Enlace Judío México.- La amenaza terrorista que enfrenta el Oriente Medio es real e inusual: las organizaciones terroristas que intentan adueñarse de la región controlan su propio territorio convirtiéndolo en Estados paralelos.

GEORGE CHAYA

Entidades armadas y fundamentalistas se han hecho con el control de su propio territorio y gobiernan sus poblaciones. En primer lugar, esto crea una contradicción entre la ideología islamista de línea dura, por un lado, y sus intereses de autoconservación, por el otro. Tal paradoja se observa de manera más visible en la Franja de Gaza. Hamás está tratando de aliviar el bloqueo de seguridad sobre su enclave, utilizando tácticas violentas de presión para lograr este objetivo, y lo hace porque trata de evitar un colapso económico en Gaza.

Sin embargo, la organización terrorista palestina no está dispuesta a dejar de ampliar su arsenal de armas con las que apunta a Israel y a Egipto, lo que lleva a que la economía y la calidad de vida de los habitantes de Gaza sigan siendo disfuncionales. A pesar de ser gobierno, Hamas no ha dado prioridad a las necesidades civiles de la Franja. En lugar de abordar el desempleo o hacer lo necesario para garantizar suministro constante de electricidad, intenta intimidar a Israel y presionar, tanto a Egipto como a la Autoridad Nacional Palestina para que rescaten la economía de Gaza.

El desempleo en la franja es del 44%, y representa más del 60% para los jóvenes, muchos de los cuales tienen títulos universitarios. La mayoría de los 2 millones de residentes estimados de Gaza tienen acceso a no más de cuatro horas de electricidad por día, y sus fuentes de agua se enfrentan al agotamiento en los próximos años.

Si hay algo más a lo que Hamás teme, es a un levantamiento popular contra su régimen dentro del enclave, lo cual podría provocar un colapso económico completo. A pesar de esta posibilidad, no está dispuesto a dejar de convertir a Gaza en una base de ataques islamistas fuertemente armada.

Esta dualidad está creando una inestabilidad regional significativa, las tensiones entre Hamas e Israel están ahora en su punto más alto desde el conflicto armado de 2014, con Hamas y la Yihad Islámica Palestina disparando 200 cohetes de corto alcance y más de 100 morteros en pueblos del sur de Israel la semana pasada y la respuesta de la Fuerza Aérea israelí con ataques contra más de 40 objetivos militares en la Franja.

Mientras tanto, en el Líbano, Hezbolá, la organización terrorista chiita con uno de los mayores arsenales del mundo árabe islámico, continúa operando en Yemen, Siria y Arabia Saudita, al tiempo que ultima sus preparativos para la “gran” guerra con Israel.

El amplísimo arsenal de Hezbolá es una clara señal de quién dirige realmente El Líbano; las estimaciones de las agencias de inteligencia regionales dicen que 2 de cada 10 edificios en el Sur del Líbano tiene un cohete oculto en él. Este arsenal está formado por armas de fabricación iraní que se introducen de contrabando en pueblos y ciudades libanesas, especialmente al sur del río Litani en más de 110 aldeas chiitas que Hezbolá ha convertido en bases militares de ataque.

La gravedad de la situación se manifiesta en que Hezbolá es libre de montar sus armas donde lo desee sin que el propio gobierno libanés pueda impedírselo, el grupo terrorista vulnera de esa manera la Resolución 1701 del Consejo de Seguridad de la ONU, que prohíbe la presencia de fuerzas o grupos armadas en el sur del Líbano, excepto el ejército libanés oficial y a una fuerza de paz de la ONU. Pero dado que Hezbolá controla este territorio, es libre de burlar el derecho internacional con poca o ninguna consecuencia.

Esta situación refleja el gran poder militar de Hezbolá y muestra la debilidad de la comunidad internacional que no ha tenido ningún poder para hacer nada al respecto.

Hezbolá estuvo muy involucrado en la guerra civil siria actuando como un ejército regional enviado por Irán para rescatar al régimen de Assad. Sin embargo, perdió entre 1.500 y 2.000 combatientes en su intervención en Siria, y miles resultaron heridos, con lo que se generó una importante presión de la base de apoyo libanesa de la organización.

El líder de Hezbolá, Hassan Nasrallah, ha tenido que justificar en varias ocasiones la presencia de la organización en Siria. Por ejemplo, Nasrallah le ha dicho a su base local que si el régimen de Assad cae, Hezbolá en el Líbano caerá con él. No obstante, la guerra de Hezbolá en Siria le ha generado una importante crisis en la moral y la financiación del grupo. Aun así, la organización terrorista respaldada por Irán sigue siendo una amenaza formidable no solo para Israel, sino para Egipto, Jordania y los países árabes del Golfo.

La dominación política y militar de Hezbolá en el Líbano muestra su fortaleza, pero también ayuda a explicar su moderación, ya que Hezbolá es reacio a exponerse al poder de fuego de Israel o perder el control de su territorio. Una guerra con Israel pondría en peligro tanto la capacidad de supervivencia de los altos mandos de Hezbolá como su control sobre el Líbano, estos factores son sumamente disuasivos para la organización, que sabe lo que sucederá si entra en conflicto con abierto con Israel.

Estos semi-Estados o Estados paralelos han sido criticados fuertemente por los Estados Árabes por no ser Estados normales, aunque en cierto modo, Hamás y Hezbolá han llegado a parecerse a Estados al disponer de sus propias fuerzas armadas, poder político, medios de comunicación y fronteras definidas. Pero lo cierto es que son cualquier cosa menos Estados legales y reconocidos, más aún, viendo sus territorios como bases militares de ataque y sus civiles como escudos humanos no hay duda que son territorios poblados dominados por organizaciones terroristas.

Su compromiso con la ideología radical y sus planes de largo plazo contra la destrucción de Israel y de los países árabes a los que consideran apóstatas, salpicada por sus pedidos de treguas oportunistas, sigue siendo primordial para la comprensión de su peligrosidad. Su accionar al interior de los territorios que dominan fuerzas a tener en cuenta los riesgos y el peligro que encarnan en la región y más allá de ella.

De allí que la capacidad de disuadir a estos “actores terroristas paraestatales” por parte de la comunidad internacional sea clave para entender la seguridad regional. La realidad del escenario actual es que las organizaciones terroristas en esta área del mundo ahora disponen de armas como misiles guiados por GPS, que una vez fueron reservados para las grandes potencias mundiales. La otra cara de la moneda es que su ideología radical extrema impide cualquier diálogo o negociación posible con ellas, y solo pueden ser disuadidas de usarlas exclusivamente por medios militares

Esta compleja realidad es lo que enfrenta el establecimiento de defensa de Israel y de los países árabes. En el caso de Israel, es claro que busca proteger a los civiles del país en el día a día y prolongar períodos de calma preparándose intensivamente para el día en que estalle el conflicto. De acuerdo con las evaluaciones de inteligencia árabes, en este momento, la naturaleza inestable e impredecible de la región significa que incluso pequeños incidentes pueden convertirse en guerras sin control, ya sea que se deseen o no. Y una vez comenzadas las hostilidades, Hezbolá y Hamas pueden disparar proyectiles a ciudades israelíes como jordanas o egipcias mientras se involucran en tácticas de guerra urbana de alto nivel contra las fuerzas israelíes si ellas ingresan en sus propias tierras.

La situación se vuelve significativamente más compleja por el respaldo estatal directo que Irán proporciona a Hezbolá y, en menor medida a Hamás y a la segunda facción armada más grande de Gaza, la Yihad Islámica palestina. Un ejemplo de ello es la declaración del vicecomandante del Cuerpo de la Guardia Revolucionaria Islámica de Irán (CGRI), Hossein Salami se jactó, según el Middle East Media Research Institute, de que Irán creó una “poderosa hegemonía de poder” en el Líbano, que apunta más de 100.000 cohetes y misiles contra Israel. Salami también se refirió a los continuos esfuerzos de Irán para construir una segunda fuerza armada en Siria, formada por milicias chiítas, a las que se refirió como “el ejército islámico de Siria”.

Para confrontar esta amenaza, Israel ha desarrollado un ejército de alta tecnología y bien organizado para defenderse, que actualmente está ocupado adaptándose a la amenaza híbrida que acecha desde Gaza. La clave de esta adaptación radica en combinar la inteligencia superior con el poder de fuego de precisión, una combinación que el FDI está mejorando continuamente. Pero los países árabes no están preparados del mismo modo.

Mientras tanto, Israel focaliza su política en disuadir a estos actores aprovechando sus vulnerabilidades para dejarles en claro que siempre habrá represalias sobre ellos. Aunque esto no les hará cambiar su ADN ideológico radical y tampoco resolverá la disonancia que se encuentra en el corazón de una facción terrorista que domina su propio territorio, pero sí podría posponer un conflicto sangriento y evitar el sufrimiento de ambos lados durante el mayor tiempo posible.

 

 

 

Fuente: infobae.com