Enlace Judío México e Israel.- Auschwitz es sinónimo de genocidio, fue el complejo de campos de concentración y exterminio más grande y terrible. Sus cámaras de gas y sus crematorios se encargaron de aniquilar a más de un millón de personas. En 1944, en la cúspide de la aniquilación, se mataba diariamente en las cámaras de gas a 6000 víctimas, que luego eran cremadas en los hornos. Había días en que los hornos no daban abasto y se tenía que quemar los cuerpos en hogueras al aire libre.

YEHUDA KRELL

Alrededor de 100 vagones llegaban todos los días con su “carga humana” para alimentar la maquinaria de la muerte, la mayoría de los prisioneros llegaba al campo después de un terrible viaje en vagones de carga que duraba varios días, durante el cual no se les facilitaba ni agua ni comida.

Aquellos prisioneros a los que físicamente se los podía aprovechar, eran destinados a trabajos forzosos en empresas alemanas que apoyaban abiertamente el método de sometimiento y explotación nazi, y que se habían instalado dentro o en los alrededores del campo, como la IG Farbe o la Krupp, entre otras. La vida útil de la mano de obra esclava judía era de tres meses.

Auschwitz era un centro de mortales investigaciones, los médicos de las SS, bajo la supervisión del Dr. Josef Mengele decidían, apenas llegaban los prisioneros, quiénes estaban destinados a las cámaras de gas o ser utilizados como conejillos de Indias para las más terribles y crueles investigaciones.

Cerca de 6.500 miembros de las SS sirvieron en Auschwitz realizando todo tipo de tareas con el objetivo de lograr la denominada Endlösung, la solución final a la cuestión judía. Entre el 17 y el 21 de enero de 1945, ante la inminente llegada del Ejército ruso, el personal nazi inició la evacuación de Auschwitz. Había que destruir las evidencias de los crímenes cometidos, se dinamitaron las cámaras de gas para borrar las huellas de la Shoá y evacuar a los prisioneros para que no sean entregados vivos al enemigo.

Casi 65.000 prisioneros fueron evacuados, salieron del campo a pie, obligándolos a marchar hacia el oeste; fue una acción que acabó con la vida de muchos de ellos pues su estado físico y mental no les permitió seguir con el camino, eran Marchas de la Muerte. Debían andar por caminos nevados del duro invierno europeo, sin comida, sin agua, sin refugio ni abrigo. A medida que avanzaban se les unían prisioneros de otros campos. Los guardias fusilaban a todo aquel que se rezagaba o que no podía continuar, se estima que alrededor de 15.000 prisioneros murieron durante las marchas de evacuación.

El 27 de enero de 1945, el ejército soviético, bajo las órdenes del mariscal Iván Kónev, ingresó y liberó al complejo de campos de Auschwitz. Las tropas rusas encontraron en su ingreso a 7.000 prisioneros, en su mayoría enfermos y moribundos, y pruebas irrefutables del exterminio masivo: montones de cadáveres sin enterrar y las pertenencias de las víctimas: trajes, vestidos, anteojos, y cabello humano preparado para la venta.

Desde el final de la Segunda Guerra Mundial ha habido un sinnúmero de intentos por negar la historia de Auschwitz con argumentos sobre la imposibilidad en quemar tal cantidad de cuerpos o que las instalaciones fueron reconstruidas después de la guerra para que estuvieran en concordancia con los relatos sobre Auschwitz. Estas diatribas de los negacionistas intentan demostrar explícita e implícitamente que la Shoá es un engaño o una exageración, que existe una deliberada conspiración judía diseñada para promover el interés o el beneficio de los judíos a expensas de otras personas o pueblos.

Esto no es más que una teoría antisemita. Los que niegan o vulgarizan la Shoá son todos aquellos que continúan soñando con que el mundo sería mejor sin los judíos, como el proyecto nazi de destrucción que se proponía acabar no solo con los judíos y el judaísmo, sino también no dejar rastro ni huella, para que en el futuro no hubiera memoria de los sucesos.

Por eso es necesario esclarecer, especialmente a todos aquellos indiferentes que permiten por error u omisión todo tipo de violencias. La frase demoledora del historiador Ian Kershaw: “el camino que va a Auschwitz se construyó con odio, pero se pavimentó con indiferencia” tiene hoy más vigencia que nunca. Frente a las atrocidades no existe la neutralidad. Porque esta juega siempre a favor de los victimarios, nunca para las víctimas. Porque el silencio legitima la violencia. En Alemania, fue la sociedad la responsable de darle vía libre a la dinámica de los nazis.

Observamos que un ambiente antisemita se instaló en el mundo. En el día de recordación internacional de la Shoá, muchos dirigentes de países que evocan la liberación callan frente a los actos antisemitas que suceden hoy en sus comarcas. Por eso es necesario hablar y reaccionar cuando de violaciones humanas se trata, contra los abusos del poder que someten a las personas, cuando hay vidas en peligro por ideas xenófobas, racistas y totalitarias de cualquier tipo, cuando se pisotea al Estado de Derecho. Por eso es trascendental la educación, la libertad de expresión y de información, para evitar la pérdida de la sensibilidad ante la persecución y el dolor, para evitar banalizar los hechos y que los mismos se repitan.

 

 

Fuente:radiojai.com