Enlace Judío México / rab. Yehuda Prero – En el Talmud (Sanhedrín 42a) rab. Yojanan dijo: “Todo aquel que realiza la bendición del mes en su tiempo debido [en luna nueva], es como si hubiera saludado a la Presencia Divina.”

Rabeinu Yona (Rif, 4° capítulo Berajos) ofrece una explicación a las palabras de rab. Yojanan. Según él, sabemos que D-os no es visible, nuestros ojos son incapaces de ver cualquier encarnación corpórea de D-os. Sin embargo, podemos “verlo” siendo testigos de las maravillas que crea y las manifestaciones de Su grandeza.

El verso de Isaías (45:15) afirma “En efecto, eres un D-os que se oculta, el D-os de Israel, el Salvador.” Esto significa que aunque D-os se esconda de nuestros ojos, pues no podemos verlo, Él sigue siendo el D-os de Israel, por quién realiza innumerables milagros, y Él es nuestro Salvador en todo momento. A través de los actos de salvación que realiza para nosotros, la humanidad, podemos “ver” a D-os. Se revela frente a nosotros y somos conscientes de Su presencia. A través del ciclo cambiante de la luna, podemos apreciar un destello del obrar magnifico de D-os. Como tal, cuando lo reconocemos y bendecimos correctamente, es como si saludáramos a D-os mismo, ya que estamos reconociendo Su presencia.

El Alter de Kelm ahonda más en el mensaje de rab. Yona. Una vez que la persona se ha acostumbrado a ciertos comportamientos o ciertos sucesos, ya no es capaz de involucrarse con ellos emocionalmente al presenciarlos. Dichos acontecimientos simplemente se vuelven parte del contexto y se aceptan como hechos de la vida. La persona deja de pensar en cómo o por qué ocurrieron, o quién hizo que sucedieran.

Sabemos, por ejemplo, que el sol brilla durante el día. Se levanta y se acuesta con regularidad, al iniciar y al acabar el día. Cuando cae la noche, la luz del sol se desvanece y la luna toma su lugar prominente en el Cielo. La luna, a diferencia del sol, nunca se ve igual dos días seguidos. El verso en los Salmos (104:19) dice: “Él ha hecho la luna a su debido tiempo, del sol conoce su llegada.”

De este verso, el Talmud (Rosh Hashana 25a) nos dice “solo la llegada del sol es conocida por persona común, sin embargo a la luna [dado que su ciclo varía] no la conocen.” El cambio presente en el ciclo lunar, contrarresta la regularidad que vivimos a diario. Obliga a la persona a reflexionar sobre quién puso la luna en el cielo, quién hace a la luna ir y venir en un ciclo que cambia con cada noche. La apariencia cambiante de la luna nos da un atisbo de D-os, al confrontarnos con una manifestación visible de Su presencia. Gracias a que mensualmente el ciclo se renueva, tenemos la oportunidad de reconocer Su presencia y hacer las bendiciones precisas y así saludar a D-os mismo.

El milagro de Janucá encierra esta dualidad de nuestra percepción hacia D-os. El simple hecho de que el aceite se encienda es milagroso en sí mismo. Fácilmente podríamos decir que así como D-os ordena que determinada cantidad de aceite se mantenga encendido por un día, podría haber hecho que esa misma cantidad ardiera por ocho.

El milagro es esencialmente el mismo. Sin embargo, nos dice el Alter, la cotidianidad y el hábito nos ciegan. Aquellos sucesos que ocurren diariamente pierden su impacto emocional sin importar que tan milagrosos sean. Con el tiempo, fallamos en reconocer que la naturaleza es solamente la naturaleza porque D-os así la hizo. Los sucesos que ocurren fuera de lo cotidiano es lo que nos hace levantarnos y notarlo. No sólo nos obliga a apreciar la mano de D-os en el milagro abierto, sino también nos enseña el carácter milagroso de la naturaleza. Ver al aceite arder por siete días más de lo que debería, no sólo trajo una nueva visión sobre los milagros, sino mostró la mano de D-os en los eventos de la vida diaria también.

El Bais Yosef hace una pregunta conocida y repetida: Si había suficiente aceite para que el fuego durara un día, por qué entonces celebramos Janucá por ocho días, si el primer día no fue un milagro. El Alter de Kelm da una respuesta ahora predecible. A través del milagro que ocurrió por siete días, se le recordó a todo el mundo que fue D-os quien milagrosamente permitió a aceite arder en primer lugar. Así como hacemos una bendición al reconocer a D-os en el ciclo lunar, la misma acción es correspondiente a Janucá.

En la primera noche de Janucá, reconocemos los milagros de D-os que son inherentes a la naturaleza. En las noches posteriores, reconocemos los milagros sobrenaturales de D-os. Janucá es la festividad en la que tenemos la oportunidad de agradecer a D-os por todas las manifestaciones de Su presencia en nuestras vidas.

Fuente: torah.org