Enlace Judío México e Israel – El 23 de julio de 1952, dos oficiales del ejército egipcio llamados Muhammad Naguib y Gamal Abdel Nasser realizaron un golpe de estado para derrocar al Rey Faruq y eliminar de Egipto todas las injusticias que acarreaba el colonialismo. La revolución fue un éxito, y así como en aquellos tiempos en los que los faraones dirigían a la civilización egipcia, ahora esa misma región volvía a ser gobernada con completa autonomía.

 

Sin duda la independencia que aquellos oficiales habían logrado era genuina, pero Gran Bretaña todavía tenía presencia dentro de Egipto, pues manejando la administración y las ganancias del Canal de Suez, la gran potencia despertaba a diario un mal sentimiento en la población egipcia, una población  que se encontraba tan pobre como resentida. Y es que por aquel canal atravesaban grandes buques petroleros a diario, buques que otorgaban a Gran Bretaña decenas de millones de dólares al año, y de esto, Egipto no obtenía ni un centavo.

Pero bien dicen que no hay mal que dure cien años y en 1954, Gamal Abdel Nasser subió al poder. Este joven oficial militar tenía una verdadera intención de incentivar la economía y de incrementar la justicia social. Así que decidido a terminar con la pobreza de Egipto inició los planes para construir una gran presa de agua: la presa de Asuán. Lograrla significaría regular las aguas del Río Nilo en favor de todos los campesinos egipcios, además, industrializaría a todo el país mejorando drásticamente la agricultura y la electricidad, definitivamente la presa de Asuán erradicaría la situación de pobreza de una manera radical.

Pero su construcción requería la cantidad de nada más y nada menos que 400 millones de dólares, evidentemente, se trata de un presupuesto que Egipto no tenía, así que Nasser optó por su única alternativa: pedir préstamos a las grandes potencias; sin embargo, éstas se negaron. En plena guerra fría Estados Unidos dio la espalda a Egipto, lo que obligó a Nikita Krushev, presidente de la Unión Soviética a apoyar el proyecto de Nasser y llenar este vacío de poder. Finalmente, el Banco Mundial hizo un préstamo adicional y millares de trabajadores egipcios se prepararon para trabajar.

Sin embargo, había alguien que no estaba nada contento con este acercamiento entre la Unión Soviética y Egipto, se trataba de Anthony Eden, primer ministro del Reino Unido. Anthony había llegado al poder de la mano del mismísimo Winston Churchill y sus influencias no eran una pantomima. Eden insistió en boicotear, y finalmente, logró cancelar la construcción de la presa de Asuán.

Cuando la trágica noticia llegó a oídos de Nasser así expresó su impotencia y su decepción. Pero ante dicho escenario, el joven mandatario egipcio tenía dos alternativas:

1.-Aceptar la negativa de apoyo y resignar a su país a una vida en pobreza

2.-Tomar el Canal de Suez aunque esto pudiera derivar en una guerra. Después de todo, la población egipcia veía al canal como suyo, pues si bien fue financiado por grandes potencias occidentales, fue la gente egipcia la que murió construyendo aquel proyecto tan importante. La idea que por muchos años había rondado en la mente de la población egipcia por fin se materializaba, Nasser entendió que Egipto no era pobre, de hecho, tenía un gran tesoro en casa, lo único que había que hacer era tomar el control para obtener las ganancias.

Gamal Abdel Nasser, optó por la segunda opción.

 

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