Enlace Judío México – Decimos que Jerusalén es la ciudad más bella del mundo, no sólo es porque la hora dorada dura más tiempo en estos lugares, ni porque sus piedras blancas se levanten con estrellas en medio de la noche y el desierto. No, tampoco es porque fue la casa y el epítome del esplendor judío. Su belleza radica en que fue el recinto de la Presencia Divina; el lugar que D-s usaba para conectarse con el hombre y con el mundo. Jerusalén fue durante siglos el refinamiento máximo de la materia; el encuentro entre el cuerpo y el alma, lo que es siempre joven y lo que envejece; lo que prevalece y lo que perece, lo que innova y lo que mantiene. Fue el centro del diálogo eterno entre D-s y el hombre. Esa es la definición de belleza que trataremos de explorar a continuación.

¿Qué es lo bello según el judaísmo?

La concepción de belleza es distinta en distintas culturas para los romanos y los griegos era representada a través de la fuerza física, de los cuerpos atléticos y perfectos; para las culturas prehispánicas era la fertilidad, la imagen de una mujer corpulenta y ancha, era muestra de abundancia y el estereotipo de belleza de la época. Para el Renacimiento fue la inocencia, para los impresionistas el paisaje viste desde el ojo retraído y en tiempos modernos fue la diferencia, el espectáculo y el ojo subjetivo.

Así la belleza fue pasando a lo largo de los siglos dejando en su camino pinturas, novelas, esculturas y edificios que hasta la fecha son admirados por el ojo que los encuentra. A pesar del tiempo y de las culturas que tienen en común estos restos de expresión humana ¿Por qué los hemos conservado durante siglos y siguen presentándose frente a nosotros como bellos? ¿Qué hay esencialmente bueno en la belleza y cómo la identificamos? Responder esta pregunta con profundidad tomaría años de estudio en la disciplina de la estética y el arte. Sin embargo, podemos esbozar una respuesta sencilla con algunas de las pautas que nos da la Torá y la literatura rabínica.

Dos tipos de belleza

Una de las referencias más conocidas que tenemos de la belleza en el Tanaj, es la afirmación Shlomo HaMelej (El Rey Salomón) en Proverbios cuando dice que “el encanto es engañoso y la belleza es vana” (Proverbios 31:30). Sin embargo, esto es profundamente contradictorio con las numerosas veces que la Torá remarca positivamente la belleza en los personajes de la Torá. Nos habla constantemente de la belleza de las matriarcas, Sarah entre ellas la más bella, de Raquel y su hijo Yosef. Constantemente nos recuerda la belleza de los olivos que se usaban para encender el fuego del Gran Templo y la belleza del pueblo de Israel descendientes de Shem.

¿Qué debemos de entender por esto? ¿La Torá se contradice en distintas partes, a veces significa algo y a veces otra cosa? La respuesta es que no, la Torá es constante en su sistema de principios. Una de las respuestas que se dan a esta pregunta es que hay dos tipos distintos de belleza una esta destinada a perecer (es vana) y la otra a prevalecer; una desciende de Shem el padre de Abraham y otra de Yafet su hermano, una es ejemplificada por Israel y la otra por Yavan (Grecia) y la disputa entre ambas es el conflicto principal de Janucá.

Todo aquel que haya ido a un recital de piano puede entender la diferencia entre la interpretación correcta de una obra maestra y la interpretación bella o virtuosa de la misma. Un pianista puede tocar perfectamente bien todas las notas de una pieza al mismo tiempo producir un resultado desagradable ¿por qué? Porque carece de emoción, de sentido, es una farsa. En cambio uno escucha a un buen intérprete y cada nota conmueve, toma fuerza y es muestra de la magnificencia humana. ¿Por qué? Porque el buen interprete sabe darle sentido y peso al arte. Sabe evocar las emociones, las imágenes, la historia bajo la cual la pieza fue compuesta. La belleza para que no sea vana debe tener sentido y debe reflejar una esencia. Las buenas obras de arte reflejan emociones y aspectos de la naturaleza humana que serían imposibles de entender fuera del lenguaje metafórico.

Con esto no queremos decir que la totalidad del arte griego fuera vano, ¡para nada! Produjeron grandes obras de arte que mostraron una nueva dimensión tanto del hombre como del mundo que lo rodea que hasta la fecha permanece insuperada mundialmente. Fueron geniales, sin embargo, muchas de esas obras también carecían de valores morales y por ello no fueron eternas. La diferencia entre la belleza de la Torá y la belleza de Yavan es que el pueblo judío busca acercarse a la belleza a través de la verdad y la espiritualidad.

Así como Yafet buscó la belleza en el mundo natural, en las formas simétricas y en la harmonía de los colores. Shem la buscó en la verdad. Para el judaísmo es bello aquello que te permite accerder a la esencia de las cosas, a aquello último espiritual que sostiene a la cosa frente a ti, aquella razón por la cual fue creada. La Torá es hermosa, el Shabat es bello, los rezos que decimos todos los ritos que nos rodean están llenos de sensualidad y belleza. Sin embargo, lo que buscamos con ellos no son un placer momentáneo, sino establecer una relación eterna con D-s, el Creador de todas las cosas.

Para el judaísmo la máxima belleza es cuando se logra elevar la materia y darle un sentido espiritual. Todo lo que existe fue creado para que el hombre se acerque a D-s y pueda hacer del mundo material y efímero un mundo eterno y glorioso que D-s mismo pueda habitar. Esa es la máxima belleza que se puede alcanzar la unión entre lo efímero y lo eterno, el cuerpo y el alma, la Creación y D-s. Por eso es que Jerusalén se vuelve la máxima expresión de belleza en el mundo judío. Porque Jerusalén era la morada de D-s. Era el lugar al cual el hombre recurría para estar en harmonía con el mundo y con D-s.

Jerusalén

Jerusalén en hebreo se llama “Yierushalaim” viene de “Yire”, de “yeru” y de “shalem”. “Yire” quiere decir ver, “yeru” quiere decir miedo y “shalem” paz. Hace referencia al sacrificio de Isaac y a que D-s nos ve todo el tiempo. Es la ciudad donde el miedo y la paz se juntan.

“Shalem” aparte de paz es integridad, el estado de sentirse completo sin culpas, sin faltas viviendo cada instante de lo que nos rodea. El miedo por el contrario es completamente lo opuesto es sentir que nuestra felicidad está amenazada, que podemos perder aquello que amamos. El sentimiento surge de poder percibir nuestra pequeñez y debilidad frente al mundo que nos rodea. El miedo frente a D-s no es un miedo aterrador, no es un miedo que paraliza, sino es la admiración por su grandeza y el profundo respeto que ella provoca en el hombre. Las murallas de Jerusalén son como las leyes de la Torá nos contienen nos meten dentro un marco que debemos respetar para acercarnos a D-s. “Yire” es porque D-s nos ve, ve nuestras acciones ve nuestra mente, ve nuestra alma. Todo el tiempo estamos con Él.

Yerushalaim es unir el miedo con la paz, sentirnos completos junto a Su Presencia y al mismo tiempo seguir caminando hacia perfeccionarnos, hacia remediar y completar aquellos aspectos en los que fallamos. Es la paz que surge del respeto y la reverencia.

Estar en Yerushalaim en cuerpo y alma es poder pararse frente a D-s, temblar al contemplar su grandeza y sentir paz con Su Presencia. La dicotomía más bella que el hombre puede imaginar.