Enlace Judío México e Israel.- El motivo por el cual ellos –o al menos los que los lideran– no están interesados.

CLIFFORD MAY

Se dice que Abba Eban, quien se estaba desempeñando como ministro del exterior del país después de que Israel se defendió de Egipto, Siria y Jordania en la Guerra de los Seis Días, ha lamentado que los palestinos “nunca pierden una oportunidad de perder una oportunidad.”

En Bahréin la semana pasada, Jared Kushner, asesor principal del Presidente Trump, tocó una nota diferente. Dijo que el plan en el que han estado trabajando durante los últimos dos años él y el Representante Especial para Negociaciones Especiales, Jason Greenblatt, no debe ser visto como “el acuerdo del siglo.” Debe ser visto, en cambio, como “la oportunidad del siglo.”

Prácticamente todos los alguna vez involucrados en lo que es llamado de manera optimista el “proceso de paz” han dado por hecho que los objetivos principales de los palestinos –o al menos de los que los lideran– son la paz, la prosperidad y la autodeterminación.

¿Y si eso es errado? ¿Y si los palestinos –o al menos quienes los lideran– realmente quieren algo más? ¿No garantizaría eso que las “oportunidades” ofrecidas por los que buscan terminar el conflicto palestino-israelí se perderían –o más precisamente, serían descartadas?

La historia puede ayudar a responder esta pregunta. En 1947, la ONU propuso dividir la Palestina occidental en dos Estados: uno para los árabes de Palestina –por entonces ellos no se llamaban a sí mismos palestinos– y uno para los judíos de Palestina (más de tres cuartos de Palestina hacia el Este se habían convertido en Jordania).

Esta oportunidad fue aceptada de inmediato por los judíos, y rechazada por los árabes.

Al término del mandato británico para Palestina, los Estados árabes existentes de la región iniciaron una guerra para arrojar a los judíos al mar. Milagrosamente, Israel sobrevivió.

La Guerra de los Seis Días de 1967 fue un segundo intento de usar la fuerza militar para conquistar Israel. Cuando se detuvo el combate, Gaza y la Margen Occidental, territorios que habían sido ocupados por Egipto y Jordania, respectivamente, estaban en manos israelíes.

Eso presentaba una nueva oportunidad. Los israelíes pudieron intentar lo que Egipto y Jordania no habían intentado: establecer un estado palestino en Gaza y la Margen Occidental, una llamada “solución de dos Estados.” A cambio, los palestinos sólo tendrían que aceptar coexistir pacíficamente con su vecino. La Liga Árabe emitió prontamente la Resolución de Jartum, la de los “Tres No”: “no a la paz con Israel, no al reconocimiento de Israel, ninguna negociación con él.”

Los israelíes persistieron. Fueron propuestos acuerdos en los años 2000, 2001 y 2008. A los palestinos les fue ofrecido más del 90% de la Margen Occidental. Cada vez, los palestinos –o al menos los que los lideran– se negaron. No fue presentada ninguna contraoferta.

Otra oportunidad más: En el 2005, Ariel Sharon, entonces primer ministro de Israel, retiró a todo soldado y granjero israelí, toda sinagoga y cementerio de Gaza. Si Gaza se volviera un vecino pacífico, gastando sus energías y fondos extranjeros levantando a su pueblo de la pobreza, seguiría un acuerdo en la Margen Occidental.

Ustedes saben lo que sucedió después: Hamás fue a la guerra –literalmente, no figurativamente– con Fatah, su rival. Hamás prevaleció, motivo por el cual el presidente Mahmoud Abbas, de la Autoridad Palestina, no osa poner un pie en el territorio.

Hamás luego volvió a sus armas, misiles y, más recientemente, túneles terroristas y globos incendiarios contra Israel. Esto estuvo alineado con el Estatuto de Hamás, el cual pide que Israel sea aniquilada y remplazada por un emirato islámico. Hamás ve su lucha contra Israel como una yihad. Comprometerse sería un pecado –literalmente, no figurativamente.

El “Taller Paz para la Prosperidad” de dos días de la administración Trump en Bahréin la semana pasada fue una reunión inusual y tal vez histórica de israelíes y árabes. Dada la amenaza que presenta la República Islámica de Irán para la región, muchos árabes suníes –o al menos los que los lideran– ya no son implacablemente hostiles al Estado judío.

El ministro del exterior bahreiní, Jeque Khalid bin Ahmed Al Khalifa llegó tan lejos para decir: “Israel es parte de este legado, de esta región entera históricamente. Así que el pueblo judío tiene un lugar entre nosotros.”

Kushner no pidió que los palestinos hagan algo a cambio del paquete de ayuda masiva que él puso sobre la mesa–incluido un fondo de inversión de u$s50 mil millones y un corredor de transporte para conectar la Margen Occidental y Gaza.

No obstante, el Sr. Abbas se negó a discutir siquiera el plan económico. A los 83 años, él debe estar pensando en su legado. Sospecho que él quiere que su retrato, colgado al lado del de su predecesor, Yasser Arafat, no sea usado para práctica de tiro por los muyahidines.

Si hay palestinos que quisieran aprovechar esta oportunidad, ¿pueden prevalecer sobre los que los lideran? Desde el río hasta el mar, solamente en Israel las personas son libres.

Ashraf Ghanem, un empresario palestino, asistió a la conferencia. El lunes, él dijo al Jerusalem Post que se estaba escondiendo después de que funcionarios de seguridad palestinos intentaron arrestarlo. “Temo por mi vida”, dijo.

Pensamiento final para hoy: conscientemente o no, la “comunidad internacional” ha estado alentando la intransigencia palestina. En Europa y Estados Unidos, también, el antisemitismo, el antisionismo, y el antiisraelismo están en aumento, con la extrema derecha y la extrema izquierda adoptando visiones indistinguibles de las sostenidas por los islámicos. El llamado movimiento BDS es transparentemente eliminacionista.

Una especie de hito fue la Resolución 2334 del Consejo de Seguridad de la ONU, aprobada a fines del 2016 gracias al Presidente Obama. Afirma que “no hay ninguna base legal” para los reclamos israelíes ni siquiera al Barrio Judío de la Ciudad Vieja de Jerusalén y a los antiguos sitios santos judíos. Lo cual implica que los israelíes no tienen ningún derecho a nada–ningún derecho a existir.

Así que los palestinos han estado perdiendo oportunidades por una razón poco sorprendente: Aun puede presentarse la oportunidad de borrar a Israel de la faz de la tierra. No es un sueño imposible.

 

 

 

 

Fuente: The Washington Times
Traducido por Marcela Lubczanski para Enlace Judío México.