Enlace judío México.- Una famosa historia popular judía, narrada cada vez que es necesario enfatizar cuánto amaba Napoleón Bonaparte a los judíos, tiene lugar durante la fallida campaña a la Tierra de Israel. Se dice que Napoleón aterrizó con sus tropas en Tishá B’Av. Al oír a los judíos lamentarse, preguntó por qué, y cuando le explicaron que estaban de luto por la destrucción de su templo en 70ac, dijo que si este pueblo está de luto por su templo después de 1700 años, un pueblo tan apegado a su historia sin duda volverá a restablecerse en su tierra y su templo se reconstruirá.

DOR SAAR-MAN

Este cuento, por especial y halagador que sea para los judíos, es históricamente inexacto, por decir lo menos. El ejército de Napoleón permaneció en la Tierra de Israel entre febrero y junio, por lo que no es razonable que estuviera incluso en el área en Tishá B’Av. Además, Napoleón no mostró una admiración constante hacia los judíos, sino que fue un caso de estudio para la primera emancipación significativa que pretendía incluir la igualdad para los judíos, junto con una nueva percepción de que, a partir de entonces, los judíos estaban subordinados ante todo a la ley del imperio, y comprometidos principalmente con lo que es mejor para el estado.

El emperador Napoleón Bonaparte concede carta de emancipación a los judíos de Francia

Hasta ese momento, la mayoría de los judíos en Francia, como en Europa en general, vivían en comunidades autónomas. Pero en el verano de 1789 tuvo lugar la revolución francesa, que introdujo los valores de libertad, igualdad y fraternidad, así como otro concepto: todos los ciudadanos están subordinados al Estado. Hasta la revolución, 40,000 judíos vivían en Francia, una minoría de los cuales eran judíos sefardíes, de habla francesa y bien integrados en la sociedad y la élite financiera, con excelentes relaciones con las autoridades monárquicas.

La mayoría de los judíos, unos 30,000 eran judíos asquenazíes, descendientes de judíos de los principados alemanes, que residían en el área de Alsacia-Lorena, cerca de la frontera con Alemania. Eran hablantes de yidish, en su mayoría familias pobres que se congregaban en sus comunidades y no aspiraban a asimilarse en la sociedad francesa, siempre que pudieran mantener su autonomía. Vivían en paz y tranquilos.

Sinagoga en Colmar, Alsacia, Francia. Postal 1910. Beit Hatfutsot, el Centro de documentación visual de Oster, cortesía de Ilan Bloch, Jerusalén

Un año después de la revolución, cuando la asamblea nacional de Francia discutió el estatus de la minoría judía, no tuvieron dificultades con los judíos sefarditas, ya que ellos ya eran parte de la sociedad en general, que tenía muchos conflictos internos como: católicos y protestantes, seculares y religiosos, monárquicos y republicanos, por nombrar algunos. Los sefarditas no hicieron ningún esfuerzo para ayudar a sus compañeros judíos en Alsacia-Lorena a obtener los mismos derechos. De hecho, los judíos asquenazíes eran un tema completamente diferente. La asamblea tuvo muchos desacuerdos sobre lo que se debería hacer con miles de judíos en la periferia francesa, que no estaban dispuestos a unirse al nuevo proyecto nacional. Eventualmente, en 1791 ganaron los partidarios de la integración, y los ashkenazis obtuvieron los mismos derechos y se convirtieron en ciudadanos de la república. Así, Francia se convirtió en el primer país en otorgar el mismo derecho civil a todos sus judíos. Una nueva era judía ha comenzado.

Mientras tanto, el cónsul corso Napoleón Bonaparte ganó el poder en Francia. En 1804 se declaró a sí mismo, con la bendición del Papa, emperador de Francia. Trabajó para expandir las fronteras de Francia, lo que tuvo consecuencias de largo alcance para los judíos. En cada lugar ocupado por Francia, Napoleón declaró que los judíos obtendrían los mismos derechos que los establecidos en la constitución francesa. En su campaña a la Tierra de Israel, se publicó un manifiesto que afirmaba que a los judíos se les otorgaría un estado independiente en su patria histórica.

1808 Decreto del Emperador Napoleón primero, otorgando igualdad a la población judía. (Beit Hatfutsot, el Centro de documentación visual de Oster, colección Arnsberg

Entonces, ¿Napoleón era sionista? No del todo. Primero, muchos dudan si realmente fue él quien estuvo detrás de ese manifiesto. E incluso si lo fuera, su motivo era bastante diferente. El intento de conquistar la Tierra de Israel era parte del esfuerzo por tomar Egipto, que era un territorio que los franceses tuvieron dificultades para mantener por mucho tiempo. Posiblemente, los franceses estaban tratando de ganarse la simpatía y el apoyo de los lugareños, por lo que lanzaron el manifiesto a favor de los judíos, con la esperanza de convertirlos en sus aliados. Además, de acuerdo con la política del imperio francés, es más probable que lo que Napoleón tenía en mente fuera un pequeño estado judío títere gobernado por los franceses, en lugar de una verdadera entidad independiente. Encaja bien con la actitud de Napoleón hacia los musulmanes en ese momento, en un intento de obtener el apoyo de los egipcios, la propagación francesa se manifiesta alabando al Islam. Napoleón simplemente tenía un gran interés en Medio Oriente.

Mientras tanto, de vuelta a casa las cosas se complicaron. En 1806, Napoleón decidió que era hora de restablecer el antiguo Sanedrín judío. De hecho, era un grupo de 70 rabinos subordinados a las autoridades francesas, que gobernaban Halajot en nombre del estado. Elegir el nombre histórico “Sanedrín” fue el intento de Napoleón de tocar los sentimientos más profundos de los judíos, pero en realidad este instituto se parecía al Gran Rabinato moderno, que responde a la ley civil. Aparentemente, el rabinato fue inventado por Napoleón.

c.1702: relieve en piedra de la bendición sacerdotal y un nombre en hebreo: rabino Shimshon Katz en la antigua sinagoga de Obernai, Alsacia. Foto (1996): Rachel Schnold Sternkranz. Beit Hatfutsot, Centro de documentación visual de Oster, cortesía de Rachel Schnold Sternkranz

También en este caso fue su interés, no necesariamente para empoderar a los judíos, sino para subyugar a la minoría judía al estado, tal como hizo con los institutos eclesiásticos, a pesar de que eran mucho más fuertes. Exigió que las reglas de los miembros del Sanedrín coincidieran con las leyes del estado. Por ejemplo, la regularización de cuestiones tales como los deberes militares de los judíos, el préstamo de dinero por parte de los judíos (un asunto crucial para los cristianos en Alsacia-Lorena) e incluso los matrimonios mixtos entre judíos y cristianos.

Los sentimientos reales de Napoleón hacia los judíos fueron, por lo tanto, un asunto complicado. De hecho, promovió la igualdad, pero solo si obedecían sus reglas e intereses. La igualdad quedaba en segundo lugar después de la soberanía. A largo plazo, aunque probablemente involuntariamente, tuvo un gran impacto en la historia judía. En los territorios ocupados de Alemania introdujo la idea de la igualdad de derechos para los judíos, que les afectó hasta bien entrado el siglo XIX. La base del Sanedrín también tuvo un impacto a largo plazo, y hoy la existencia del Gran Rabinato en Israel y en todas partes parece natural y casi se da por sentada. Todo gracias al conquistador francés que quería construir un imperio que el mundo nunca olvidará.

Fuente: The Museum of the Jewish People / Traducción: Silvia Schnessel / Reproducción autorizada con la mención: © EnlaceJudíoMéxico