Enlace Judío Mexico.- Si el siglo XX se inauguró en Sarajevo con la Primera Guerra Mundial, el XXI hizo lo propio con los grandes atentados que atravesaron las Américas, de Buenos Aires —el ataque a la AMIA1— a Nueva York —la embestida a las Torres gemelas— y se proyectaron al mundo todo.

JUDIT BOKSER LIWERANT

Para Alberto Nisman

Estos actos han constituido un parteaguas en la escena internacional y ciertamente en los nexos que redefinen hoy por hoy el vínculo entre terrorismo y política. La dramática sucesión de eventos ha tenido un impacto determinante sobre las características del terrorismo en sus diferentes dimensiones: en las modalidades que asumió, en su alcance y magnitud, en sus víctimas, en el tipo de organización que las llevaron a cabo, en sus nexos con los Estados que las apoyaron y, claro está, en el impacto que sus actos causaron a los propios países en los que éstos se llevaron a cabo. Todo ello ha convergido en proyectar al terrorismo como un actor que pasó de ser marginal a muy significativo, resaltando la capacidad cada vez mayor de unos pocos para matar a muchos.

El testimonio del Fiscal Nissman da cuenta de ello precisamente al señalar la compleja relación entre los diversos factores y actores involucrados en el caso AMIA, sus móviles y resortes y el modo como su impacto último quedó signado por el debilitamiento cuando no ruptura de los valores básicos de la vida en sociedad- de la seguridad que ofrece un Estado a sus ciudadanos a la credibilidad en la justicia.1

Sin duda, se trata de nuevas dinámicas en los tiempos de la globalización que preocupan porque dejan ver nuevas expresiones y viejas pautas. En parte recogen características previas y en parte inauguran otras. En los actos de terrorismo de los años 70 y 80 confluían dos tipos de circuitos conflictivos: el internacional-político-geopolítico, que oponía dos bloques estructurados alrededor de las dos superpotencias y el social, expresado en clave de contradicciones insuperables y lucha de clases. Su fin llegó con el fin de la guerra fría. Había en ellos también una relación estrecha entre la dimensión social, las bases sociales y la dimensión estatal política, esto es, los Estados que los auspiciaron. Precisamente después de 1991, los archivos dieron testimonios del patrocinio de la URSS y de Alemania oriental a grandes eventos terroristas.2

Desde esta perspectiva, entre lo que cambia y se mantiene destacan los nexos del terrorismo internacional con el apoyo material, político, logístico, espacial y humano de Estados que lo patrocinan. La investigación minuciosa reabierta en Argentina condujo al papel protagónico que tuvo Irán en el caso AMIA.

A partir de los años 90, el terrorismo se perfila global y asociado a las propias contradicciones y débiles equilibrios del sistema internacional que han hecho del aquél un actor transnacional. El terrorismo hoy está entrelazado con la lógica del ensanchamiento de los mercados, su desterritorialización y los nexos con el narcotráfico. Abona en su configuración el resurgimiento de visiones religiosas trascendentalistas, ejemplificadas por el fundamentalismo islámico ante el ocaso de las ideologías seculares y en el marco de la movilización y formulación de propuestas de un nuevo orden mundial. Sin afirmar que el Islam en su totalidad se expresó de este modo, en el caso del fundamentalismo se reforzaron los nexos entre religión y política, la religión fue proyectada a una violencia “metapolítica”, más allá de la política y subordinando a su vez a la política. La política pierde así fuerza para nutrirse de las nuevas modalidades que encierran un nihilismo apocalíptico, que, a decir de Michel Ignatieff, no es política pero tampoco guerra.

Cabe apuntar que en las expresiones de terrorismo, se da la coexistencia de movimientos con tintes nacionalistas profundos junto a nuevas expresiones que rebasan el reclamo nacional para plantearse como propósito el ordenamiento mundial todo. Así, por ejemplo, el terrorismo palestino, a pesar de que está crecientemente marcado por el Islam radical, tiene fuertes contenidos nacionalistas en el que coexisten secularismo y religión con el propósito de construir un Estado pero sin la capacidad de institucionalizar la política. De allí la pregunta recurrente de frente a la situación álgida del Medio Oriente ¿puede un liderazgo comprometido con el terror construir mecanismos institucionales de regulación del disenso? En el caso de Al Qaeda, por otra parte, se asiste a un fenómeno de “hiperterrorismo” con una lógica financiera supeditada a la lógica de los Estados patrocinadores e imponiendo, a la vez, su propia dinámica. Michel Wieviorka afirma que el terrorismo parece desplegarse hoy entre una lógica doméstica de las sociedades occidentales con núcleos de poblaciones musulmanas y una lógica transnacional, ligada a las tendencias islamistas de las sociedades musulmanas.

Tal como lo ha afirmado el fiscal Nisman, el caso AMIA lejos está de reflejar actos “suicidas espontáneos de una población desesperada.” En él confluyen los procesos previos así como la búsqueda de nuevos protagonismos internacionales que buscan construir un nuevo ordenamiento a partir de una propuesta nacional y regional.

Buenos Aires devino terreno en el que se da la internacionalización del conflicto en el Medio Oriente, manifestando la gran paradoja de que quienes niegan la identidad judía del Estado de Israel son los mismos que extienden el conflicto a todas las comunidades judías del mundo. De allí que como la propia investigación del caso AMIA ilumina, se articulan los niveles locales con los regionales y el global.
En efecto, el terreno de acción del terrorismo es global, el mundo todo, pero se engarza con lógicas nacionales y regionales. El reclutamiento y las redes de financiamiento también lo son ya que cruzan fronteras y hacen del mundo su campo de acción. Por igual, el alcance de los medios de comunicación. Todo ello con un código en el que se conjugan la racionalidad de la planeación con la irracionalidad de sus expectativas y fines.

Aclaremos. El terrorismo se perfila global pero no como consecuencia inmediata de un supuesto debilitamiento del Estado nacional. Cierto que la presencia y fuerza de actores e instituciones trasnacionales, supranacionales o globales transforma radicalmente al Estado, sus facultades, funciones, espacios y territorios en los que concentra su actividad. Su status soberano se debilita en varios terrenos: el Estado se vuelve incapaz, por ejemplo, de regular los flujos financieros y comerciales, los derechos de propiedad y autoría, los derechos humanos universalmente sancionados y pierde eficacia para reglamentar y aplicar sanciones a las Organizaciones No Gubernamentales Internacionales. Sin embargo, parece claro a estas alturas que, lejos de lo que sostenían algunas previsiones apresuradas, los Estados no sólo no tienden a desaparecer sino que siguen siendo actores que influyen decisivamente en muchos terrenos, tanto a nivel nacional como internacional. En el caso de la AMIA, ciertamente son actores centrales tanto en el patrocinio al terrorismo internacional como en el combate a éste. Los cambios en Argentina en lo que respecta al compromiso con la verdad de lo sucedido —en la decisión de reabrir una investigación viciada que acabó enlodando los cimientos mismos del andamiaje jurídico y la voluntad de asumir de cara las sombras de la impunidad— han restituido confianza y credibilidad. Simultáneamente, arrojan luz sobre el papel Irán como Estado perpetrador y patrocinador del terror.

Detrás de la acción del Estado en el combate al terrorismo descubrimos voluntad política; voluntad de institucionalidad política y compromiso con los valores de la convivencia humana. Hay actores y acciones comprometidos. Ello implica, por tanto, el compromiso con la construcción del Estado de Derecho, con la ley, con la justicia. La contraparte es el reconocimiento a una ciudadanía con derechos. De allí que en el concierto de los diferentes niveles que confluyen hoy en Argentina, nuestro reconocimiento al valor del fiscal Nissman; sus actos remontan la perversión de la justicia y contribuyen a restituir legalidad y legitimidad al proyecto democrático en construcción. Hombres e instituciones definen el curso de los acontecimientos, Nissman es un ejemplo claro de esto.
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No deja de impactar el modo como los atentados a la vida judía en Argentina han sido recuperados como atentados a la vida nacional. No deja de impactar cómo una impunidad se entreteje en la historia y en la memoria. Ello se ha reflejado en los reclamos ciudadanos, en las voces de quienes piden justicia, así como en las diversas facetas de la producción intelectual y artística.

En una presentación que tuve en Buenos Aires en el mes de junio del 2007, en el marco de la exposición pictórica presentada en Buenos Aires intitulada “La Piel de la Memoria”, destaqué el modo como se conjuntaba la experiencia del terror en Argentina —y en ella los atentados a la Embajada de Israel y a la AMIA— con el peso del terror de la experiencia de la represión y del siglo XX todo ejemplificada en el Holocausto.

Oscilando entre la represión en el país y los atentados terroristas, la trayectoria histórica judía de la Shoah parece emerger en mucha de la reflexión y la representación como eje de un nuevo paradigma de remembranza y recordación. Éste se engarza en la memoria histórica y la agiliza con respecto a la represión, la dictadura militar, los desaparecidos, la impunidad y la falta de justicia ante los atentados.

Si la memoria busca hacer converger lo universal y lo particular, busca entonces crear subjetividades nuevas, agendas comunes y memorias compartidas en el marco de un proceso en el cual la convivencia en clave de tolerancia exige recordar para no repetir.
Cicerón, el gran republicano romano, concibió alguna vez a la historia como Magistra Vitae, una maestra de la vida en el sentido más didáctico del término. Se equivocó. La historia no constituye un ámbito para las lecciones morales, ni previene errores, ni alarma sobre las consecuencias de las causas y los efectos de la aventura tan compleja que es la humana. ¿Cómo, si no, entender la pertinaz permanencia del terror en la historia, sus múltiples rostros, su viejas y nuevas expresiones?

Cabe entonces la pregunta ¿podrá ser entonces la memoria la que asuma esa tarea? Hablar de memoria suele remitir a un pasado que amenaza con quedar en el olvido. Un pasado que para ser memoria necesita de un llamado desde el presente para, a partir de él, recrear el pasado dándole nuevos significados y expresándolo en múltiples y diversas acepciones para una sociedad y sus grupos.
A través de la memoria puede la sociedad argentina reencontrarse en su diversidad de destinos y comunidad de propósitos de frente a una ética pública que garantice una convivencia democrática y plural.

De allí que si el Siglo XX dibujó un círculo de Sarajevo a Sarajevo, el siglo XXI debe depararnos mejores augurios. Para ello se reclaman y conjuntan voluntad política y memoria.

NOTAS

[1] Comentarios a la presentación del fiscal especial para el caso AMIA llevada a cabo en Miami, en diciembre del 2007, en el seminario organizado por el American Jewish Committee.

[2] Perpetrado el 18 de julio de 1994, el ataque contra la sede de la Asociación Mutual Israelita de Argentina (AMIA) fue el más grave que jamás sufriera Argentina; no pocos analistas lo consideran como el mayor atentado antisemita desde la Segunda Guerra Mundial. El ataque cobró la vida de 85 víctimas.

[3] La investigación del caso AMIA, encabezada por el juez Juan José Galeano, llevó, después de diez años, a un callejón sin salida caracterizado por irregularidades judiciales, falsificación de pruebas, sobornos y agujeros negros. Por todo ello, este magistrado fue destituido. En febrero del 2005, y con el fin de reactivar el proceso de investigación, el entonces presidente Néstor Kirchner creó una unidad fiscal especial al frente de la cual colocó a Alberto Nissman, quien, tras dos años de intensa pesquisa, llegó a la conclusión, basada en pruebas fehacientes y argumentos jurídicos de peso, de que el responsables del atentado contra la AMIA había sido el Consejo Supremo de Irán a través de su brazo armado, el grupo terrorista Hizballah. Para los pormenores del caso, consúltese el audio de la conferencia que el 15 de noviembre del 2007 dio el fiscal Nisman detallando el proceso y el resultado de sus investigaciones en https://boomp3.com/m/20a08bf10e49. Vid. también la entrevista hecha a su persona por Javier Monjas del diario electrónico Nuevo Digital Internacional en https://www.nuevodigital.com/2007/03/09/alberto_nisman_fiscal_antiterrorista_ami

[4] Cierto es que el terrorismo, en cualquiera de sus definiciones (gramatical, histórica, jurídica o militar) no ha cesado de intervenir en gobiernos, sociedades y pueblos en la lógica del aniquilamiento del Otro.. De Irlanda —ERI— a Argelia —FIS—; de Alemania —Baader-Meinhoff— a Japón —Rengo Segikum (Ejército Rojo); de Perú —Sendero Luminoso— a Italia —Brigadas Rojas—; de Colombia —FARC— a Palestina —Hamas, Jihad, Fatah, Tanzim—; de Irán —Hizballah— al terrorismo global —Al Qaeda.