“Quien se ríe de sí mismo puede reírse del mundo”

(Anónimo).

Enlace Judío México e Israel.-  Eduardo Ruiz Feher menciona en su libro El macabeo memorioso: “El humorismo judío es una autocrítica por la situación extraordinaria del Pueblo Judío… ¿Por qué ríen los judíos? Los viejos sabios hebreos lo condensaron en la siguiente afirmación: ‘Cuando tengas hambre, canta; cuando estés herido, ríe’. El judío se ríe de sí mismo y de otros judíos… La temática judía oscila de la pobreza a la familia, de la inteligencia a la tontería, de la salud a la supervivencia, del poder a la comida, etcétera”.

Otra definición dice: “Los judíos han cultivado todas las formas del humanismo a lo largo de su prolongada y atribulada historia, desde las jornadas y los juegos de palabras de la época bíblica hasta el patético humorismo del judío del gueto y el chiste sobre el mundo y sobre sí mismos. Este humorismo es de naturaleza amable, exento de burla y de odio, y desprovistos de malicia. Los judíos se burlan de sí mismos y reaccionan con risa ante la tragedia de su historia y la pasión a su religión… Negar a los judíos el sentido del humor, como lo han hecho algunas personas no versadas en la literatura de los judíos, es demostrar falta de información”.(1)

Aunque la Biblia y la literatura rabínica no son, por su mismo tema, muy propicias al chiste y son precisamente las que los judíos trataron de reservar con mayor cuidado desde la antigüedad, se encuentran allí pasajes humorísticos, como cuando Sara, la anciana esposa de Abraham, ríe cuando escucha que los visitantes de su esposo le auguran el nacimiento de un hijo. Así, cuando nace Isaac, le da el nombre de Yitzjak (“Él ríe”, o “de risa”).

Otro ejemplo es cuando el Profeta Elías se enfrenta a los sacerdotes de Baal, se burla de sus invocaciones inútiles en voz alta y les aconseja que griten, puesto que su dios a lo mejor está conversando o muy ocupado, quizá duerma y sea necesario despertarlo (Reyes I, 16:27). También Isaías se burla con humorismo de los idólatras, al describir cómo aprovechan un leño para encender el horno, calentarse, preparar su comida y con los restos fabricar un ídolo delante del cual se humillan (Isaías 43:15).

El “libro más chistoso”, por decirlo así, de la Biblia, es sin duda Proverbios, que plasma en frases las relaciones incongruentes de la vida familiar. En él se lee: “Más vale vivir en un desierto y no con una mujer iracunda y amiga de peleas” (21:19). “Gotera en tiempo de lluvia y mujer rencillosa son semejantes” (27:15). “Pero el hombre perezoso dormido no es mejor” (6:9).

También el Talmud contiene pasajes humorísticos; a los judíos de esa época les gustaba elogiar el ingenio judío, y las contestaciones inteligentes de los niños hacían las delicias de los antiguos rabinos. “Contaba Rabí Yehoshúa Jananiá que una vez vio a un niño judío que llevaba un recipiente tapado con una tela. Le preguntó lo que llevaba en aquel traste, a lo cual el niño contestó: ‘Si mi madre hubiera querido que todo el mundo lo supiera, no lo habría tapado’”.(2)

El pilpul es una forma de discusión talmúdica, cuyo objetivo es agudizar la mente de los estudiantes.

La literatura rabínica contiene gran número de dichos alegres y divertidos, tales como:

“Cuando el ladrón no tiene oportunidad, está condenado a ser honrado”.

“No hay remedio contra la estupidez.”

“Si vas a colgarte, hazlo de un árbol alto.”

La contrapregunta, rasgo típico del chiste judío, aparece constantemente: “¿Por qué el judío contesta a una pregunta con otra?”, inquiere un gentil a un judío. “¿Y por qué no?”, le contestará el judío.

Otro ejemplo: un judío, agobiado por la mala suerte que le persigue, pronuncia la siguiente oración: “Dios de los Cielos, Tú, que ayudas a gentes totalmente extrañas, ¿por qué no me ayudas a mí?”.

Humoristas judíos

“Los primeros textos humorísticos judíos, generalmente parodias y sátiras, cuyos autores son conocidos, datan de la Edad Media. Uno de los textos satíricos más antiguos de entonces y que se ha conservado hasta la fecha es el de Judá Al-Jaziri, en el que se describe a un gallo que sube al techo de una sinagoga y pide clemencia (en el lenguaje de los profetas), para que no se le sacrifique en la ceremonia de la Kapará (expiación o rescate). Es, al propio tiempo, una burla de esa ceremonia.”(3)

De esta misma época es Kalómino ben Kalómino (erudito, escritor satírico, traductor y médico, nacido en Arlés, Francia, en 1286 y muerto probablemente en 1328), quien se atreve a hablar graciosamente de los 613 preceptos religiosos, diciendo que prefería ser mujer para no tener que cargar con ellos: “Padre en el Cielo, Dios, que has hecho milagros… Yo te imploro: cámbiame varón en mujer… Pero que se le va a hacer. He nacido con un defecto, del que no podré deshacerme en todos los días de mi vida…”.

Este humorismo agudo se encuentra también entre los grandes poetas hebreos de la España medieval, como Judá HaLeví, Gabirol, Abraham Ibn Ezra, Immanuel Ben Shlomo Romi y otros más.

En los siglos XV y XVI surge un gran número de comedias para Purim, y representaciones y caricaturas de la Hagadá de Pesaj, como también imitaciones jocosas de poemas litúrgicos. También hay textos literarios antiguos de carácter humanístico que presentan a la mujer, ya que ésta ha sido blanco favorito de los humoristas.

Con el tiempo fueron surgiendo los “chistes amargos”, llamados así porque revelan algo de las condiciones opresoras de los judíos en Polonia y en Rusia. El florecimiento de la literatura yidish produjo grandes satíricos y humoristas, verdaderos maestros en el género literario, aunque poco conocidos en la literatura universal debido, en parte, a la vida del gueto de Polonia, muy diferente del resto de Europa. A este grupo pertenece Mendele Moiojer Sforim (Abramowitz), a quien se ha apodado “el abuelo de la literatura Yidish” y, posteriormente, Sholem Aleijem, considerado como el genio del humorismo judío y uno de los grandes humoristas de todos los tiempos.

De este último, Maurice Samuel, en su libro El mundo de Sholem Aleijem, menciona: “Jamás intentó describir pasajes solemnes ni temas grandiosos… Pero su lenguaje tenía una autenticidad incomparable, y su humorismo (es el más grande de los humoristas judíos, y está en primera fila de los del mundo) era el de un pueblo, no el de un individuo… En sus obras, más que en las de cualquier otro humorista judío, se trasluce la tragedia del judaísmo por medio de la risa, sin artificios de ningún género… El encanto de Sholem Aleijem radica frecuentemente en el lenguaje, en expresiones; por ejemplo, cuando Tévie (Violinista en el tejado) dice: ‘Soy, con ayuda de Dios, un hombre pobre…’, o bien: ‘Muero de hambre tres veces al día…’, que tienen sabor incomparable en el original”.(4)

Otra gran figura de la literatura yidish es Yitzjak Leibush Peretz. Aunque no se le puede calificar de humorista propiamente dicho, varios de sus cuentos son sátiras burlonas de la hipocresía; describe lo que cree petrificado en el judaísmo, pinta la maldad que a veces se esconde tras la mojigatería o refleja la frivolidad de las ceremonias religiosas que se observan mecánicamente.

En la literatura universal hay una serie de humoristas judíos que pertenecen a las literaturas de sus respectivos países, aunque algunos de ellos han tratado ocasionalmente, o con preferencia, temas judíos. Cabe mencionar a Moisés Nadir, Der Tunkeler (el oscurecido); el famoso humorista israelí, Efraín Kishon; el laureado escritor Bashevis Singer, en algunos de sus cuentos para niños, etcétera.

Algunos cómicos, payasos y representantes del humorismo teatral, de la cinematografía y la televisión judías, han cosechado grandes triunfos tanto en Europa como en América; entre ellos se encuentran el famoso Grock –considerado el mejor payaso de Europa–, quien era hijo de un judío suizo; Konstantin Berman, el favorito entre los payasos soviéticos; el genial Charles Chaplin, los hermanos Marx, Jack Benny, Eddie Cantor, Al Jolson, Sazke Sakall, Danny Kaye –que alcanzó tal popularidad durante su gira por Inglaterra, en 1949, que fue calificado como “el mejor embajador de los Estados Unidos–, Woody Allen y muchos más.

Eduardo Luis Feher, en su libro El macabeo memorioso, hace una recopilación de dichos y refranes judíos, de los que citaré algunos:

“Cuando la muchacha no sabe bailar dice que los músicos no saben tocar”.

“Si un pobre come pollo, es que él estaba enfermo o el pollo está enfermo.”

“Los dos se quieren; él se quiere y ella se quiere.”

“Pide consejo a tu enemigo y haz lo contrario.”

“Un solo tonto puede formular más preguntas de las que pueden responder diez sabios.”

“Hay un aspecto interesante que tratar: las maldiciones judías no revisten agresividad; tienen ingenuidad y gracia. Su maldad es relativa.”(5)

“Que cada uno devore al otro y que los dos se atraganten.”

“Que se te caigan todos los dientes, menos uno, y que éste de noche.”

“Que seas como una lámpara: ardiendo de día y colgando de noche.”

Las frases célebres de algunos personajes judíos notables revisten varios aspectos: gracia, profundidad y un peculiar sentido de la existencia; revelan, además, la fragilidad de la naturaleza humana frente a un destino no siempre cierto. Por ejemplo:

“Sólo hay una manera de saber si un hombre es honrado: preguntándoselo. Si responde que sí, se sabrá que un es un estafador” (Groucho Marx).

“Cualquier persona que ve al psiquiatra, debería hacerse examinar la cabeza” (Samuel Goldwyn).

“Vota por quien promete menos… el desengaño será menor” (Bernard Baruch).

“Cuando todos piensan igual, ninguno está pensando” (Walter Lippman).

“Pienso, luego Descartes existe” (Saul Steinberg).

“No tengas hijos; eso hace que el divorcio resulte mucho más complicado” (Albert Einstein).

“No cabe duda de que la humanidad ha progresado. Siglos atrás me habrían quemado vivo. Ahora sólo queman mis libros” (Sigmund Freud).

“Cada cual tiene la cara que Dios le ha dado. Al principio, sí. Pero pasando los 40 todos somos responsables de la cara que presentamos” (Benjamin Disraeli).

Y obviamente, no podía faltar el ingenioso Woody Allen:

“No es que tenga miedo de morir. Sólo que no quiero estar allí cuando suceda”.

“La diferencia entre el sexo y la muerte es que morir es una cosa que uno puede hacer solo, sin que alguien a su lado lo arruine.”

“Mi mujer era muy inmadura. Siempre que yo estaba en la bañera, ella venía y hundía mis barquitos.”

“Si, como dice la profecía de Isaías, el león y el cordero yacieron juntos, dudo que el cordero pudiera conciliar el sueño.”

Se puede decir que, en general, el chiste judío se distingue por su carácter humano. Para el judío, las desdichas ajenas no son risibles y muy raras veces son los sucio y lo socialmente inaceptables, así como tampoco hace alusión al sexo. La deformación física jamás es objeto del chiste judío, como no lo es la pérdida de bienes, excepto de los propios. A diferencia de otros pueblos, las burlas y palabras obscenas estaban prohibidas en el antiguo judaísmo.”(6)

“El humor judío puede ser sarcástico, incisivo o resignado –menciona Feher–. Tiende a ser autoritario, ridiculiza la pomposidad y la hipocresía. Provocan, más que una carcajada, una sonrisa melancólica… El judío, como minoría, tiene que medir sus palabras y sus chistes. Su humor cuida de no herir su entorno. Si lo hace, tendrá que hacerlo con tal inteligencia que pueda salvar la situación sin salir lastimado del todo.”(7)

 

Bibliografía:

(1) Enciclopedia Judaica Castellana.
(2) Ibídem.
(3) Ibídem.
“Kapará es una costumbre antigua de algunas comunidades que, en vísperas de Yom Kipur, convierten en víctima expiatoria a un gallo gallina, que se hace revolotear por sobre la cabeza, mientras se dice una oración: ‘Este es mi reemplazante, esta es mi expiación, esta ave irá a la muerte, mientras yo iré a una vida duradera y de paz’. El animal es luego muerto y donado…” (Jacobo Contente. Prontuario Judaico).
(4) Citado en la Enciclopedia Judaica Castellana.
(5) Eduardo Luis Fehe. El macabeo memorioso.
(6) Enciclopedia Judaica Castellana.
(7) Feher, Eduardo Luis. El macabeo memorioso.

 

Fuente:Kesher