Enlace Judío México e Israel.- Es sumamente triste enterarse de la muerte de una querida escritora en un café, cuando semanas antes -no demasiadas- me había invitado a tomar un té en su condominio enfrente al Parque México…ello me pasó con Esther Seligson (1941-2010), fue como si un dardo me hubiera atravesado el corazón.

PERLA SCHWARTZ PARA ENLACE JUDÍO MÉXICO

No pude evitar que se nublara mi mirada… y el café express que tomada se volvió amargo… de inmediato me vino a la memoria su doloroso poema de largo aliento “Simiente”, escrito a partir de la muerte de uno de sus hijos, Adrián Joscowicz, un poema que desde las profundidades de las entrañas llora esa “ley antinatura cuando el hijo muere antes que la madre”… pero aún más fuerte, porque Adrián se suicidó a decir de William Buttler Yeats, acudió al llamado de “El Dios Salvaje”…

Esther fue una mujer intensa, telúrica. La conocí hacia finales de la década de los 70 del siglo pasado, cuando recién había publicado “Tránsito del cuerpo”, la cual guardó con una dedicatoria que termina diciendo “con gran cariño por su entusiasmo vital”…

“Tránsito del cuerpo” es un canto erótico-sensual a la piel y valga la redundancia a su corporeidad con fuertes ecos bíblicos se conforma de cuatro partes, todas ellas presididas por su respectivo epígrafe.

Y escribe Esther “La mirada, al estallar, se hace palabra y la palabra, entonces, pide respuesta, se convierte en diálogo..” y es lo que ella hace a lo largo de este texto intenso, que se despliega como una interminable cascada de palabras que no tiene un final, diría Gilles Deleuze como “líneas en fuga”…

Un cuerpo que la poeta va deletreando, buscando encontrar su esencia más íntima, la más primigenia. En el segundo canto, Seligson-quien fuera una mujer sumamente espiritual- aborda el despertar del cuerpo a partir de los cinco sentidos del mismo, partiendo de la mirada hasta que desemboca en círculos concéntricos porque el otro o la otra nunca terminará de conocer la vibración de la piel con la que se entrecruza.

Y avanza esta bella prosa poética con un tercer canto donde el lenguaje es el eje central para describir lo sensorial y ello está presente desde el epígrafe de Octavio Paz, escogido por la escritora: “Entre el hacer y el ver/ acción o contemplación, /escogí el acto de palabras, / hacerlas, habitarlas/dar ojos al lenguaje.”

Esta prosa poética de Esther Seligson es envolvente como la suave brisa que refresca en el desierto.

Esther Seligson fue una mujer espiritual, pasaba algunas temporadas en Jerusalén, estudiando cabalá, y otras en el Tibet, adentrándose en la filosofía oriental.

Asimismo, fue maestra del CUT, el Centro Universitario de Teatro y una sensible espectadora de teatro, de hecho uno de sus libros de ensayo se intitula “El festín efímero”.

Fue traductora de ese pensador rumano especialmente pesimista, Cioran…una escritora que Genney Beltrán, uno de sus discípulos, la rescató en algunos volúmenes editados por el Fondo de Cultura Económica.

 

 

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