Enlace Judío México e Israel.- Parece que no salimos de una para entrar a otra. Apenas hace un mes el problema eran los cohetes disparados desde Gaza, ante lo cual la aviación israelí tuvo que destruir la mayor cantidad de infraestructura de Hamás destruida en un solo operativo aéreo. Y ahora, los atentados en la Franja Occidental, comúnmente llamada Cisjordania, en los que han perdido la vida dos soldados israelíes y un bebé, y han provocado el lanzamiento de un operativo de las Fuerzas de Defensa de Israel (FDI) que ya desmantelaron una célula completa de terroristas, eliminando a uno de ellos.

IRVING GATELL EN EXCLUSIVA PARA ENLACE JUDÍO MÉXICO

La pregunta es ¿por qué ahora? ¿Qué tiene de especial este momento para que los palestinos occidentales se arriesguen a un incremento en la violencia?

Se trata de una apuesta muy arriesgada porque, en términos inmediatos, es una lucha que no pueden ganar. En el caso del peor recrudecimiento posible de las hostilidades, está claro que las FDI tienen todos los elementos para aplastarlos.

Lo interesante es el costo político.

Evidentemente, los grupos radicales que operan en la zona de Cisjordania están tomando como ejemplo lo que sucedió hace un mes en Gaza, una de esas extrañas guerras en las que los palestinos pierden –y bastante– en cuanto a hombres, infraestructura y dinero, pero ganan en la opinión pública. El hecho de que Israel aceptara una tregua con Hamás y que como consecuencia Avigdor Lieberman hubiese renunciado como Canciller, les dio a los palestinos la posibilidad de manejar su propaganda interna como si hubiesen derrotado “al enemigo sionista”.

En términos prácticos está claro que no hubo tal derrota. Por el contrario: no sólo perdieron más hombres y más recursos, sino que además tuvieron que cesar sus ataques con cohetes hacia las poblaciones israelíes. Es decir, en cuanto a objetivos, está claro que ganó Israel.

Pero los palestinos han demostrado una y mil veces que están dispuestos a sacrificar irracionalmente tanto recursos como vidas humanas, siempre y cuando su aparato propagandístico pueda seguir haciendo de las suyas. Y lo que les ayudó en ese momento fue que Israel no se arriesgó a aplastar a Hamás, por razones que se extienden a temas de equilibrio regional y van más allá del conflicto concreto con los palestinos.

Evidentemente, ahora son los grupos radicales de Cisjordania los que quieren probar suerte. Ver hasta dónde pueden estirar la cuerda y de paso ver qué tipo de reacción puede tener el gobierno israelí, toda vez que Cisjordania es un territorio más complejo –en todo sentido– que Gaza, y está claro que no habría una incursión masiva de tropas israelíes.

El asunto tiene vínculos con la situación regional. Los palestinos han perdido poco a poco el apoyo de los países árabes, y es un hecho que la nueva generación de políticos del mundo sunita no les tiene nada de aprecio. En contraste, ven a Israel como un socio necesario para mantener a raya a Irán, e incluso para hacer negocios a lo largo del siglo XXI, toda vez que el petróleo va de salida como el “oro negro” que fue durante el siglo XX.

Pero se vino el affaire Khashoggi. En un movimiento imprudente, la Corona Saudí eliminó a un periodista que le resultaba bastante incómodo. En términos reales, fueron muchos los gobiernos que celebraron la eliminación de Khashoggi, porque detrás de su perfil de periodista crítico contra un régimen autoritario, estaba también un abierto simpatizante de la Hermandad Musulmana y de grupos radicales y hasta terroristas.

Pero había que cumplir con los protocolos de la corrección política y condenar el asesinato de un periodista. Eso puso al príncipe heredero saudí, Mohamed ibn Salman, en una situación muy comprometida. Así que el nuevo cuadro político árabe –tan pro-israelí y anti-palestino– momentáneamente se tambaleó.

Eso le da sentido a las provocaciones palestinas en Gaza hace un mes, y a las que hoy estamos viendo en Cisjordania (por supuesto, también a los movimientos que está haciendo Hezbolá en la frontera norte). En el mejor de los casos para ellos mismos, están tratando de ver hasta qué punto es factible desestabilizar lo suficiente al gobierno israelí, e incluso qué tantas probabilidades de éxito tendría un ataque por los tres frentes (Gaza, Cisjordania y Líbano), o cuatro, si acaso Siria se integrara al conflicto. En el peor de los casos, están apostando a que una escalada en la violencia provoque una respuesta demoledora por parte de las FDI, y eso mueva los sentimientos anti-israelíes en el mundo árabe para tratar de voltearle la plana tanto a Israel como a Mohamed ibn Salman.

Es una apuesta arriesgada. En realidad, imprudente y a mi modo de ver, sin éxito posible.

Aún en el caso de que los palestinos pongan en jaque a la política árabe, lo que va a pesar de manera definitiva será el factor Irán. Es decir: los árabes saben que el problema no es Israel, sino el expansionismo iraní que sigue tratando de socavar a los gobiernos sunitas. Por eso, al final de cuentas van a optar por el pragmatismo más elemental: si por sentimentalismo nacionalista retrógrada estilo años 60’s se involucran en una guerra para desestabilizar, o mejor aún, destruir a Israel, se quedarían sin el mejor socio en su conflicto contra Irán. Y peor aún: se quedarían con los palestinos –reforzados–, que nunca han ocultado su aprecio por los ayatolas.

Otro detalle: Mohamed ibn Salman tiene todos los elementos para calmar la situación en su contra –y los está usando–. Es sencillo: Europa, los amantes de la corrección política que más lo podrían importunar, puede ser controlada fácilmente con cañonazos de dinero. Los saudíes lo saben bien. Siempre ha sido así, y no va a ser la excepción ahora que está consolidado un proyecto para construir un gaseoducto que surta a Europa de gas saudí. Proyecto en el que, por cierto, Israel juega un importante papel.

De hecho, el tema Khashoggi ya está casi de salida. Salvo los berrinches turcos –los únicos realmente molestos por la eliminación del periodista–, es cosa de tiempo para que los demás países vuelvan a bailar al ritmo de los petrodólares saudíes.

Y por su parte, Israel tiene un as bajo la manga que puede aprovechar para ahorcar a los palestinos de Cisjordania sin requerir de una intervención militar: el dinero. Cada mes, Israel colecta una gran cantidad de dinero proveniente de impuestos arancelarios que, por ley, corresponden a los palestinos. Cuando las cosas se han complicado con Mahmoud Abbas y su gente, Israel ha aprovechado la presión que provoca retener el envío de ese dinero, ya que colapsa al gobierno palestino completo, que de por sí no dispone de mucha liquidez.

Ahora en Israel se ha discutido la posibilidad de llevar al marco legal la estrategia de que todo el dinero que los palestinos gastan en becas, premios y pensiones a los terroristas y sus familias, les sea descontado de los aranceles que Israel cobra para ellos.

Esa es la primera medida efectiva que tiene que tomar Israel: golpear a los palestinos donde más les duele, que es el bolsillo.

¿Mientras qué sucederá con la violencia? Como lo señalé cuando estaba la parte más intensa del conflicto en Gaza hace un mes, no va a pasar mucho. Las cosas van a seguir, lamentablemente, iguales. Los palestinos van a continuar con estos ataques de baja y mediana intensidad sin que Israel se arriesgue a una confrontación amplia para aplastarlos.

Y es que el problema sigue siendo Irán. Mientras los ayatolas mantengan su apoyo directo o indirecto a los tres grandes proyectos anti-israelíes (Hezbolá, Hamás y Al Fatah), los palestinos seguirán creyendo que hay posibilidades de éxito en su misión final de destruir a Israel.

Así que no queda más que esperar a que el régimen iraní colapse (algo inevitable, aunque no en lo inmediato). Sólo hasta entonces podremos hablar de una solución real al conflicto israelí-palestino.

Mientras, el panorama seguirá pareciendo un juego de gatos y ratones.

Esperemos que la eficiencia de las FDI y la previsión de la sociedad israelí hagan que los daños sean los menores posibles.

Para Israel, por supuesto. Lamentablemente para los palestinos, ese éxito pasa por la eliminación de los atacantes.

Así que el saldo previsible será el de siempre: más pérdidas para Palestina, hasta que entienda que esa estrategia nunca ha funcionado, y no va a funcionar ahora. Ni mañana, ni nunca.