Enlace Judío México e Israel.- La Torá en Parashat Shelaj relata el pánico de los hijos de Israel al escuchar el informe de los exploradores sobre los formidables ejércitos de Canaán, y que “lloraron esa noche” (Bemidbar 14: 1) ante la perspectiva de tener que enfrentar a los cananeos. Gritaron airadamente a Moshé y Aharon, y expresaron su deseo de regresar a Egipto (Id. 14: 3-4).

YERAHMIEL BARYLKA

La guemará en Masejet Taanit (29a) comenta que esta noche fue la noche de Tishá Beav, la fecha en que los dos Batei Mikdash serían destruidos más tarde, y que hemos observado durante milenios como un día de luto. En respuesta al llanto de la gente, la Guemará dice: Dios les dijo: “Lloraste un llanto injustificado, ¡y te haré llorar por generaciones!” diciendo que lo último servía como castigo para lo primero.

Rav Reuvén Katz, en su Dudaei Reuvén (Parashat Shelaj), explica esta conexión al no mencionar a los hijos de Israel para que deseen regresar a Egipto. “Lloraron” por las responsabilidades y los desafíos de establecer una nación soberana en su propia tierra, y expresaron su preferencia por vivir como extranjeros en Egipto. La gravedad de este error se sentiría más tarde, en Tishá Beav, cuando la Nación judía perdiera su soberanía y fuera llevada al exilio, donde lucharía por sobrevivir y conservar su identidad como extranjeros perseguidos y sin hogar. Los desafíos temporales de conquistar y establecerse en Eretz Israel palidecen en comparación con los desafíos interminables de vivir como atípicos perennes, a los que se les niegan los derechos básicos y están sujetos a la persecución. Y luego, los hijos de Israel lloraron un “llanto injustificado”, lamentando los desafíos temporales que debían superarse en el proceso de ascenso a Eretz Israel.

Rav Katz escribe: “Lloraste un llanto injustificado. Tenías miedo de ir y poseer la tierra, para que tus esposas e hijos no fueran capturados, porque no apreciabas el concepto y el principio de libertad e independencia, de la tierra, de la patria. En el futuro, sabrán y reconocerán que esto fue un llanto injustificado, cuando se exiliará con la destrucción de la tierra y el templo, y será sometido a las otras naciones y a las tragedias y calamidades que ellos sufrirán”. Sólo entonces apreciarás el valor de la tierra y la condición de Estado, y el llanto injustificado que lloraste en este desierto.
Esta lección, que Rav Katz discute en el contexto específico del sionismo moderno, en verdad se aplica a todas las áreas de la vida. Nunca debemos “llorar” por los desafíos temporales que conlleva perseguir un objetivo elevado.

El camino hacia el logro a menudo está lleno de complejidades y dificultades, pero es un camino que vale la pena recorrer.

Cuando enfrentamos obstáculos difíciles a medida que nos esforzamos por lograr, debemos tratar de evitar el “llanto injustificado” y, en cambio, debemos trabajar para superar estos desafíos, pidiéndole al Todopoderoso que nos ayude a través del proceso.

No hay sustituto para la moderación

La Guemará en Masejet Sota (34b) afirma que los nombres de los doce meraglim (exploradores) enumerados en la Torá en Parashat Shelaj no eran sus nombres reales. Fueron utilizados “al Shem maaseihem”, como alusiones a lo que los exploradores hicieron mal cuando regresaron de su misión y disuadieron a los hijos de Israel de ingresar a la Tierra de Israel. El rabino Itzjak, como cita la Guemará, afirmó que solo uno de los doce nombres puede ser descifrado: el nombre de Setur ben Mijael. Este nombre, explica Rabí Itzjak, se refiere al hecho de que este hombre negó (“satar”) el poder de Dios y lo consideró “maj” (débil). El rabino Yojanán, sin embargo, no estuvo de acuerdo y afirmó que también hay otro nombre que es descifrable: Najbi ben Vafsi. Según el rabino Yojanán, este individuo “escondió” (“hijbi”) al Todopoderoso de la vista, y “pasó por alto” (“pasa”) sus cualidades.

¿Cuál es el significado de estas descripciones y cómo podríamos explicar este debate entre el rabino Itzjak y el rabino Yojanan?

Rav Alexander Zusha Elishewitz, en su Leameinu U-ledateinu, sugiere que estos dos Sabios apuntan a dos orígenes diferentes del pecado trágico de los exploradores. El rabino Itzjak afirma que la causa raíz fue “satar maasav shel Ha-Kadosh Baruj Hu”: hubo un rechazo absoluto a la creencia. Los exploradores simplemente negaron la capacidad de Dios para proteger a la nación y guiarlos a la victoria sobre los formidables ejércitos cananeos, y argumentaron que era “débil”. Esta fue la historia teológica que tomaron los exploradores, rechazando la posibilidad de que Dios pudiera ayudar a Los hijos de Israel a tomar posesión de la tierra. El rabino Yojanan, sin embargo, argumentó que también había otro elemento. Es posible que algunos de los exploradores no hayan rechazado de plano la creencia en el poder ilimitado de Dios, pero “desconocieron” esta creencia. Tenemos la capacidad de ignorar convenientemente las verdades que reconocemos fundamentalmente, a fin de perseguir nuestros intereses y deseos. Y que no todos los exploradores niegan necesariamente la capacidad de Dios para traer la victoria de la nación. Algunos de ellos simplemente “entendieron” este hecho y “lo superaron”, sin detenerse para reflexionar sobre la creencia en la omnipotencia de Dios. Independientemente de lo que motivó a los exploradores a decidir no seguir a Eretz Israel, persiguieron este objetivo, ya sea condenando la capacidad de Dios para vencer a los cananeos, o simplemente ignorando esta creencia.

El comentario del rabino Yojanán nos recuerda que la creencia no necesita traducirse en acción. Por mucho que creamos, las presiones internas o externas pueden llevarnos a ignorar y “ocultar” convenientemente incluso nuestras convicciones más profundas para que podamos actuar en contra de ellas. Como tal, no hay sustituto para la autodisciplina y la moderación, porque el simple hecho de saber que algo está mal no impide la posibilidad de que lo hagamos.

Sin sacrificio no hay frutos

Detrás del flaqueo de los jefes de las tribus que salieron como exploradores a la tierra de Canaán, y con la sola exclusión de Caleb y Yehoshúa, regresaron derrotados sicológica y políticamente, hay algo más que una debilidad espiritual o una falsa apreciación de la realidad.

Incluso su relato de lo que creyeron ver permite apreciar lo quimérica que fue su visión. Además confunden su rol. Un líder no puede ser sólo un observador y relator de la realidad, sino que debe trabajar para modificarla.

¿Acaso podemos pensar que personas que ocupaban un cargo tan importante en el liderato podían equivocarse de esa manera? ¿Cómo pudieron Caleb y Yehoshúa enfrentarlos siendo minoría?

Si les hubieren servido la tierra en bandeja de plata, quizás la habrían recibido con alegría. Sin embargo, los expedicionarios blandengues tuvieron que descubrir que se había acabado el tiempo del alimento y el alojamiento gratuitos aunque incómodos, del desierto.

Las piedras de Canaán son similares a las que existen en todos los confines del globo terráqueo y su arena es igual a la que cubre cualquier desierto. La diferencia es proporcional a la fuerza que se debe invertir para convertirlas en piedras preciosas y los desolados yermos en vergeles manando leche y miel.

Hemos comprobado más de una vez que el pueblo de esclavos recién liberados siempre mostró falta de idealismo. Cuando sus líderes se dieron cuenta que la conquista de la Tierra Prometida requería dedicación constante, se dieron por vencidos, sin pensar en superar los obstáculos que tenían frente a sí. Sus conductores tribales no estaban hechos de la fibra de los verdaderos líderes, dispuestos a asumir los riesgos inherentes al propio compromiso, muchas veces acompañado por sacrificios personales, para permitir alcanzar sus propósitos e intenciones. Prefirieron quedarse en el desierto infinitamente antes que esforzarse para lograr el objetivo señalado. En lugar de convocar al esfuerzo acomodaban su realidad para demostrar que era mejor no intentar superar los aprietos y problemas. Que perderían en la acometida.

Caleb y Yehoshúa “se rasgaron las vestiduras en señal de duelo” y le dijeron a toda la comunidad israelita: —La tierra que recorrimos y exploramos es increíblemente buena. Sí .A. se agrada de nosotros, nos hará entrar en ella. ¡Nos va a dar una tierra donde abundan la leche y la miel! Así que no se rebelen contra .A. ni tengan miedo de la gente que habita en esa tierra. ¡Ya son pan comido! No tienen quién los proteja, porque .A. está de parte nuestra. Así que, ¡no les tengan miedo! Pero como toda la comunidad hablaba de apedrearlos, la gloria Dios se manifestó en la Tienda, frente a todos los israelitas” (Bemidbar 14:10).

Caleb y Yehoshúa, cada uno por su camino, se conduelen al descubrir que pese a sus prevenciones, los “líderes” siguen en lo suyo, buscando el camino fácil y cómodo.

Obviamente quien sale contra la corriente abiertamente debe estar dispuesto a pagar el alto precio de su soledad. Al grado que surgirán quienes desean apedrearle y sepultarle bajo tierra. Quienes están dispuestos a convocar o a ser llamados para un esfuerzo, para llegar a su heredad, siempre son amenazados por la masa pasiva e indiferente, perfectamente asentada en ese aforismo de esfinge que dice que la mayoría siempre tiene razón.

Quienes no aceptan el desafío, no necesitan de ningún castigo divino para desaparecer de la historia.

Esta generación nunca será capaz de resistir los embates de la conquista de la tierra y la construcción de una Tierra Prometida. Morirá poco a poco “en el desierto” (de su propia vida sin sentido), mientras que su descendencia crecerá y aprenderá correctamente que sin esfuerzo no hay logros. Que sin sacrificio no hay frutos.

La generación del desierto era problemática desde el mismo momento de su salida de Egipto. Apenas recibe la Torá y construye el Tabernáculo no cesa de quejarse. La única opción es educar a una nueva generación.

Sólo en raras ocasiones el pueblo de Israel recibe el derecho y la oportunidad de regresar a su país. La importancia de esta posibilidad es mucho mayor que el posible significado de asentarse en la tierra, ya que se asocia con el destino de Israel.

Cuando esta opción se presenta, los costos son siempre muy altos. No vale esconderse detrás de la debilidad subjetiva y el pesimismo espiritual.

El liderazgo judío debe encontrar la fuerza para evaluar la situación de manera realista y saber enfrentar los desafíos exitosamente. El riesgo de no proceder así, es que deban salir de la escena, por las buenas o por las malas. Si tuvieren suerte, serán recién sus hijos quienes se eduquen valerosa y osadamente para ser capaces de llegar a su destino.

Se hunden en el desierto

Deprimidos y omnipotentes no pueden ganar batallas ni siquiera las emprenden contra sí mismos.

En las últimas semanas nos referimos a la sensación de desierto. Ese espacio, intermedio entre la esclavitud y la liberación. Esa transición entre acciones divinas visibles, (no que hubieran influido categóricamente en nuestros antepasados) y la necesidad de enfrentarse a la realidad nada fácil con las herramientas humanas. Vieron las guerras de .A. contra Faraón y Egipto, las diez plagas, el cruce del Mar Rojo, el maná, y la Revelación. Nada tenían que hacer. Eran pasivos: “Pero Moshé dijo al pueblo: No teman; manténganse firmes y vean la salvación que .A. hará hoy por ustedes; porque los egipcios a quienes vieron hoy, no los volverán a ver jamás. .A. peleará por ustedes mientras ustedes se quedarán callados” (Shemot 14, 13:14), pese a ello, toda la generación que participó del Éxodo y que no supo entender hasta el final lo que estaba viviendo quedaría en el desierto sin ingresar a Israel.

Quienes hicieron que Moshé fragmentara, haciendo añicos, las tablas de la Ley, y que se quejan del alimento por el que no tenían que laborar, que deseaban carne, porque no tenían agua, se rebelarán a Moshé siguiendo a Qoraj, simplemente porque no supieron ni pudieron transformarse. Su necesidad de enviar a agentes informadores, se inscribe en su fracaso de poder hacer el cambio para bastarse a sí mismos en el ingreso a la Tierra de Israel, desafío nada simple por cierto. Conducta que se inscribe en otras que marcan un contraste en las actitudes de ese grupo que atestiguara con su presencia los momentos más insignes de la historia y que se desplomara por causa de sus errores, al extremo que Rabí Akiva y los jajamim discuten en la Guemará (Sanedrín 110), acerca de si la generación del desierto tenía o no parte en el mundo del futuro.

“Yo soy el Señor, y cumpliré al pie de la letra todo lo que anuncié contra esta perversa comunidad que Me desafió. En este desierto perecerán. ¡Allí mismo morirán! (Bemidbar 14:35) “-perecerán se refiere a este mundo y morirán en el mundo venidero-.

Rabí Akiva aprende eso del versículo de Tehilim, 95:11 “Por tanto juré en mi furor que no entrarían en mi reposo”… dijo Raba bar bar Jana en nombre de Rabí Yojanán: Rabí Akiva abandonó su devoción. Porque dice el versículo de Yirmiahu 2: 2: “Ve y proclama a oídos de Jerusalén que así dice el Señor: “Recuerdo el amor de tu juventud, tu cariño de novia, cuando me seguías por el desierto, por tierras no cultivadas” – si otros continúan al mundo del futuro por sus méritos, ¿ellos no?”.

Los primeros versículos de nuestra parashá: “Y .A. habló a Moshé, diciendo: Envía hombres a fin de que reconozcan la tierra de Canaán, que voy a dar a los hijos de Israel; enviarás un hombre de cada una de las tribus de sus padres, cada uno de ellos jefe entre ellos. Entonces Moshé los envió desde el desierto de Parán, al mandato del Señor; todos aquellos hombres eran jefes de los hijos de Israel”, (Bemidbar 13:2), fueron ilustrados por el discurso de Moshé: “Entonces todos ustedes se acercaron a mí, y dijeron: “Enviemos hombres delante de nosotros, que nos exploren la tierra, y nos traigan noticia del camino por el cual hemos de subir y de las ciudades a las cuales entraremos” (Devarim 1: 22).

.A. que sabía la respuesta da oportunidad a la elección humana. Acepta el pedido del pueblo y lo hace suyo, porque en esa etapa, ya debían tomar responsabilidades por si mismos y no esperar más milagros. Pero, el pueblo fracasa también en esta tarea como naufragara en las que siendo pasivo, no pudo seguir.

Como que se hunden en una depresión profunda después de sentirse en la omnipotencia. De ser parte de la Revelación se hunden en el desierto. De salir del Imperio más importante se asustan de enfrentarse con siete pueblos que son tribales. Y si los enviados no trajeron noticias alentadoras, ¿esa era causa suficiente de su desconfianza, antes que nada en sí mismos?

Es obvio que deprimidos no podían ganar batallas aún contra sí mismos. Tampoco omnipotentes. Ese es nuestro pueblo en el Desierto. Tan cerca de la fe, y por momentos de debilidad, tan lejos de ella.

Sus hijos ingresaron finalmente a la Tierra de Israel, pese a todo o quizás gracias a todo. También gracias a las flaquezas.

La respuesta a los dilemas que nos trae la parashá y a sus preguntas, parece poder encontrar contestación, también para nuestra generación, en las palabras de Irmiahu, cuando hace referencia a la parte excelsa de esa generación. A sus momentos de verdadera altura. Al instante de su espiritualidad.

Esa es la fe verdadera. La que no se logra fácilmente. La que pasa por pruebas. Pero que al final triunfa. Es la versión optimista.

“Recuerdo el amor de tu juventud –esa época de pureza -, tu cariño de novia- en el contacto divino sin condiciones y sin pretensiones como en el verdadero amor, cuando me seguías –sabiendo que hay un líder y que hay un camino- por el desierto –en la soledad de los enamorados, reconociendo la Presencia Divina, sin preocuparse por las cosas materiales-, por tierras no cultivadas –sin preocuparse de llevar consigo alimentos”.

Siguiéndola, la haremos realidad.

Shelaj Lejá

La Torá en Parashat Shelaj cuenta la historia del mekoshesh eitzim, un hombre que fue encontrado públicamente violando el Shabat, por el cual fue condenado a muerte (15: 32-36). La pregunta obvia es si existe algún vínculo entre este episodio y la historia del pecado de los exploradores, por el cual es precedido.

El Rav Ammón Bazak (Shabat Beshabató, Parashat Shelaj 5769) sugirió que la historia del mekoshesh eitzim puede en realidad señalar un rayo de optimismo después de la tragedia de los exploradores. La historia según la que un pequeño grupo de diez hombres logró influir en la nación, evitando que se dirigieran a Eretz Israel. Los diez exploradores utilizaron una retórica experta y tácticas de miedo para asustar a la gente y convencerlos de que posiblemente no pueden derrotar a las naciones cananeas, y que incluso si pudieran, la tierra no es deseable en ningún caso. La historia de la hipótesis de quien recoge maderas en shabat, demuestra que la gente aprendió la lección del duro castigo de Dios para el pecado de los exploradores, y se negó a permitir que una “maleza” solitaria se extendiera y arruinara a la nación. En el momento en que se vio que el recogedor de maderas profanaba públicamente Shabat, fue comparado por la fuerza ante Moshé, a quien luego Dios le dijo cómo debía castigarse al hombre. Significativamente, mientras que durante la historia de los exploradores “toda la multitud habló de apedrearlos. Pero la gloria de .A. se mostró en el tabernáculo de reunión a todos los hijos de Israel” (Bemidbar 14:10), en la historia de quien recogió la madera en shabat, el violador público fue lapidado, por orden de Dios. La acción de los exploradores mostró la vulnerabilidad de los israelitas ante el impacto negativo de un pequeño grupo de instigadores, pero el incidente del trasgresor reveló la capacidad de la nación para resistir tales influencias y trabajar para oponerse a aquellos que amenazan con desviar a la gente del camino del bien.

 

 

 

Fuente:ravbarylka.com