Enlace Judío México – El español Ramón Mercader nunca se arrepintió por el asesinato de León Trotsky pero Bartolo Oliva, custodio de la prisión de Lecumberri intentó convertirse en la “Espada Vengadora” del asesinato ordenado por el dictador José Stalin, revelan documentos que descansan en el Archivo General de la Nación.

JUAN ALBERTO CEDILLO PARA ENLACE JUDÍO MÉXICO

Tras el crimen, Mercader quedó preso en el “Palacio Negro” de Lecumberri, condenado a 20 años. No obstante, Moscú se encargó de que su encierro fuera lo más cómodo posible, así que desde una oficina de Nueva York cada mes le mandaban mil dólares, una fortuna para esa época.

Los privilegios que llegó a disfrutar en Lecumberri molestaron incluso a algunos custodios. Uno de ellos fue el policía Bartolo Oliva, quien escribió una carta dirigida a Natalia Sedova, contando los detalles de la vida del asesino de su esposo en la cárcel:

A las 8 horas le llega la prensa del día; Se levanta a las 11 ó 11:30 horas; en ciertos días, alrededor de las 15:00 horas, llegan mujeres a visitarlo y se quedan solos hasta las 17:00 horas.

Su celda era especial. Mientras todas la crujías eran estrechas, la de Mercader estaba compuesta de dos cuartos. En uno tenía un taller para reparar aparatos electrónicos con decenas de libros.

Tampoco comía los alimentos preparados en el presidio. Desde lujosos restaurantes le llegaban exquisitos platillos. Incluso llegó a contar con un teléfono en su celda, un privilegio que ningún asesino ha disfrutado durante su encierro.

Ese consentimiento que le permitían las autoridades molestó a Bartolo Oliva, debido a que consideró que Mercader debería “pagar con la misma moneda” lo que le hizo a Trotsky.

Así que el policía se propuso asesinarlo. Para concretar el crimen contactó al Secretario Particular de Natalia Sedova, la viuda de Trotsky. Escribió una misiva que  entregó al secretario.

En esa primera carta fechada el 16 de noviembre de 1941, le contaba que estaba de servicio en la penitenciaría conocida como “El Palacio Negro” y que tenía la responsabilidad de “vigilar al asesino de Trotsky”. Dice el documento del Archivo General de la Nación:

Me he dado cuenta de ciertos detalles los cuales quiero tratar con usted confidencialmente por lo que me dirijo ante usted me diga con la reserva más absoluta en qué lugar hora y fecha puedo verlo a usted y tratar este asunto o si quiere usted pasar a esta humilde casa en la dirección descrita para tratar el asunto personalmente.

La carta provocó el impacto esperado. El secretario acudió presto al día siguiente al domicilio que le indicaron: Avenida 15 de Mayo, Interior 17, en Ixtacalco.

Cuando estaban solos, Bartolo se identificó como policía con el número 2458. Contó su  plan y exigió la cantidad de 50 mil pesos para concretar el crimen que se cometería en el interior de la crujía de Mercader.

El secretario lo escuchó atentamente, tratando de dilucidar si se trataba de un verdadero policía o un agente de Moscú.

Al terminar el relato, el abogado le respondió que no estaban dispuestos a “salirse en lo más mínimo de los límites legales”. Lo invitó a denunciar ante las autoridades los ilegales privilegios que disfrutaba el prisionero. El policía se negó por temor a represalias. Terminada la entrevista, abandonó el domicilio contrariado por la fuerte convicción del agente para asesinar al célebre preso.

Su encuentro fue contado con todos los detalles a Natalia Sedova, quien había tomado en sus manos las responsabilidades de  su desaparecido esposo.

La mujer consideró que la propuesta del custodio en realidad era una “provocación de la GPU”.

Nueve días después, Bartolo Oliva mandó una nueva y más extensa misiva al secretario.

En ella insistía en que le ayudaran a cumplir el “deber sagrado de vengar la muerte del Sr. Trotsky”. El policía señaló que necesitaba pagar un peso al sargento en turno y cincuenta centavos al oficial de guardia para que lo asignaran por 24 horas al cuidado del preso.

La nueva carta provocó crisis en el círculo cercano de Natalia. Después de discutir el asunto, concluyeron que José Stalin pretendía matar a Mercader y provocar un escándalo acusando al movimiento trotskysta de su muerte. Acordaron hacer públicas las misivas entregándolas a la prensa, pero primero decidieron contar la “gravedad del asunto” al presidente Manuel Ávila Camacho.

Natalia Sedova escribió una primera misiva al mandatario, el 21 de noviembre de 1941. Comenzaba contándole las vacilaciones que tuvo que resolver antes de escribirle esa carta. En ella describió los privilegios que disfrutaba Mercader en Lecumberri.  Cinco días después le manda un segundo texto:

Lamento muchísimo, señor presidente, verme obligada a molestar de nuevo su atención. Créame que no lo haría si no tuviera novedades de cierta gravedad que le comuniqué en mi reciente carta.

La viuda de Trotsky contó a Ávila Camacho la insistencia del policía por asesinar a Ramón Mercader. Aseguró ese plan era fraguado la GPU:

O tal vez ésta quiera matar a su agente por un medio que le permita al mismo tiempo acusarnos a mí y mis amigos.

Le contaba al presidente que pensaban tomar la delantera a los planes de Moscú haciendo públicas las cartas. Sin embargo, primero tomaron la consideración de entregárselas para que la justicia mexicana actuara.

También le advertía que tenían conocimiento que en Nueva York circulaban rumores sobre agentes de Moscú que preparaban en México la fuga del asesino de su esposo:

La GPU  debe preparar la evasión de su agente antes de que recaiga la sentencia que al condenar a Jacson (Mercader) condenaría igualmente a Stalin.

Cuando el mandatario Ávila Camacho tuvo la carta de Sedova, el policía Bartolo fue removido inmediatamente del “Palacio Negro”.

Las cartas que mandó Bartolo Oliva al secretario de Natalia Sedova nunca llegaron a la prensa y únicamente quedaron archivadas en la oficina de la Presidencia.