Enlace Judío México e Israel.- Divide and Conquer: The Story of Roger Ailes (EUA, 2018, 107m) dirigida por Alexis Bloom, podría también titularse: “Ascenso y caída de uno de los hombres más importantes de la televisión norteamericana”. Si tomamos en cuenta, por ejemplo, lo que hizo Errol Morris al entrevistar a Steve Banon en American Dharma, ya reseñada anteriormente, no sabremos nada de su niñez, adolescencia o de su vida privada, pues esta entrevista se concreta exclusivamente en tratar su relación con el Presidente Donald J. Trump.

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El acercamiento de Alexis Bloom es diferente. Así sabremos que Roger Ailes nació hemofílico y esta enfermedad le causó ansiedad y angustia. De modo que, casi todo lo que usted quería saber sobre Ailes lo encontrará en esta cinta. Así sabremos que él dormía en el mismo cuarto en la litera de arriba y su hermano en la de abajo. Un día su padre le ordenó a Roger que saltara desde su cama, él lo hizo y segundos antes de caer, su padre, a propósito, se retiró. El chico se golpeó fuertemente. Entonces, su padre, le dijo: “para que aprendas a no confiar en nadie”.

En cuanto a sus éxitos laborales puede citarse que fue el arquitecto que puso en el poder a Richard Nixon en la presidencia de su nación. Alcanzó algo que no se había dado en la historia de la democracia norteamericana; darle voz al movimiento conservador. Y Logró, de forma espectacular, que la emisora Fox News se convirtiera en la primera y más escuchada, no sólo en Estados Unidos sino en el resto del mundo, aunque su salida fue traumática. Tal vez aquella dolorosa lección la debió tener presente cuando la bella comentarista Gretchen Carlson lo denunció de acoso sexual, mientras que otra bella periodista María Bartiromo dijo que Roger siempre había mostrado un trato profesional. En efecto, divide y vencerás. Pero, Roger quizá olvidó el consejo de su padre porque puso su fe en Rupert Murdoch que pensó que saldría en su defensa. No lo hizo; lo traicionó. Y del modo más humillante, cuando este hombre va en su coche para recoger sus cosas a su oficina, le ordenaron al chofer que diese tres vueltas para que Roger entendiera que no lo iban a dejar entrar. Pocos meses después, Roger Ailes murió.

La gran sorpresa para los cinéfilos que fuimos a ver Searching for Ingmar Bergman (Alemania/Francia, 2018, 99m), fue el anuncio de que Margarethe von Trotta estaba presente. Y ella volvió a aparecer al final de este documental donde muchas personas, la mayoría desconocidas, trataban de dilucidar a este eminente director sueco. Margarethe quiso hacerlo de manera diferente, porque considera que siempre son los mismos actores y las mismas secuencias de alguno de sus filmes los que aparecen en las entrevistas sobre la obra de Ingmar Bergman.

Esta directora es una mujer vivaz, rubia, delgada y petite. Habla el inglés articuladamente, pero con un fuerte acento alemán. Derrochó simpatía cuando declaró: “soy de las mujeres que aman a los hombres.” En el público hubo observaciones muy interesantes. Un señor le dijo que su documental carecía de estructura y que si la tenía, explicara cuál era. Ella, rauda y veloz contestó: “pues ya que usted hizo su dictamen, lo acepto y no hay nada que explicar.”

Una señora se mostró muy sorprendida porque no sabía que Bergman sentía tal admiración por Hitler. Otra más aventuró la hipótesis que posiblemente Ingmar Bergman fue abusado de niño y por eso veía a Hitler como una figura paterna y por eso fue tan mala la relación que tuvo con sus hijos y nietos. En el documental, Bergman admite que no extrañaba a su familia sino a los actores. Y en un momento dado, von Trotta, habló de una depresión muy peligrosa que tuvo Bergman pues quiso suicidarse y fue internado para tratamiento. A la hora de la salida, por azares del destino, quedé detrás de Margarethe y aproveché la oportunidad para preguntarle por el filme Félix (1988) en donde ella, Christel Buschmann y dos directoras más dirigieron a un sólo actor, Ulrich Tukur, en cuatro episodios que cada una llevó a cabo. Y que por cierto, no lo trataron nada bien. Margarethe se mostró entre sorprendida y como si hiciese memoria, así que cambié de tema y le dije que me había gustado mucho su Rosa Luxemburgo.

At Eternity’s Gate (EUA/Francia, 2018, 111m), la película que cerró este quincuagésimo sexto festival neoyorquino, no es una biografía convencional de Vincent van Gogh (Willem Dafoe). Es algo más valioso; una obra de arte. La dirige el pintor y cineasta Julian Schnabel y el guion pertenece a Jean-Claude Carrière.

Este binomio triunfal ha logrado exponer lo más difícil, descubrir el alma de un pintor genial. En Primeras Letras (1931-1943), Octavio Paz dijo algo muy curioso sobre el amor: “el hombre no ama lo que quisiera amar, sino lo que necesita amar”. Vincent van Gogh necesitó amar la naturaleza. Ella le producía un gozo profundo; poder apreciar toda la luminosidad, los colores y el movimiento de las ramas acariciadas por el viento. Para este solitario, rodeado de personas que no entendían su obra, la naturaleza fue también su mejor amiga. Porque incluso Gauguin, tan querido por él, lo corregía diciéndole: “tu trazo es demasiado rápido y los brochazos son burdos parece más escultura que pintura”.

Su hermano Theo (Rupert Friend), que tanto lo quiso y apoyó, tampoco tenía tiempo para dedicárselo. Hay más artistas en esta extraordinaria cinta de Schnabel, la madame que pintan tanto van Gogh como Gauguin es Emmanuelle Seigner; el doctor Gachet es Mathieu Amalric y el sacerdote que sostiene una conversación inolvidable con van Gogh lo interpreta Mads Mikkelsen. La actuación sobresaliente de este filme le pertenece por entero a Willem Dafoe. No es de extrañar porque Dafoe ha sido estrella para David Lynch, Paul Schrader, Lars von Trier, Martin Scorsese, Abel Ferrara, entre otros. Pero curiosamente, a pesar que con todos estos directores ha desempeñado un trabajo admirable, Willem no ha recibido los reconocimientos que merece. La cronista opina, y ojalá no se equivoque, que Schnabel va a lograr el milagro.

 

 

 

 

 

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