en cuanto a crecimiento económico, y control de la inflación, entre otros múltiples logros. Este modelo se llevó a cabo bajo una participación intensa del Estado en la economía, controles de precios, subsidios a diferentes actividades y productos.

Lo cierto es que el México actual es totalmente diferente en un mundo globalizado y con otra estructura económica, política y social, que hacen inviables y retrogradas las propuestas de AMLO. En este ámbito se menciona que la actitud agresiva de AMLO del pasado ha cambiado, empero, en materia de economía, está enraizado en sus viejas ideas y ocurrencias que le brotan espontáneamente a la luz de sus trastornos mentales, a través de los cuales se autoproyecta como un mesías redentor de México. Creyéndose ya presidente, ha manifestado públicamente su oposición a la construcción del nuevo aeropuerto internacional de la Ciudad de México, una obra magna de infraestructura en el país que representará una inversión cercana a 200 mil millones de pesos y que hasta el momento lleva un avance de 75% en las licitaciones otorgadas. El nuevo aeropuerto es el segundo más grande en construcción en el mundo y es 6 veces mayor que el actual, lo que da una idea de una capacidad futura no solo para impulsar a la Ciudad de México, sino al desarrollo económico del país.

El actual aeropuerto de la Ciudad de México recibe anualmente 40 millones de pasajeros, ello pese a que estaba programado para recibir un máximo de 30 millones, ya superó con mucho su capacidad, lo que se traduce en retrasos frecuentes de vuelos. Se estima que el nuevo aeropuerto podría recibir hasta 50 millones de pasajeros anuales en su primera etapa y al final de la construcción atender hasta 120 millones. Además hay que considerar que el nuevo aeropuerto ampliará sensiblemente la capacidad de movilizar carga.

AMLO ha expresado que cancelará el proyecto y lo sustituirá con la construcción de dos nuevas pistas en la terminal militar aérea de Santa Lucia, en el sureste del municipio de Zumpango en el Estado de México, para que operen simultáneamente con el actual aeropuerto de la Ciudad de México. AMLO argumenta que el nuevo aeropuerto se hundirá en su actual locación “porque está asentado en un terreno inconveniente”, además considera que en los contratos otorgados predomina la corrupción. Los argumentos de AMLO son falaces; expertos nacionales e internacionales en aeronáutica consideran que técnicamente no es posible la operación simultánea del actual aeropuerto de la Ciudad de México y las dos pistas de la base aérea de Santa Lucia.

En cuanto a los procedimientos de contratación de las obras del nuevo aeropuerto, el gobierno federal informó que el 87.1% de éstos se otorgaron mediante licitaciones públicas, 6.4% se ofertaron mediante convenios de colaboración.

En 4.0% se utilizó el procedimiento de “invitación a tres” (incluye el concurso de diseño); el 2.0% fueron contrataciones formalizadas y cedidas al Grupo Aeroportuario de la Ciudad de México (GACM) por Aeropuertos y Servicios Auxiliares (ASA) y finalmente el 0.4% fueron adjudicaciones directas. El detalle de las contrataciones está disponible a todo el mundo en un sitio en internet.

En la construcción del nuevo aeropuerto se están empleando en este momento 70 mil trabajadores, fundamentalmente del área de Texcoco, donde se edifica, se estima que en plena operación utilizará 400 mil personas, cancelar el aeropuerto tendría un enorme costo financiero por lo que ya se ha invertido y, en una mala imagen en los inversionistas que se traduciría en menor flujo de inversión extranjera al país y costosos litigios por demandas de los contratistas. Las calificadoras crediticias internacionales han expresado que la suspensión de la obra del aeropuerto determinaría una baja en la calificación crediticia de México con impactos macroeconómicos significativos; aumento de las tasas de interés, mayor inflación, devaluación, menor crecimiento, entre otros.

Parece ser que AMLO y quienes lo asesoran tienen “caca” en el cerebro. Confío en que en los próximos tres debates oficiales entre los candidatos presidenciales, AMLO se revele en toda su magnitud agresiva e incoherente que modifique la intención de voto de millones de ciudadanos que piensan apoyarlo. No obstante, también es probable que cuando empiece a descontrolarse recurra a su actual lema “amor y paz”.

En las actuales campañas presidenciales la actitud altanera y autoritaria de AMLO está irritando a un número creciente de personas. También preocupa su negativa a dos grandes logros de la actual administración: la reforma educativa y la del sector energético; ello independientemente que en el presente sexenio la corrupción y la inseguridad alcanzan niveles inimaginable que han creado un gran resentimiento entre la ciudadanía.

Remedo de un debate

El pasado 18 de abril se llevó a cabo un “debate” público televisado entre los siete aspirantes a la Jefatura de la Ciudad de México, 5 mujeres y dos hombres. Se considera que el formato del encuentro “fue pésimo al grado de que el debate fue casi nulo”. Los candidatos con mayores posibilidades de triunfo son el Partido Morena y el de la Coalición PRD-PAN, y con menores posibilidades el del PRI. Para los otros cuatro son nulas, representan a pequeños partidos con penetración mínima en el electorado. Se registraron situaciones chuscas, el candidato del partido humanista más que propuestas exponía aburridos comentarios filosóficos. Asimismo, destacó la candidata independiente, residente en un barrio popular del Centro de la Ciudad de México, que con mucho entusiasmo planteó sus puntos de vista, empero, su elocuencia fue muy limitada.

Todos los candidatos realizaron propuestas con poco contenido para resolver problemas de la Ciudad, como los de vialidad y seguridad, entre otros. Se centraron en el transporte público, proponiendo ampliaciones particularmente a la construcción de líneas del metro, aparentemente desconocen los costos de la construcción de las mismas.

Se registraron acusaciones fuertes entre los principales candidatos que tienen mucho de verdad. El del PRI llamó a la candidata del PRD “Jefa del Cartel inmobiliario”, al no declarar sus propiedades en Las Lomas de Chapultepec, Miami y a la de Morena le espetó ser “la Jefa del Cartel de narco delegados”, por los recientes acontecimientos registrados en las delegaciones de Tláhuac y Xochimilco.

Por su parte, la candidata del PRD reprobó a la de Morena su desempeño como Secretaria del Medio Ambiente durante la administración de AMLO en la capital (2000-2005) “por llenar de cemento la ciudad con los segundos pisos del Periférico que privilegiaron el uso del automóvil sobre el transporte público y cambiar el uso del suelo en la zona de Santa Fe”, más grave aún fue la acusación que le hizo al responsabilizarla del derrumbe de la Escuela Rebsamen y del Tecnológico de Monterrey en la delegación de Tlalpan en los pasados sismos de septiembre, cuando la candidata de Morena era delegada en esa demarcación.

La aspirante de Morena se lanzó a través del PRD, que fue parte del equipo del Jefe de Gobierno de la Ciudad de México, que recientemente renunció, al que acusó de haber llenado su gobierno de rufianes. En fin, el debate fue una burda y preocupante parodia en la que los participantes presentaron propuestas sin mencionar el cómo las iban a concretar. El debate fue una muestra de la inmadurez política del sistema y en el que se buscó “tapar el sol con un dedo”, la corrupción que arrastran varios de los protagonistas.